Antes y después
Hace años, visité Roma justo cuando estaba siendo restaurada la Capilla Sixtina. En aquel momento, una mitad del techo estaba restaurada y la otra mitad seguía sin restaurar, con lo cual se podían apreciar muy bien las diferencias. Francamente, sin querer menospreciar la labor de los restauradores, era mucho más bonita la parte sin restaurar. Los años le habían proporcionado una pátina de antigüedad que hacía más sutiles los colores (en lugar de los chillones naranjas y azules de la restauración), fundía unas figuras con otras y, en general, otorgaba una cierta profundidad al conjunto.
Pensando en cómo las obras de los grandes artistas mejoraban con el tiempo, me preguntaba si algunos de los horribles adefesios que llamamos parroquias en España también mejorarían con dos o tres siglos encima. Y, desgraciadamente, llegué a la conclusión de que no sería así. El vino bueno mejora con el tiempo, pero el vinagre lo que hace es avinagrarse aún más. Las parroquias que parecen fábricas y aparentemente han sido diseñadas por arquitectos ateo-pagano-psicópatas con el único propósito de quitar la devoción a los cristianos, seguirán quitando la devoción dentro de cien años.
He visto unas fotos, sin embargo, que me han devuelto la esperanza en este ámbito. Con ellas me he dado cuenta de que no todo está perdido. Quizá nuestras parroquias-fábrica no puedan mejorar por sí solas, por el mero paso de los siglos, pero siempre es posible utilizarlas como un simple escenario en el que crear algo bonito, a la vez que se da sacralidad a lo que no la tiene, como hicieron los cristianos con las primeras basílicas, que eran edificios públicos.

Probablemente, todos los lectores conocerán la Ley de Murphy. Es una ley famosísima que dice, en su forma más sencilla: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. O, en una formulación alternativa, “la tostada siempre cae al suelo por el lado de la mantequilla”. También podríamos aplicarla al blog, diciendo: “Si uno hace un chiste inofensivo un día sobre un pescador tuerto de cangrejos malayos, puede estar seguro que precisamente ese día leerá el blog el Presidente de la Asociación de Pescadores Mutilados de Cangrejos Malayos y le echará en cara al autor su insensibilidad para con esos héroes olvidados”.
Pocas cosas hay que me molesten más que esa idea de que “debemos ser cada día un poco mejores”. No es que sea algo malo, pero sí algo meramente humano. Es de un pelagianismo que asusta. Podía tener algún sentido en tiempos en los que se presuponía una vida cristiana decidida como marco de la misma, pero me temo que actualmente lo que hace es sustituir la gracia por el esfuerzo humano, olvidar la conversión a Cristo en favor de una difusa buena voluntad, transformar la esperanza en mero optimismo y reducir la santidad a ser “un poco mejores”.
A mi juicio, uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es que los cristianos estamos acomplejados por una sociedad hostil y nos avergonzamos de ser católicos. Y, en consecuencia, nos da vergüenza hablar como católicos y utilizamos un lenguaje políticamente correcto y lo más insustancial posible. Basta leer buena parte de los documentos de los obispos que, superficialmente, son indistinguibles de los comunicados de los políticos. Hablamos como habla el mundo y podríamos sospechar que eso se debe a que pensamos como piensa el mundo.
Un comentarista, Gonzalo de Chile, tuvo la amabilidad de dejar ayer un largo comentario en el



