Jesus, el chocolate y la Cuaresma
Una amable lectora francesa, afincada en Alemania, me envía un breve texto sobre la Cuaresma del P. Combeau, un joven dominico francés, que les traduzco a continuación, de forma bastante libre.
Lo que me ha llamado la atención del texto es que subraya algo que a mí personalmente siempre me gusta: ir a lo esencial.
Supongo que es evidente que no pretende afirmar que el ayuno o las privaciones voluntarias sean algo malo, todo lo contrario. Lo que sí dice es que las prácticas cuaresmales no son un fin en sí mismas, sino que están subordinadas al verdadero fin de la Cuaresma: convertirse, volver el corazón a Cristo.

Al comenzar la Cuaresma, siempre me acuerdo del Libro de Nehemías. Mejor dicho, me acuerdo de una escena de ese libro que, a mi juicio, es de las más bellas de toda la Biblia.
Continuando con el tema de estos últimos días, me parece interesante este otro texto del P. Cantalamessa, publicado por , que, hablando de las bienaventuranzas, presenta dos puntos que, a mi juicio, son esenciales.
Quaestio quodlibetalis 4. En el , recogí un texto de Raniero Cantalamessa, el predicador de la Casa Pontificia, sobre la primera bienaventuranza, en la que afirmaba que las bienaventuranzas sólo se entienden desde Cristo. Lo cierto es que, aun siendo consciente de lo valiosos que son las reflexiones del P. Cantalamessa, me sorprendió el interés que suscitaron, con más de mil visitas. Me he dado cuenta luego de que el texto parecía responder a un artículo de Xabier Pikaza sobre el tema, en el que se defendía la tesis contraria.
Hoy recojo esta breve reflexión del P. Raniero Cantalamessa, el Predicador de la Casa Pontificia, sobre una frase del Evangelio de hoy, la primera bienaventuranza: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.



