A veces se ve mejor desde fuera
A veces me da la impresión de que los católicos estamos demasiado ocupados con las cuestiones y polémicas del momento y no encontramos tiempo para disfrutar de la fe, del conocimiento de Cristo, de estar en la Iglesia, de ser hermanos de los santos e hijos de la Virgen, del viento impetuoso del Espíritu Santo, de la misericordia eterna del Padre. Peor aún, muchos católicos de nombre encuentran la fe aburrida o incluso una carga para sus vidas y están deseando librarse de ella.
Estoy convencido de que, a menudo, la misión de los conversos como Newman, Papini, Messori, San Agustín o Luis Fernando es recordarnos a los demás católicos el valor de la inigualable herencia que hemos recibido. Quien ha vivido fuera de la Iglesia, ha podido experimentar en su propia carne lo profunda que es la insatisfacción de aquellos que no han encontrado a Jesucristo o a su Iglesia. Algunas veces, a los que estamos en la Iglesia los árboles no nos dejan ver el bosque y es más fácil entender y amar lo que es la Iglesia desde fuera de ella, donde no ciegan los detalles sin importancia.

Me ha parecido muy significativo un artículo publicado ayer aquí, en Religión Digital, titulado “
Ahora que ya han pasado unos días desde que a todo el mundo le dio por escribir sobre los sombreros y zapatos rojos del Papa, voy a dar yo mi opinión, de forma más pausada (debo reconocerlo, soy bastante lento y prefiero darles vueltas a las cosas antes de hablar de ellas).
Hace algún tiempo, una comentarista de este blog reconocía, algo avergonzada, que no solía leer los documentos eclesiales que se van publicando. No me avergüenza reconocer que a menudo me sucede lo mismo.
Me voy a permitir hacer una pequeña sugerencia en este sentido. O mejor dicho, voy a recordarles lo que ha sugerido alguien que conoce mucho mejor que yo las necesidades de la Iglesia: Benedicto XVI.



