InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

10.10.23

Letanías marianas orientales

En estos días en que a veces parece que la Iglesia se dedica sobre todo a interminables reuniones, documentos y declaraciones de prensa y en que los temas del momento son la sinodalidad, la inclusividad y otros igualmente áridos, corremos el riesgo de olvidar que la belleza es uno de los atributos de Dios.

Para recordarlo, no hay nada mejor que poner la mirada en nuestra Señora, la más bella de las obras del Altísimo. De Maria nunquam satis, decía San Bernardo, de nuestra Señora nunca se puede decir lo suficiente y así ha sido siempre en Iglesia, desde el Evangelio (y, sin duda, desde la propia casa de la Sagrada Familia en Nazaret, donde Jesús y San José competirían por inventar nuevos nombres cariñosos para María).

La Tradición también está repleta de títulos y elogios de la Madre de Dios, tanto en Oriente como en Occidente. Como normalmente conocemos más o menos las tradiciones de la Iglesia latina, pero desconocemos por completo las orientales, he pensado que era buena idea componer unas letanías marianas con algunos de los preciosos títulos que se dan a la Santísima Virgen en Oriente. No nos vendrá mal utilizarlas para rezar por la Iglesia en estos días difíciles y espero que, a pesar de la pobre traducción, también puedan ser al menos un eco lejano de la sobrecogedora poesía de las liturgias orientales, para abrir el apetito.

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3.08.23

Hablando de las tentaciones

A veces pienso que la gran mayoría de las homilías mejorarían lo indecible si el sacerdote se limitara a contar lo que dijo sobre el tema algún santo o algún doctor o padre de la Iglesia. Como mínimo, sus palabras tendrían algo de sustancia y, además, tratarían temas que, por no estar de moda en nuestro tiempo, resultan prácticamente desconocidos para los fieles.

A modo de ejemplo, he traducido para el blog un breve fragmento de una homilía sobre las tentaciones pronunciada por San Juan María Vianney, el Cura de Ars y patrono de los sacerdotes. ¿Cuántas homilías se escuchan en nuestras iglesias que sean tan sencillas, claras y a la vez profundas y útiles para la vida cristiana de los fieles? Y eso que el Cura de Ars era más bien limitadito para los estudios. ¿Será que el secreto no está en las reuniones interminables, la psicología, la ecología, la actualidad periodística, el acompañamiento y otras zarandajas, sino en la vida espiritual, el conocimiento de los padres y de la Tradición de la Iglesia, el amor por la Escritura, la santidad y, ante todo, la fe católica?

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20.04.23

Bendición embotellada

No es necesario reinventar la rueda a cada momento, basta mirar un poco alrededor y aprender de otros. En la Iglesia hay infinidad de parroquias donde se hacen cosas estupendas que pueden simplemente copiarse, porque, como decían los antiguos, bonum diffusivum sui, el bien tiende a difundirse.

Por ejemplo, cópiese lo que se hace en la parroquia de la foto. No hay nada más fácil que llenar pequeñas botellitas con el agua bendita de la pila bautismal de la vigilia de Pascua y repartirlas el domingo siguiente entre los fieles a la salida de la Misa. Es un signo precioso de la Resurrección de Cristo celebrada en la vigilia, del bautismo de los catecúmenos y de la alegría pascual después del desierto de la Cuaresma.

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15.06.22

Poner nombres de santos a los niños

“Demos a nuestros hijos, desde el primer momento, un incentivo para el bien, por medio del nombre que les ponemos. Ninguno de nosotros se apresure a poner a sus hijos el nombre de sus antepasados, su padre, su madre, su abuelo o bisabuelo, sino el nombre de los justos, los mártires, los obispos y los apóstoles. Que esto sea un incentivo para los niños. Que uno se llame Pedro, otro Juan y un tercero lleve el nombre de algún otro santo. […] Que los nombres de los santos entren en nuestros hogares al poner nombre a los niños y así no solo aprenderá el niño, sino también el padre cada vez que piense que es el padre de un Juan, de un Elías o de un Santiago. Porque, si el nombre se da a sabiendas para honrar a los que ya murieron y nos acordamos de nuestro parentesco con los justos más que del parentesco con nuestros ancestros, esto será una gran ayuda para nosotros y para nuestros hijos. Aunque sea algo pequeño, no lo consideréis una nimiedad, porque su fin es ayudarnos”.

San Juan Crisóstomo (siglo IV), Tratado sobre la vanagloria o cómo deben educar los padres.

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La costumbre de poner nombres de santos a los niños, como se puede ver por el texto de San Juan Crisóstomo, proviene de los orígenes del cristianismo. Una época, además, en la que la Iglesia tuvo que crear esta costumbre de la nada, luchando contra la natural tendencia de los conversos del paganismo a poner a sus hijos los nombres de sus abuelos o familiares paganos. Es decir, una tendencia pagana que sufrimos también ahora, pero a la inversa, con la creciente predilección por nombres inventados, sobre todo en Hispanoamérica.

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5.06.22

La gran maravilla de Pentecostés

En La muerte de Arturo, de Thomas Mallory, se dice que “el rey siempre tuvo una costumbre: en la fiesta de Pentecostés, más que en ninguna otra fiesta del año, no comía hasta haber visto u oído una gran maravilla“. Era también el día en que los caballeros de la Tabla Redonda renovaban su juramento.

Yo ya he visto mi maravilla, aguarde cada uno la suya. Y por si necesitan una oración para pedir con más ahínco el Don de todos los dones, he compuesto este sonetillo para los lectores:

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