InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Pensamiento

27.06.13

¿Dios no existe porque el infierno no puede existir?

Portada TIME infiernoEn uno de los posts anteriores, un lector del blog, Gringo, ha puesto un comentario interesante. Como está algo enterrado por los 275 comentarios anteriores, voy a responder a él en este nuevo artículo.

El comentario en cuestión dice así:

“No, Dios no obliga a nadie amarlo… pero si no lo amas te manda al infierno. Y encima se supone que Dios te ama aunque tú no lo ames, pero si no le correspondes te manda al infierno. Al final Dios trae al mundo a las personas (porque todos venimos al mundo por voluntad de Dios ¿o no?), para que vivan unas pocas décadas en este valle de lágrimas, y para después hacerles pasar a algunos toda la eternidad en el llanto y rechinar de dientes. Y te dicen que Dios te ama.

Y eso es así aunque algunos no lo queráis admitir porque no os entra en la cabeza las contradicciones en las que os han educado desde pequeñitos. Dios te ama, aunque tú no le ames, pero te puede condenar al peor de los castigos para siempre, porque tú no le has amado, aunque él te ama. De locos”.

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12.06.13

Palos a Dios porque boga y palos porque no boga

Prohibido el pasoEstos días, en el escaso tiempo que una mudanza me ha dejado libre, he estado releyendo la autobiografía de C. S. Lewis, Sorprendido por la alegría. Es un libro interesantísimo y, aunque supongo que lo habré leído ya al menos una docena de veces, cuando lo releo siempre hay algo que me llama la atención y en lo que antes no me había fijado.

En esta ocasión, me he quedado un rato pensando sobre una frase en la que Lewis habla sobre uno de los grandes obstáculos que encontró para su conversión, basado en su individualismo Cuando era joven, por su carácter, no deseaba nada con más fuerza que ser dejado en paz y naturalmente esta característica suya se reflejaba en su ateísmo y en su rechazo de Dios tal como lo describe el cristianismo:

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14.05.13

Heterodoxia, humildad y la fe de los sencillos

Anciana rosario 2Hay cosas de las que no conviene hablar en domingo. En lo posible, el día del Señor debería estar dedicado a bendecir a Dios y a disfrutar de sus maravillas. Por eso no comenté la noticia sobre el tristemente famoso sacerdote de Entrevías cuando fue publicada en InfoCatólica, el pasado domingo.

No creo que haga falta comentar las tonterías que el pobre D. Enrique decía sobre el aborto, el “matrimonio” gay, la Iglesia o el celibato sacerdotal, porque se trataba de una heterodoxia de un nivel tan bajo que movía a la pena más que a otra cosa, a la vez que emitía claros efluvios sesentayochistas y trasnochados. Hay algo, sin embargo, que no me gustaría dejar pasar sin realizar un breve análisis: las palabras que dedicaba a su madre.

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10.05.13

Cualquier cosa menos la fe

ReligiónAyer, estaba uno de mis hijos viendo los dibujos animados en la televisión y me llamó la atención algo curioso. Los personajes, que eran animales humanizados, se dedicaban con ahínco a buscar algo que había perdido uno de ellos. ¿Qué era el objeto tan valioso que se había perdido? El “amuleto de la suerte” del propietario, necesario para tener suerte en no sé qué.

No se trataba de dibujos animados malvados, groseros o inapropiados, porque esos no se los dejamos ver. Era uno de los programas de dibujos animados más inofensivos, para niños muy pequeños. Tampoco se trataba de historias con tema fantástico, en las que uno de los ingredientes fuera la magia y los seres fantásticos, sino que era una más de historias totalmente cotidianas que podrían haber ocurrido a cualquier niño: el colegio, los amigos, competiciones… y un amuleto. Me temo que no debe de ser algo raro, porque hace algún tiempo vi otros dibujos animados totalmente distintos en los que también se hablaba con naturalidad de amuletos de la suerte.

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11.12.12

Caridad y dulzura no son sinónimos

En el post que escribí hace unos días, criticando unas declaraciones engañosas y que calumniaban a la Iglesia aparecidasen Religión Digital, una lectora me reprochó que ese post era una muestra de falta de humildad y caridad: “[Antes] no eras así; tenías humildad y caridad de verdad […]no eres el mismo. Siento decírtelo, de verdad”. Es totalmente cierto que de humildad no he andado nunca muy sobrado, ni antes ni ahora. Lo que decía esta amable lectora sobre la caridad, sin embargo, me dejó pensativo y estuve dándole vueltas durante varios días.

Al margen de mi caso personal (no se me ocurre ningún tema más aburrido que mi persona), creo que hay aquí un tema en el que conviene profundizar un poco. ¿Hablar con dureza es una falta de caridad? ¿Los cristianos siempre tenemos que tener cuidado para no ofender con nuestras palabras? Creo que el mismo hecho de que se planteen estas preguntas muestra un peligro grande que tenemos los cristianos en nuestra época: confundir la dulzura y la caridad.

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