InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Moral

2.01.24

Cuatro casos prácticos (y medio) de aplicación de Fiducia supplicans

Estos últimos días hemos hablado mucho sobre Fiducia supplicans, el documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que permite dar la bendición a las parejas en situación matrimonial irregular o del mismo sexo. Hay que reconocer que, en el plano teórico, en el texto del documento se ofrecen múltiples garantías de que estas bendiciones no se van a utilizar de forma indebida, para saltarse la doctrina católica sobre la sexualidad y el matrimonio.

En el documento se nos asegura, por ejemplo, que con las bendiciones “no se pretende legitimar nada, sino sólo abrir la propia vida a Dios, pedir su ayuda para vivir mejor”, que son “un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor” y están destinadas a personas que “desean encomendarse al Señor y a su misericordia, invocar su ayuda, dejarse guiar hacia una mayor comprensión de su designio de amor y de vida”, para “responder a la voluntad del Señor” y que el ministro puede pedir para las personas bendecidas “la luz y la fuerza de Dios para poder cumplir plenamente su voluntad”. En ese sentido, se reconoce que “la Iglesia no tiene potestad para conferir su bendición litúrgica cuando ésta, de alguna manera, puede ofrecer una forma de legitimidad moral a una unión que presume de ser un matrimonio o a una práctica sexual extramatrimonial”. Resumiendo, según el documento, las bendiciones permitidas están dirigidas a personas que quieren pedir la ayuda de Dios para salir del pecado y cumplir la voluntad de Dios y en ningún caso pueden ofrecer legitimidad a las prácticas sexuales extramatrimoniales.

Como, por desgracia, es frecuente que las palabras se las lleve el viento, los lectores estarán de acuerdo en que conviene contrastar esas palabras con los hechos. Dos semanas después de la firma de Fiducia supplicans podemos considerar cuatro casos prácticos (o mejor, cuatro y medio) de aplicación de la misma, para comprobar si esas garantías que nos ofrecía eran reales. Como dice el proverbio ruso que recordó Reagan en relación con el desarme nuclear: confía, pero verifica.

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29.12.23

Los centinelas están despertando

Con agradecimiento y casi sin atrevernos a creer lo que veíamos, hemos contemplado estos días cómo los centinelas, que estaban sumidos en un sopor invencible, han empezado a despertar. Los obispos, los centinelas de la Ciudad de Dios, que parecían dispuestos a callar pasara lo que pasase, se han decidido a hablar. Al menos algunos.

Ha sido una verdadera sorpresa para todos. Lo humanamente previsible era que la publicación repentina de Fiducia supplicans fuera recibida por los obispos con la misma mezcla de elogios de cara a la galería, indiferencia práctica y protestas privadas que otros documentos y declaraciones anteriores. ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué empiezan a despertar por fin los centinelas de la Iglesia? No es fácil de entender.

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18.12.23

Se burlan de nosotros

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe, dirigido por el Card. Victor Manuel Fernández, parece haber decidido llevar hasta el extremo el consejo del Papa Francisco de “hacer lío". Al menos, no se me ocurre otra forma de interpretar la decisión de abandonar su papel de enseñar la fe y dedicarse a la ficción literaria.

En efecto, el nuevo documento que ha aprobado hoy el Dicasterio es un ejercicio de pura ficción para permitir las bendiciones a las parejas que viven en adulterio o del mismo sexo. Se trata de una declaración, titulada Fiducia Supplicans, que consiste en esencia en fingir que no se está bendiciendo lo que sí se está bendiciendo, aunque todos sabemos que es eso lo que se está bendiciendo y todos sabemos que es eso lo que se quiere bendecir y todos sabemos que es completamente contrario a la moral católica bendecirlo.

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2.10.23

Una «respuesta» a los dubia que no es ni siquiera cristiana

Leo con asombro y tristeza la respuesta que escribió el Papa Francisco a los dubia presentados por cinco cardenales sobre los temas que van a debatirse en el tristemente famoso Sínodo de la sinodalidad. No vamos a entrar en si fue redactada por el propio Papa o por el cardenal Fernández. En realidad da igual: está firmada por el Papa y eso es lo que importa.

Esta “respuesta”, como era de prever dada la confusión actual, no responde a las preguntas, sino que se limita a confundir más las cuestiones en lugar de aclararlas, una forma de actuar que, hasta donde puedo ver, es inédita en el Magisterio de dos milenios de historia de la Iglesia. Desgraciadamente, eso no es lo peor y decía que he leído la respuesta con asombro y tristeza porque me veo obligado a concluir que no es simplemente confusa y errónea, sino que ni siquiera cumple los requisitos mínimos para ser considerada cristiana. Al menos a mi (falible) juicio. Vamos a verlo brevemente.

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20.05.23

Preguntas sobre el instinto para el error

Hay personas que tienen un instinto certero para acertar casi siempre, como Santo Tomás, y otras que parecen tener el instinto contrario, como Mons. Vinzenzo Paglia. Por supuesto, esto constituiría una simple desgracia personal y no sería tema apropiado para que habláramos de él aquí, si no fuera por el gran daño que pueden hacer los errores habituales de Mons. Paglia al ser difundidos desde sus altos cargos de Presidente de la Pontificia Academia para la Vida y el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia.

El prelado acaba de decir, por ejemplo, “a propósito de los anticonceptivos”, que “el deber de los teólogos es la investigación, la reflexión teológica. No se puede hacer teología con un ‘no’ delante. Después será el Magisterio el que diga: ‘No, has ido demasiado lejos, vuelve atrás’. Pero el desarrollo teológico debe ser abierto, para eso están los teólogos”.

Si no fuera por la amarga experiencia de años, uno se asombraría al leer afirmaciones como estas en boca de un prelado y más de uno dedicado específicamente a esos temas, porque objetivamente muestran un desconocimiento absoluto de lo que es la teología y la misma fe católica. Por desgracia, hace tiempo que ya no nos sorprendemos.

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