21.09.10

Una buena frase de una mala película

Acabo de ver la película Centurión. No esperaba mucho de ella y ha respondido de forma bastante fiel a mis expectativas. Tiene mucha sangre, pero poco interés. Muchas luchas, pero generalmente inverosímiles y con un desconocimiento casi total de lo que es la guerra. Un argumento bastante malo, multitud de incoherencias, los consabidos dogmas feministas, inexactitudes históricas por doquier (¿cuándo aprenderán en Hollywood que los romanos luchaban siempre con la punta de la espada y no dando tajos como los bárbaros?) y de faltas de sentido común. En fin, lo previsible.

Ha habido, sin embargo, una frase de la película que me ha parecido interesante. La pronuncia un centurión romano tras una batalla en la que ha perecido toda su legión salvo un puñado de supervivientes:

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20.09.10

Ay de vosotros, InfoCatólicos

Ay de vosotros, InfoCatólicos

Ay de vosotros, si leéis InfoCatólica todos los días, pero descuidáis la oración, porque la verdadera sabiduría sólo se consigue de rodillas.

Ay de vosotros, si al discutir sólo buscáis tener razón y quedar por encima, porque vuestro saber es ciencia que hincha.

Ay de vosotros, si nunca habéis rezado por las personas con las que discutís o que os han ofendido, porque lo mismo hacen también los paganos.

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16.09.10

¿De quién es el honor?

Me ha hecho gracia leer que un grupo de ateos del Reino Unido ha firmado una carta pública diciendo que el Papa Benedicto XVI no se merece el honor de ser invitado al Reino Unido. En ella, recogen las típicas acusaciones contra la Iglesia, con la curiosa idea de que, si repiten mucho las cosas, terminarán por ser (o parecer) ciertas.

No puedo evitar preguntarme algo que los firmantes de la carta parecen dar por sentado. ¿Qué tiene el Reino Unido, para que sea tan gran honor ser invitado al mismo? A este efecto, he traducido unos párrafos de un conocido bloguero anglicano, con el seudónimo de Archbishop Cranmer, sobre la situación actual del Reino Unido:

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3.09.10

¿Tenemos que ser el perejil de todas las salsas?

Leo en Internet que la Conferencia Episcopal de Paraguay ha publicado una nota sobre los peligros para la salud por el uso del tabaco y las carencias de un proyecto de ley sobre este tema que el Senado paraguayo ha enviado al Congreso del mismo país. El punto central de la nota es que: “De acuerdo con las explicaciones y recomendaciones del Ministerio de Salud Pública, la Conferencia Episcopal Paraguaya, CEP, por un deber pastoral, exhorta a los legisladores, en especial a los miembros de la Cámara de Diputados, a velar por la salud de la población respetando irrestrictamente el contenido y el espíritu del “Convenio Marco de la OMS para el control del Tabaco” y las directrices emanadas de la misma institución para su aplicación, porque sólo así se estaría cumpliendo con el mandato constitucional de “proteger y promover la salud"… sobre todo de los niños y jóvenes”.

Al margen de la valoración de este caso concreto (que me interesa muy poco, como es lógico), la noticia me ha hecho plantearme la siguiente cuestión: ¿Pinta algo la Iglesia opinando sobre todos los temas imaginables, muchos de los cuales no tienen más que una lejanísima relación con su misión (en el mejor de los casos)? ¿Es adecuado que opinen los obispos y las conferencias episcopales sobre temas meramente sanitarios, políticos, técnicos, jurídicos, etc. que son completamente opinables para un católico? ¿Es parte de la misión episcopal el defender el convenio marco de la Organización Mundial de la Salud para el control del Tabaco? ¿Tienen que meterse a decidir si la nueva ley paraguaya se ajusta mejor o peor a ese convenio marco que la anterior? O, por decirlo más castizamente, ¿tenemos que ser el perejil de todas las salsas?

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1.09.10

Puente de plata

Por temperamento, por cortesía y por deseo de seguir el mandato de Cristo de no juzgar, tiendo a suponer la buena intención en todo el mundo. Y creo que es una buena forma de actuar. Eso no equivale, sin embargo, al buenismo de pensar que todos somos amiguetes y en realidad decimos más o menos lo mismo expresándolo de forma diferente. Pocas cosas hay que me desagraden más que la afirmación de que en la Iglesia caben todas las opiniones o todas las formas de pensar, por la sencilla razón de que quien no piensa como la Iglesia no está en la Iglesia, digan lo que digan las apariencias.

¿Por qué cuento todo esto? Porque es lo primero en lo que he pensado al leer la “carta de despedida” del P. Arregui, anunciando su secularización o, al menos, su abandono de la orden franciscana. Tras leerla, me queda claro, con tristeza, que este franciscano ha pasado años y años anunciando otro Evangelio y otra fe que nada tienen que ver con el Evangelio de Jesucristo y con la fe católica.

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