Familia en misión en Japón (II)

En el artículo anterior, los lectores hicieron varias preguntas:

Sin saber el idioma, ¿de qué viven? ¿Cómo se ganan la vida? ¿Cómo mantienen a la familia?

Me llama la atención que no sepan el idioma. ¿Cómo van a evangelizar?

¿Cómo fue su proceso de discernimiento? ¿Fuisteis vosotros los que os decidisteis por marchar a Japón o fueron los responsables del Camino los que os asignaron aquel país?

Intentaré ser conciso, y responder a las dudas, que te confieso que a veces son mías también.

Todo es pura providencia. Yo tenía una concesión en Madrid de un producto muy conocido y gozaba de buena posición económica. Mis dudas eran si respetarían dicha concesión si yo me marchaba a la misión, pero un día pedí una palabra a Dios y Él, misericordiosamente, me la dio: Ningún criado puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y al dinero.

Así que nos trajimos algo de ropa, un dinero para ir tirando y duró… un mes. Vivimos de donaciones de cristianos de aquí, de nuestra comunidad de Madrid y de nuestra familia, pero, a veces, cuando estamos algo justos, hacemos régimen, que viene muy bien: arroz, arroz, algo de pollo y patatas. La familia nos manda jamón, para que podamos hacer de buenos anfitriones para las numerosas personas que pasan por aquí.

Como recomienda S. Pablo, hay que trabajar tranquilamente para ganarse el pan y, en cuanto nos hemos enterado que nos rescindían el contrato en España, el Señor me regala un trabajo en Sakay, pelando verduras. Por esa zona estuvo evangelizando S. Francisco Javier, así que Dios sabe si yo también evangelizaré, entre los pucheros de la cocina. Estoy muy agradecido a Dios por esta providencia.

En cuanto a lo del idioma, en 6 meses mis hijos ya entienden bastante, se cumple el don de lenguas y yo doy fe de ello. Y se acercan paganos. No sabemos cómo, pero lo hacen. Y, por ahora, evangelizamos mostrando el cariño entre nosotros, en el matrimonio. Dando besos a los hijos cuando los despedimos y entre nosotros Kuki y yo. También, como decíamos ayer, invitamos a todos a entrar en casa, para que vean a los niños de una familia numerosa, la cruz que tenemos en el salón, los iconos de la Virgen y, en Navidad, el belén. También en inglés nos entendemos algo con la gente y podemos explicar porqué estamos aquí, nuestra misión y nuestra manera de vivir.

Lo del proceso de venir aquí es para un artículo completo, pero sí que fue humanamente casual, por sorteo. Sin embargo, Kiko Argüello, el fundador del Camino Neocatecumenal, ya nos había hablado de Japón y ni él sabia porqué, pero lo cierto es que parece que Dios nos esperaba en Japón y lo tenía planeado desde antes de que yo existiera.

La foto que incluyo es de la recepción del Santo Padre, que también fue providencial. Como el Papa envió en aquel momento a más de 200 familias a la misión, sólo pudo saludar personalmente a 5 familias, una por cada continente y, como una gracia de Dios para nosotros, representamos a Asia y tuvimos la oportunidad de hablarle.

Me había comprometido a llevar un libro firmado de su propia mano a un amigo sacerdote, así que le dije al Papa: Santidad ¿me firma aquí?, alargándole mi mano con mi propio bolígrafo. Sí, contestó él, ante la oposición de todos los que le rodeaban, incluido el brazo fuerte de su secretario, alemán como él, sujetando el mío. Si el Papa dice sí, es que sí, dije yo, y ya con la página en blanco abierta ante su mirada, él estampó su rúbrica. Así que me quedó una anécdota para el recuerdo y pude entregar el libro firmado a quien se lo había prometido, de manera tan ingenua por mi parte. Después supe que había sido algo extraordinario que el Papa accediera a mi petición, ya que los Papas no suelen estampar su firma y menos en una hoja en blanco.

Estoy convencido de que también ha intercedido desde el cielo D. Eugenio Romero Pose, que fue obispo auxiliar de Madrid, para que pudiéramos venir a Japón. Como decía el padre Arrupe, toda vocación tiene su génesis.

Me gusta pensar que el 14 de agosto de 2005, el día de S. Maximiliano Kolbe (que estuvo evangelizando en Japón), nació nuestro hijo Francisco Javier (que tiene el mismo nombre que el gran santo evangelizador del Japón, patrono de las misiones). Yo mismo nací el 3 de diciembre de 1964, el día de S. Francisco Javier, cosa en la que no me había fijado hasta hace dos años. La Providencia está llena de sabiduría.

Agradezco a Dios el privilegio de poder contar nuestro testimonio, ante tantos hermanos en la fe. Gracias de corazón desde Osaka, porque todo esto hace que se caliente el ánimo ahora que hace mucho frío por aquí. Sí no os parece pesado y con el permiso de Bruno, espero que podamos seguir contando nuestras vivencias, que no son mérito alguno nuestro, sino de la misericordia del Sagrado Corazón de Jesús, a Él, el poder y la gloría por siempre.

La paz.

2 comentarios

  
paco arenillas
M E PARECE DE HÉROES ANIMO Y ADELANTE CREO QUE ESE ES EL CAMINO.MENOS QUEJASY MÁS REZAR Y TRABAJART
24/04/08 4:56 PM
  
Ana
Sin duda que Dios bendecirá lo que hacen. Ellos dan el pan de cebada y el Señor pondrá el incremento
24/04/08 10:56 PM

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