Cuando las barbas de Noruega veas pelar
Hoy en día, todo se copia. Basta ver, por ejemplo, la televisión de cualquier otro país occidental y encontraremos los mismos programas que se ven aquí. No me refiero ya a los programas extranjeros traducidos, sino a los aparentemente españoles, con presentadores o actores españoles: generalmente son una copia casi exacta de un programa holandés, norteamericano, británico o alemán, con el mismo aspecto, los mismos logotipos y las mismas ideas. En cuanto se ve que un programa tiene éxito en otro país, se copia en los demás. Es normal, porque, a fin de cuentas, la creatividad cuesta cara y copiar es barato.
Me pregunto por qué esto, que resulta tan claro en temas comerciales, no se practica en otros asuntos más importantes. Tenemos la gran suerte de que algunas políticas que se promueven en nuestro país llevan muchos años ya implantadas en otros países y podemos ver los resultados.


La Conferencia Episcopal de los Estados Unidos ha publicado una versión actualizada de su guía para los votantes católicos. Esas guías episcopales, en casi todos los países del mundo, siempre me han parecido más bien poco claras y los documentos de los obispos norteamericanos no son, generalmente, una excepción. En estos últimos años, se puede observar, sin embargo, una tendencia hacia una mayor claridad y contundencia en los temas más importantes.
He visto algo por Internet que me ha entristecido. Ya sé que no tiene mucha importancia relativa, pero me ha dejado muy mal sabor de boca. Se trata de algo relacionado con Alberto Cutié, el conocido sacerdote que fue descubierto en situación comprometedora con una mujer y, en lugar de reconocerse pecador y arrepentirse, se hizo episcopaliano.









