Jesus, el chocolate y la Cuaresma

Una amable lectora francesa, afincada en Alemania, me envía un breve texto sobre la Cuaresma del P. Combeau, un joven dominico francés, que les traduzco a continuación, de forma bastante libre.

Lo que me ha llamado la atención del texto es que subraya algo que a mí personalmente siempre me gusta: ir a lo esencial.

Supongo que es evidente que no pretende afirmar que el ayuno o las privaciones voluntarias sean algo malo, todo lo contrario. Lo que sí dice es que las prácticas cuaresmales no son un fin en sí mismas, sino que están subordinadas al verdadero fin de la Cuaresma: convertirse, volver el corazón a Cristo.

No habré vivido una buena Cuaresma porque pueda hacer una lista de decenas de cosas en las que me haya sacrificado, ni porque haya leído quinientas páginas de la Biblia, ni porque haya dado 100, 500 ó 1.000 euros a los pobres, sino porque las privaciones, la oración, la liturgia, la lectura de la Palabra de Dios y la ayuda a los necesitados me hayan llevado a encontrarme con Jesucristo, a dejarle espacio dentro de mí y a comenzar a vivir como él quiere que viva.

Por eso, al final de la Cuaresma, no nos presentaremos ante Dios y le diremos: mira todo lo que he hecho por ti, sino que nos pondremos de rodillas ante él y le diremos: gracias por todo lo que has hecho en mí.

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Cuando éramos pequeños, mi hermano y yo nos privábamos del chocolate durante la Cuaresma. Si les digo la verdad, ese sacrificio no me costaba mucho, porque no me gustaba el chocolate.

Tengo que confesar que, desde entonces, he aprendido a disfrutar del chocolate y que lo como durante la Cuaresma. Sin avergonzarme por ello.

La Cuaresma no es principalmente un tiempo de privación, sino sobre todo de conversión. Y los que han esquiado saben que, en francés, la palabra “conversión” lo que significa es dar media vuelta.

El resto son detalles y consecuencias.

Dar media vuelta hacia Cristo. Volverse hacia él, volver a ponerle ante nuestros ojos, hace que vuelva a estar presente en nuestros corazones.

Para la conversión, todos los métodos son buenos, desde el pan sin chocolate a fortalecer la oración, desde compartir nuestros bienes hasta la meditación. Volverse, en cuarenta días, hacia Cristo y quitar de nuestras vidas y de nuestros corazones lo que nos impide acercarnos a él. Nada más y nada menos.

Frère Yves Combeau O.P.

5 comentarios

  
Bruno
Hélène:

Merci beaucoup pour le texte. C'est très gentil de ta part de me l'avoir envoyé.

J'aime savoir que j'ai au moins une lectrice en Allemagne.

Que Dieu te bénisse largement toi aussi.
07/02/08 2:49 PM
  
Francisco
Coincido plenamente, no se trata de llegar un día viernes Santo a comer pescado porque se debe hacer ayuno de carne, y por lo que expresan en los medios de comunicación sobre la venta de pescado para esa semana, para muchos fieles (de los que van a misa una vez al mes o algo así)parece que eso es lo que corre.

Conversión también significa sacrificio, es decir, dejar morir al hombre o a la mujer que era, dejar de pensar y actuar de manera "correcta", que no es sino ser de un modo autocomplaciente con la sociedad actual. Conversión es dejar morir alegremente al hombre o mujer en el cual me sentía cómodo: saber las respuestas, conocer mis hábitos, complacerme en mis comidas preferidas, dejar de lado ese estilo ideológico o filosófico que me caracetrizaba, y dejarlo todo por Cristo... En buenas cuentas: abandonarse a Él.

Me permito una pequeña sugerencia para esta cuaresma, orar a diario la oración de abandono del Hermano Carlos de Foucauld
07/02/08 3:15 PM
  
JLLM
Gracias por el texto, al final es lo que ayer ocurrio, Conviertete y cree.
07/02/08 4:45 PM
  
Jovi
Todo ha de nacer del corazón:
ayuno: ayunemos de nuestros vivios;
limosna: compartamos lo que tenemos (dinero, tiempo, comida, etc.) con los que lo necesitan;
oración: aprendamos a decir: ¡Padre!
Y al final de la Cuaresma podremos decir: Gracias, Señor, aquí tienes mi pobreza. Llénala de tu Amor.
07/02/08 8:27 PM
  
Mª del Pilar
La cuaresma nos invita a revisar los cimientos de nuiestra fe, los compromisos de nuestro bautismo, el trato personal y comunitario con Dios, el puesto que damos a los hermanos en la vida ordinaria.

Toda esta tarea es posible no por nuestras fuerzas, sino por la llamada a la conversión que Dios mismo nos dirige y en la que El se empeña con nosotros.
08/02/08 4:04 PM

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