Una última oportunidad para Lérida
Probablemente, todos los lectores conocerán el culebrón de los diez años de litigio por la propiedad de las obras de arte de parroquias que antes pertenecían a la diócesis de Lérida y ahora son de Barbastro. A mí, personalmente, me ha causado una gran tristeza, a pesar de que no tengo ninguna relación con esas dos diócesis, más allá de ser católico, que ya es bastante.
Lo cierto es que ya me parece poco adecuado litigar por una causa así ante los tribunales eclesiásticos. Más me gustaría que las diócesis españolas compitiesen por ver cuál es más generosa en favor de las demás, no sólo compartiendo lo que les sobre, sino incluso dando de lo que necesiten para vivir, como la viuda del Evangelio.
Lo peor, sin embargo, es que la cosa no quedó ahí, en un simple acudir de buena fe y amigablemente a la mediación de la Iglesia. La disputa se fue convirtiendo en un circo, con cruces de acusaciones, resistencia continua a obedecer las decisiones de los tribunales eclesiásticos o guiños a las autoridades civiles autonómicas.