La infalibilidad del Papa y el Amor de Dios

Quaestio Quodlibetalis 5. Hablando un día sobre los dogmas, afirmé que lo único que hacen es reflejar y manifestar el amor de Dios, tanto en lo que se refiere a su ser eterno, como a sus actuaciones en la historia humana. Por eso, aquellos que piensan que los dogmas no tienen importancia o son algo totalmente secundario, en realidad se están privando de conocer algunos aspectos esenciales del amor que Dios nos tiene.

Un lector (Juan Antonio) me presentó una pregunta que era también un desafío: ¿cómo muestra el amor de Dios el dogma de la infalibilidad papal?

Creo que la pregunta está muy bien elegida, porque parece ir al punto más débil de mi afirmación, a su talón de Aquiles dialéctico. El dogma de la infalibilidad del Papa es uno de los que peor prensa tienen.

A menudo se tiene la impresión de que no tiene nada que ver con Dios, ni mucho menos con su amor, sino que es, más bien, una forma de asegurar el poder del Papa y sus prerrogativas sobre el resto de la Iglesia. Más aún, como también señalaba Juan Antonio, parece que afecte poco a nuestra vida cotidiana y se refiera simplemente a la jerarquía eclesial.

En mi opinión, esta visión de la infalibilidad papal adolece de un problema fundamental: la considera al estilo del mundo, desde la óptica del poder. Es ésta una trampa en la que caemos a menudo, intentando ver las cosas de Dios de la misma forma que vemos las cosas del mundo. En cambio, para comprender bien este dogma o cualquier otro, hay que entenderlo con los ojos de la fe y al estilo del Evangelio, desde el punto de vista del servicio a los débiles, a los necesitados, es decir, a todos los hombres, porque todos estamos radicalmente necesitados ante Dios.

No sé si se habrán fijado, pero, en mi opinión, la queja más frecuente que se presenta a Dios no es la del sufrimiento humano. Es cierto que los sufrimientos plantean muchos interrogantes, pero lo que de verdad parece injustificable a mucha gente es que Dios no hable, que no responda a las “acusaciones” que se hacen contra él, a los problemas que se le plantean. ¿Por qué se esconde? ¿Por qué no habla claro? A fin de cuentas, la gente recurre a la magia en vez de a la religión porque en la magia las reglas “están más claras”, basta cumplir una serie de recetas para, supuestamente, conseguir resultados. En cambio, Dios parece que se esconde, que se escapa cuando intentamos atraparlo.

Estas preguntas son lógicas en alguien que no conoce a Dios, pero lo curioso es que no se acaban después de la conversión al cristianismo. Cuando se lee la Escritura, suele surgir enseguida una queja similar: ¿Por qué es tan complicada la Biblia? Si el lector ha hecho la experiencia de leer por su cuenta y en solitario la Escritura, seguro que habrá encontrado pasajes que le han parecido maravillosos, pero también se habrá sentido perdido en multitud de pasajes oscuros, aparentemente contradictorios o que podrían interpretarse de mil maneras distintas.

Lo mismo sucede con los libros de los teólogos. La disparidad de opiniones entre ellos tiende a ser desconcertante y, por sí sola, crea la confusión entre aquellos que no tienen los conocimientos necesarios para sopesar las distintas opiniones. Me llamó mucho la atención leer, hace tiempo, el relato que un protestante de los países nórdicos hacía de su primera comunión. Contaba que, en la catequesis preparatoria, los catequistas se habían limitado a exponerles a los niños las teorías de distintos teólogos sobre la Eucaristía: unos, al igual que Lutero, pensaban que Cristo estaba allí realmente a la vez que el pan y el vino, otros que sólo era un símbolo, otros que la idea era recordar la vida terrena de Jesús al estilo de una representación teatral, etc. Como era de esperar, la consecuencia fue que aquellos niños quedaron incapacitados para la fe, porque ésta no se puede edificar sobre la duda y la confusión.

El servicio para la Iglesia que realiza el magisterio papal es una muestra de la misericordia de Dios para los débiles, para los indecisos, para los que no tienen estudios. Nuestra fe no depende de nuestros razonamientos, que, a su vez, tienden a variar con nuestro estado de ánimo, ni tampoco de las modas, ni de las filosofías. No depende de lo que ha dicho el último teólogo, no es sólo para los inteligentes que pueden discurrir argumentos elevados y complicados.

Los católicos podemos estar completamente seguros de cual es la verdad, en las cuestiones más importantes que afectan a nuestra fe y a nuestra vida. La enseñanza del Papa, garantizada por el Espíritu Santo, evita que nos extraviemos interpretando mal la Escritura. Dios no nos ha dado un libro complejo y difícil de entender, y nos ha dejado solos para que nos las apañemos como podamos. Porque nos ama, ha querido permanecer con nosotros en la Iglesia que, dirigida por Pedro y con la guía del Espíritu Santo, es para nosotros columna y fundamento de la verdad. De esta forma, los Papas ejercen la misión que el mismo Jesús dio a Pedro: confirmar en la fe a sus hermanos, es decir, a nosotros.

A través de la enseñanza papal, Dios muestra que comprende que no podemos ser expertos en todos y cada uno de los estudios teológicos. No todos los laicos tienen conocimientos suficientes para discernir las distintas opiniones de los teólogos sobre la moral matrimonial, pero todos necesitan conocer la voluntad de Dios para el matrimonio, si a los ojos de Dios es posible o no el divorcio, si la anticoncepción es algo querido por Dios, si las relaciones prematrimoniales fortalecerán o perjudicarán el noviazgo. No todos los empresarios pueden dedicar años al estudio de la moral social, pero todos necesitan saber cómo debe comportarse un empresario cristiano con respecto a los impuestos, los salarios, los conflictos laborales, etc. Gracias a Dios, en nuestra vida concreta, los católicos podemos abrir el Catecismo, ver que está firmado por el Papa y estar seguros de que tenemos bien seguras las líneas fundamentales de todas esas cuestiones. Por supuesto, eso no nos exime de la necesidad de razonar y aplicar los principios católicos a nuestra vida de la mejor manera posible, pero tenemos una base firme sobre la que apoyarnos.

A mí, me maravilla también ver el medio que Dios ha elegido para darnos esta seguridad a los cristianos: actuando a través de un hombre como nosotros, en este caso el Papa. Creo que es una muestra de la infinita delicadeza que Dios tiene con nosotros, adaptándose a nuestra forma de ser. Es como un Rey bueno que ama a sus siervos y, al hablar con ellos, se molesta en utilizar un lenguaje que puedan entender.

Cuando la gente pide que Dios hable, suele imaginarse rayos, truenos y una voz poderosa que habla desde lo alto. Eso sí, como si fuera una película en televisión, porque en la vida real eso sería insoportable para nosotros y acabaría totalmente con nuestra libertad. ¿Quién se atrevería a desobedecer a Dios si éste se manifestase en toda su gloria? Los mismos israelitas, cuando Dios se manifestó en el monte Sinaí, lo experimentaron en su propia carne. Al percibir los truenos, los relámpagos y el sonido de la trompeta, y al ver la montaña humeante, todo el pueblo se estremeció de temor y se mantuvo alejado. Entonces dijeron a Moisés: “Háblanos tú y oiremos, pero que no nos hable Dios, porque moriremos”.

Es evidente que Dios no necesita un hombre para que hable en su nombre, pero, por su misericordia, se ajusta a nuestra forma de ser, a nuestras necesidades. Sucede lo mismo con los sacramentos. ¿Necesita Dios el agua del Bautismo para convertirnos en sus hijos? ¿Le hace falta un hombre para que nos dé su perdón? ¿Es que el Cuerpo de Dios sólo podía haberse hecho presente a través del pan y el vino? La respuesta a las tres preguntas es “no”. Dios no necesita esas mediaciones materiales para darnos su gracia, pero, por amor y por respeto a la naturaleza del ser humano, que no es un espíritu puro, actúa a través de signos sensibles y materiales y de otros hombres a los que podemos ver y tocar. Es una consecuencia de la Encarnación, en la que Dios ha querido hacerse presente en el mundo como uno más de nosotros.

Otro aspecto de este dogma que manifiesta el amor infinito de Dios es el hecho de que no sólo se realiza en un hombre, sino en un hombre débil, lleno de fallos y defectos humanos. A menudo, se confunde la infalibilidad con la impecabilidad, con la ausencia de pecados, pero la Iglesia nunca ha pretendido que el Papa estuviese preservado del pecado. La infalibilidad no es un don de Dios a los santos o a las personas más buenas de cada generación. La Madre Teresa o los mártires beatificados últimamente no eran más infalibles que yo. Ha habido Papas santos, pero también otros que no lo eran, porque la infalibilidad no es una consecuencia de las cualidades de un pontífice, sino de una presencia especial de Dios en su Iglesia y en la persona elegida para dirigirla.

A mi juicio, el hecho de que Dios pueda mostrar claramente su propia infalibilidad actuando a través de un ser humano pecador es un signo de esperanza para todos nosotros, un signo de que Dios puede sanar radicalmente nuestra debilidad. Yo, que soy un desastre, que soy débil, que estoy lleno de defectos y de pecados, puedo confiar en que Dios actuará en mí si me dejo. Todas esas debilidades y defectos no le impedirán hacer milagros en mi vida, igual que no impiden que su Verdad se manifieste de forma infalible en el magisterio de Benedicto XVI, que es también Joseph Ratzinger, humano, pecador y limitado como yo.

También podemos fijarnos en cómo “funciona” la infalibilidad. El Papa, al enseñar de forma infalible, no se convierte en un mero robot, en un instrumento ciego e inconsciente, del obrar divino. La gracia de Dios no destruye a ese ser humano que es el Papa, sino que coopera con él, iluminando su inteligencia, sanando su voluntad. Dios no priva al Papa de su libertad para poder actuar él, sino que colabora con esa libertad, llevándola más allá de sus propias fuerzas.

Qué diferente de los supuestos oráculos paganos, en los que el “portavoz” de la divinidad tenía que caer en trance, dejar de ser él mismo, para que pudiera actuar la divinidad. Los falsos dioses, ya sean los ídolos paganos o los modernos ídolos del dinero, la juventud, el poder o el Estado, terminan por destruir a sus adoradores. En cambio, el único Dios verdadero, por el hecho de serlo, no teme la “competencia” humana, no necesita que el hombre deje de ser hombre para poder actuar en él. Al contrario, su presencia hace que cada persona sea más verdaderamente ella misma, que sea auténticamente libre.

Al leer los libros de la Biblia, que fueron escritos por personas a las que el Espíritu Santo inspiró también de forma infalible, nos damos cuenta de que cada una de esas personas conservó su propio estilo, su forma de escribir, sus temas preferidos, incluso sus fallos de gramática. El Espíritu Santo no anuló sus características y cualidades humanas. De la misma forma, cada Papa conserva sus cualidades, su forma de ser, su estilo particular e incluso sus defectos y es en medio de ellos donde se manifiesta la Verdad de Dios. Dios ama a cada uno de sus hijos como es, incluido el Papa, y, por eso, la gracia no sólo no anula la personalidad de los seres humanos, sino que hace que sean más auténticamente ellos mismos.

Fijándome en como actúa Dios en el Papa, respetando su personalidad y su forma de ser, puedo estar seguro de que dejar actuar a Dios en mi vida no significa dejar de ser yo mismo, de que la presencia de Dios tampoco destruirá mi persona ni mi forma de ser en todo lo bueno que tiene. De que Dios me quiere como soy y también a mí me dice: eres precioso a mis ojos.

El hecho de que el Papa sea una única persona es, además, un signo de que el ser humano no construye la Verdad y de que la fe no depende de mayorías ni del esfuerzo humano, sino que es un don, un regalo para nosotros del amor de Dios, que recibimos en Jesucristo. Por eso la definición de este dogma afirmaba que la infalibilidad papal se ejerce “ex sese et non ex consensu Ecclesiae”, es decir, no por el consenso, sino por el don de Dios que se manifiesta en el Papa por propia la misión que tiene confiada.

A veces nos resulta más fácil aceptar que un Concilio sea infalible, porque inconscientemente nos estamos imaginando a un montón de sabios que discuten los temas, los sopesan y llegan a un consenso fundamentado en esa sabiduría humana. También estamos acostumbrados a que sean los grandes expertos en una materia los que tengan la última palabra sobre ella. Sin embargo, al actuar a través de una sola persona, que además es un pastor y no necesariamente un teólogo experto en el tema tratado, nos queda claro que la infalibilidad viene de Dios y no es una característica humana. Por eso precisamente nos suele escandalizar mucho más, porque hace falta la fe para aceptarla, ya que está despojada de apoyos humanos que la hagan razonable.

Un buen ejemplo podemos encontrarlo en Pablo VI. Este Papa se dio cuenta de que la opinión pública en su tiempo era radicalmente contraria a la doctrina católica sobre la anticoncepción. No sólo eso, sino que desde 1930, la práctica totalidad de las confesiones protestantes, empezando por la Comunión Anglicana, se había plegado a las exigencias del mundo moderno en este tema, cambiando su postura anterior y aceptando sin reservas el control de la natalidad.

En este contexto, el Papa reunió a un grupo de teólogos y moralistas expertos para que analizasen la cuestión. El resultado fue que esta comisión aconsejó a Pablo VI que hiciera lo mismo que los grupos protestantes y cambiase la enseñanza de la Iglesia en este punto. Sin embargo, Pablo VI, que humanamente no destacaba por una gran firmeza de carácter, escribió una encíclica, la , reafirmando y proponiendo claramente la doctrina católica sobre la regulación de la natalidad, recibiendo con ello innumerables críticas de todos los sectores, algunas de ellas durísimas, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Por la gracia de Dios y sin apoyos humanos, actuó como la Roca firme sobre la que Cristo edificó su Iglesia, como un verdadero profeta que grita al mundo también lo que no quiere oír, como el padre que corrige a su hijo preferido.

Creo que también conviene tener en cuenta que el uso más frecuente de la infalibilidad papal como tal se produce en las canonizaciones. A diferencia de las simples beatificaciones, las canonizaciones son actos infalibles. Así pues, ¿para qué usa con más frecuencia el Papa su infalibilidad? Para darnos la seguridad de que algunos hermanos nuestros están en el cielo, gozando de la presencia de Dios, intercediendo por nosotros. En cambio, nunca se utiliza la infalibilidad para lo contrario: la Iglesia nunca ha enseñado, y mucho menos de forma infalible, que ninguna persona en particular esté en el infierno. El ejercicio más habitual de la infalibilidad constituye, de este modo, un consuelo para nosotros del Amor de Dios, un signo de esperanza para los que aún peregrinamos en esta tierra.

Finalmente, la misma palabra utilizada para el dogma nos puede dar una pista sobre su vinculación al amor divino: “infalible” significa que no falla y lo único que de verdad no falla nunca es el Amor de Dios. Ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrán separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. Si el Papa puede proclamar la Verdad de forma infalible, es porque esa infalibilidad papal no es más que una expresión y una consecuencia de que el amor de Dios por nosotros no falla nunca.

22 comentarios

  
Suso
Blogger: Repasa la historia de como se llegó a tal definición, la cual no está clara ni mucho menos, nos aleja de nuestros hermanos ortodoxos, en cuanto al ecumenismo, y ha hecho en general un flaco favor.
16/02/08 3:11 PM
  
Bruno
Suso:

Creo que el argumento del ecumenismo no es apropiado, porque "prueba demasiado".

Siguiendo esa misma forma de argumentar, acabaríamos con toda la fe de la Iglesia, porque deberíamos desprendernos de nuestra creencia en el Magisterio de la Iglesia y en la Tradición, que nos separa de los protestantes, de nuestra creencia en la divinidad de Cristo, que nos separa de los Testigos de Jehová, de nuestra creencia en un solo Dios, que nos separa de los mormones, o de nuestra creencia en la Verdad, que nos separa de los relativistas. Lo mismo podríamos decir de todos los elementos de nuestra fe, porque siempre nos "separan" de aquellos que no los creen.

Un ecumenismo sano y católico sólo puede buscar la unidad en la Verdad. Prescindir de la Verdad sólo puede traernos una falsa unidad que no durará.

Por otro lado, el tema del artículo es la forma en que este dogma de la infalibilidad papal revela el amor de Dios. Para eso he supuesto que el dogma es verdadero, como creemos los católicos, al haber sido definido por el Concilio Vaticano I. Si usted cree que no es verdad este dogma, eso significa que su posición es la de un ortodoxo, un protestante o cualquier otra cosa, pero no la de un católico.

Un saludo.
16/02/08 3:39 PM
  
Fernando Vílchez
Me parece que la clave del asunto está en tener claro el alcance del dogma, pues la definición del Concilio Vaticano I, establece no la "infalibilidad del Papa" sin más; sino que, fruto de las discusiones abiertas que se tuvieron entre las diversas tendencias, claramente dice que es infalible el Magisterio del Romano Pontífice cuando habla ex cathedra en materia de fe y costumbres. El Magisterio ordinario del Papa lo asumimos los católicos en fidelidad a su ministerio petrino; pero infalible es sólo su Magisterio ex cathedra.
16/02/08 4:01 PM
  
Bruno
Estimado P. Vílchez:

Lo cierto es que el artículo no trata propiamente de porqué o cuándo es infalible el Papa, sino de cómo ese dogma de la infalibilidad es un reflejo del amor de Dios.

Es conocido que, como usted dice, el C. Vaticano I pone diversas condiciones (hablar ex-cathedra, en materia de fe o costumbres y proponer una doctrina como infalible e irreformable) para que una declaración papal sea formalmente infalible. Por supuesto, el Papa no es infalible cuando habla de fútbol ni, por ejemplo, en su último libro.

Sin embargo, a mi juicio, no debemos caer en el error de concebir la infalibilidad definida por el Vaticano I como algo aislado y que no tiene relación con el Magisterio ordinario del Papa o con su papel de presidir a los obispos en un Concilio ecuménico. No son misiones independientes, sino distintas formas de manifestar, según las ocasiones, un único y mismo ministerio petrino de "confirmar en la fe".

En mi opinión, considerar de forma totalmente aislada las declaraciones del Magisterio extraordinario es lo que lleva a la dificultad de comprenderlas.

Un saludo.
16/02/08 4:21 PM
  
Fernando Vílchez
Claro, no se trata de verlos de forma aislada, como usted dice, pero sí es importante, ubicar cada enseñanza en su justo alcance. Para los que somos hijos de la Iglesia, no hay ningún problema; pero de frente a esa "mala prensa" que acertadamente dice usted tiene este dogma, es necesario clarificar y distinguir.
16/02/08 5:32 PM
  
Bruno
P. Vílchez:

Totalmente de acuerdo. Parece increíble, pero mucha gente, especialmente algunos grupos protestantes, nos acusan de creer que el Papa es infalible en todo lo que dice. En ese sentido, hay que explicar muy claramente los límites de la infalibilidad.

Muchas gracias por su comentario.

Un saludo y aprovecho para pedirle su bendición para todos los que pasamos por este blog.
16/02/08 5:39 PM
  
ísabel
Bruno

Un gran artículo, muy bueno, de los mejores que te he leido, precisamente tratado, y esmeradamente compuesto, no dejas nada al azar. Saco en conclusión: Que a pesar de la infabilidad papal el Amor de Dios no nos falla nunca. Y que por supuesto, el magisterio ordinario está indefectiblemente unido al ex- cathedra, quiérase ó no, una consecuencia que no me queda clara Bruno, si aceptas ó reprochas. Pero a lo mejor le has dado una idea a Dios, que hable por la tele, urbi et orbe, con esa voz tronante qu todos conocemos de las películas "ad hoc", tú ya me entiendes.
16/02/08 6:01 PM
  
Juan Antonio
Bruno, déjame que haga de abogado del diablo. Aunque el post está en general bien explicado, el razonamiento es "circular", ¿no? Más o menos así como 1) el magisterio del Papa es correcto; 2) es bueno saber que se puede confiar en su magisterio, por tanto es bueno el dogma de la infalibilidad.

También le das la vuelta al argumento cuando hablas del Concilio. Como resulta más dificil de aceptar que una persona sea infalible (cuando habla ex cathedra, bla bla...) entonces eso muestra que la infalibilidad viene de Dios. Otra posibilidad lógica es que el Papa no sea infalible. En el caso de Pablo VI, dices que como el Papa hizo lo contrario de lo que le aconsejaban, entonces eso muestra que lo que dice está inspirado por Dios. Pero presupones (claro) que lo que hizo era lo correcto.

Seguiré pensando, la discusión es interesante.
16/02/08 7:07 PM
  
nachet
En realidad, la "impopularidad" de este dogma no es otra cosa que la traslación de toda una cultura post-mayo del 68 en el que el concepto de autoridad ha sido demolido. En su momento este dogma no ofendió a los católicos, sino a ortodoxos y protestantes. En las últimas décadas el debate se abre en las filas de los católicos.
Curiosamente, jamás este dogma ha estado en discusión entre el católico de a pie. Siempre son ciertos teólogos o sacerdotes los que lo hacen ¿por qué será?
Vivimos en una comunidad jerárquica. Al que no le guste siempre se puede apuntar a la iglesia a la carta de la rosquilla y el don Simón de Pepe Bono, Zerolo y de Castro, donde la doctrina es demagogia egoísta y los mandamientos eslóganes. La autoridad del Magisterio es indiscutible porque está avalada por 2000 años de papas y concilios. La infalibilidad del papa cuanto trata temas dogmáticos no es más que subrayar esa autoridad magisterial. Máxime cuando esa prerrogativa apenas ha sido empleada fuer...
16/02/08 7:59 PM
  
nachet
... fuera de sínodos, concilios o reuniones teológicas de alto nivel. Raramente el papa declara algo dogmáticamente sin que lo haya sido proclamado previamente por la Iglesia. Como decía aquel converso cubano que nos mostraste hace unas semanas, Bruno, el papa no se toma un café y dice "hoy me siento especialmente infalible, voy a definir un dogma".
Parece mentira que la leyenda negra anticatólica reciba aliento desde dentro de la Iglesia.
16/02/08 8:02 PM
  
Bruno
JA:

Efectivamente, el argumento sería circular si se intentara probar que el Papa es infalible. Pero no intento eso, lo doy por supuesto.

La pregunta respondida en el artículo era: si, como yo decía, todos los dogmas son una muestra del amor de Dios, ¿también nos muestra el amor de Dios el dogma de la infalibilidad papal? Eso es lo que he intentado mostrar.

Discutir si la infalibilidad papal es verdadera o no es una cuestión totalmente diferente. En mi opinión, la mejor manera de probarla es indirectamente. A grandes rasgos: Cristo prometió que la Iglesia enseñaría infaliblemente la fe, la Iglesia ha definido en un Concilio Ecuménico que el Papa puede enseñar infaliblemente, luego el Papa puede enseñar infaliblemente.

Un saludo.
16/02/08 9:28 PM
  
Bruno
Nachet:

Estoy de acuerdo con casi todo. Lo único que señalaría es que sí que hubo una cierta oposición dentro de la Iglesia en el momento de la proclamación del dogma.

Un grupo de gente no aceptó el dogma y fundó una iglesia aparte, llamada de los "Viejos Católicos", que todavía existe en un puñado de templos de centroeuropa. La última vez que vi uno de ellos me dio bastante pena, porque intentaban atraer gente diciendo: "Somos católicos pero aceptamos el divorcio".

En cambio, los dos obispos que votaron en contra en el Concilio, Luigi Aloisio Riccio y Edward Fitzgerald, fueron los primeros que, una vez aprobado el dogma, hicieron pública profesión de fe en el mismo, mostrando así una actitud verdaderamente católica.

Un saludo.
16/02/08 9:35 PM
  
Bruno
Isabel:

Yo, por mí, prefiero que no haya muchos truenos.

Me contento con escuchar la voz de Dios en la Escritura, la oración, la belleza de la creación, la enseñanza de la Iglesia y, con la gracia de Dios, cuando un día vea cara a cara a mi Señor.
16/02/08 11:05 PM
  
Juan Antonio
Vale, Bruno. Entonces, si supones la infalibilidad, el razonamiento resumido sería:

1) Cuando el Papa se pronuncia de forma infalible es Dios quien "habla"
2) Todo lo que viene de Dios es bueno y verdadero por definición
3) Luego todo lo que dice el Papa de forma infalible es bueno y verdadero, y en particular bueno para nosotros.

Corrígeme si me equivoco.

Yo casi que prefiero los truenos, sobre todo si caen en la moncloa. A ver si ZP se convierte. Tampoco me importa que caigan en la calle Génova, que también les hace falta. ¡Vaya tropa!
17/02/08 12:53 AM
  
isabel
Bruno


A esos contentos me apunto yo, y éste y el otro. Casi que coincidimos. A ver si es verdad eso de ver cara a cara al Señor, habrá que currárselo, ¿ no crées ?.
17/02/08 1:49 AM
  
Bruno
Isabel:

Pues sí, habrá que currárselo, que merece la pena.

JA:

Yo no he intentado mostrar que la infalibilidad papal es buena, precisamente por lo que muy bien indicas tú: si es de Dios tiene que ser, por definición, algo bueno.

Lo que he intentado (según tu pregunta) es mostrar cómo refleja el amor de Dios (al igual que todos los dogmas), de manera que si prescindes de ella te estás perdiendo una parte de la Revelación del amor de Dios a nosotros.

Creo que, en resumen, muestra el amor de Dios:

- porque es un servicio misericordioso a los más débiles y sencillos (y, en general, a todos nosotros, en lo que tenemos de débiles o de ignorantes), para que no nos perdamos en un mar de interpretaciones y teorías.

- porque es una muestra (entre otras muchas) de que Dios no nos deja solos en la duda y en la oscuridad, sino que tiene una palabra para nosotros que nos dé luz.

- porque es una forma muy "humana" de hablarnos, que muestra que Dios se rebaja a nuestra forma de ser, igual que hizo en la Encarnación, en vez de decir "que se apañen como puedan".

- porque se realiza en un hombre pecador como nosotros (el Papa), mostrando así que Dios nos quiere como somos y a pesar de nuestros pecados.

- porque Dios respeta la libertad del "instrumento" humano que utiliza (el Papa), lo cual muestra cómo el amor de Dios respeta nuestra libertad.

- porque muestra claramente que la Verdad no la construye el ser humano ni las mayorías, sino que Dios nos la regala porque nos ama.

- porque Dios garantiza que las verdades enseñadas de forma definitiva por la Iglesia no fallarán y, si Dios se ha comprometido con nosotros, eso se debe necesariamente al amor que nos tiene que tampoco puede fallar (un hombre sólo se compromete con una mujer y viceversa cuando se quieren de verdad).

UF, qué trabajo me das, pero la verdad es que me ha venido bien el esfuerzo de resumir todo el artículo en sus puntos fundamentales.

Algún punto te puede gustar más o menos, pero yo creo que queda bastante claro que el dogma de la infalibilidad papal refleja, a su propio modo, el amor de Dios por nosotros.

Este dogma no es algo ajeno a nosotros ni que no tenga nada que ver con nuestro conocimiento de Dios. Al contrario,si uno lo rechaza, se está perdiendo una pequeña parte de ese misterio del amor de Dios que se nos ha revelado.

Un saludo.
17/02/08 11:34 AM
  
Bruno
Sofía:

Si te he entendido bien, no tengo nada que objetar a lo que dices. El tener mayor o menor simpatía por unos u otros aspectos del misterio de la Iglesia es cuestión de gustos y, por lo tanto, no se puede discutir de ello.

Por supuesto, el amor de Dios y su delicadeza se muestra también en cómo nos habla en la oración, cuando leemos la Escritura, a través de la Iglesia-comunidad, en la belleza de la creación (éste último un método sutil pero maravilloso), etc. Pero los seres humanos también necesitamos, a veces, el discernimiento que nos saque de una duda de la que no podemos salir (eso sí, como tú dices, cuando es necesario. Sería horrible que el Papa hablase de forma infalible sobre absolutamente todo y no dejase espacio al pensamiento, a la investigación teológica, a la conciencia de cada uno, etc.).

Eso mismo hacía Jesús con sus discípulos: por ejemplo, los discípulos le preguntaron sobre el divorcio y el les dio una respuesta tajante y muy clarita o cuando los saduceos le preguntaron sobre la vida eterna (la mujer esa que se casaba siete veces...) también les dio una respuesta clara y concreta, no les dijo "pensadlo vosotros y a ver qué conclusión sacáis".

Una pequeña precisión sobre lo del blanco y negro. San Ignació no dijo nunca que si él veía blanca una cosa y la Iglesia le decía que era negra, entonces él diría que la veía negra también. Eso sería mentir y, además, totalmente irracional. Si la ves blanca, entonces la ves blanca.

Lo que él decía es que, en ese caso, se fiaría de la Iglesia y aceptaría que, aunque él la seguía viendo blanca, quien tendría razón sería la Iglesia, que sabía más que él (de las cosas que tiene que saber la Iglesia y que enseña como seguras, por supuesto). Eso sí que es razonable y hacemos este tipo de cosas todo el tiempo cuando nos fiamos de gente que sabe más que nosotros en determinados campos. No sé si me explico.

Un saludo.
17/02/08 11:47 AM
  
isabel
Querido Bruno, te explicas muy bien, como un libro abierto. Y donde mejor lo haces es es el apartado en el que aclaras que la infabilidada papal es un servicio de misericordia a los más débiles e ignorantes, y a la parte más débil e ignorante de los que se tienen por no débiles y no ignorantes ( en general ).

Servicio de misericordia= Obra de Misericordia. Acabas de incluir una nueva, la octava. "Tolerar la infabilidad papal".

Que grande eres Bruno. Te contaré que a veces ( hace tiempo que no )( pero hoy iré a Misa alli )me acerco en el barrio de Gracia a un humilde convento ( por pobrísimo ) de las Hermanas de Jesús Paciente, hace un año, allí dentro, me sucedió un hecho inexplicable, pero no es de eso ahora que quiero hablarte, en su interior se expone un cuadro pintado por Faustina Kowalska ( ve a Wikipedia, por favor y lée allí ). La renovadora de ese convento que te hablo, Mª Luisa Rubio murió en santidad em 1981, y es acerca de ella el suceso que me o...
17/02/08 5:39 PM
  
isabel
( ... )

el hecho que viví en la pequeña capilla y de lo que he sabido era su máxima preocupación y sufrimiento moral, las erróneas y peligrosas interpretaciones por parte de no pocos eclesiásticos sobre el Concilio Vaticano II. Las numerosas cartas que escribió al respecto a varios Obispos e incluso a algun Cardenal interviniente, en ellas se ven claramente reflejado su amor a la Santa Madre Iglesia, su adhesión incondicional al Santo Padre, su pasión santa por la verdad evangélica y su celo por mantener lo que ella entendía ser la auténtica tradición eclesiástica. Como te digo es conveniente que me acerque otra vez por allí, no he vuelto desde entonces, pero creo que debo hacerlo. Hay cosas que tú sabes que no solo las cura la medallita de San Benito.
17/02/08 6:08 PM
  
nachet
Sofía, estoy de acuerdo con lo que dices. Es más, mi opinión personal, totalmente lega, es que sería tal vez más preciso definir que el papa (como cabeza de la Iglesia) con el concilio (como representación de la comunidad) son infalibles conjuntamente.

También me tranquiliza enormemente saber que desde la promulgación de ese dogma, los papas lo han empleado en escasísimas oportunidades y con gran prudencia. Al menos en mi opinión. Es evidente, como decía san Agustín, que hay que mantener la unidad en los principal, pero hay que dar libertad en lo secundario.
18/02/08 9:45 AM
  
nachet
sofía, a mí tu punto de vista me parece bastante sensato. Y me alegra también mucho coincidir contigo. últimamente, dos de dos. Voy a empezar a preocuparme... ;-D
18/02/08 10:55 PM
  
Oscar Ocampos
Gracias al progarama emitido por el canal, tengo mas curiosidad de conocer sobre la verdadera historia de los papas, y de esa forma interiorsarme de rodos los males de la Iglesia Catolica
02/03/08 8:06 PM

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