InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

22.09.22

No hay que ser un genio para entenderlo

Hace mucho, mucho tiempo, en la época en que los dinosaurios dominaban la tierra, o casi, me tocó hacer el examen de acceso a la universidad (o selectividad, como se llamaba en aquellas edades prehistóricas). No sé si demostré muchos conocimientos, pero al menos aproveché para aprender algo importante sobre la naturaleza humana que nunca he olvidado.

Me examiné en la universidad pública a la que luego asistí como alumno y, debido su caos organizativo endémico, no encontraron aulas suficientemente grandes para nosotros a pesar de tratarse de una universidad gigantesca. Como si no fueran capaces de encontrar hielo en pleno Polo Norte, vamos. La solución que encontraron fue hacinarnos como pulgas en perro flaco, colocándonos en sillas pegadas unas a otras, de manera que cada uno de nosotros tenía delante su examen y, a unos veinte centímetros de distancia, los exámenes de otros dos estudiantes, uno a cada lado.

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16.09.22

Alguien tiene que decírselo

Algunas personas no tienen la capacidad de hablar bien en público de forma espontánea y sin haber preparado el discurso. Mejor dicho, la gran mayoría de las personas no tienen esa capacidad. A estas alturas no creo que sorprenda a nadie si señalo que el Papa Francisco forma parte de esa gran mayoría de la humanidad. Hablar en público no es uno de sus dones y sus colaboradores cercanos deberían decírselo. Entiendo que a nadie le gusta que le recuerden sus defectos. Y entiendo también que a nadie le gusta tener que ser el que recuerda esos defectos a su jefe. Pero a veces es necesario y un deber.

Ser Papa no conlleva tener todas las cualidades del mundo y es normal que no se le dé bien hablar en público. Como decíamos, eso le sucede a la mayoría de la gente, obispos incluidos. Lo que no es normal es que, aparentemente, no sea consciente de que no sabe hablar espontáneamente en público, se empeñe en hacerlo a tiempo y a destiempo con desastrosas consecuencias y ninguno de sus colaboradores tenga el valor de decírselo.

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12.08.22

El último sínodo

Como parte de la serie que tenemos en curso sobre el Sínodo de la sinodalidad, me ha parecido oportuno traer al blog este artículo de un buen sacerdote amigo mío sobre “El último sínodo”.

El artículo se escribió el pasado Adviento, pero no ha perdido nada de su actualidad e importancia. De hecho, tiendo a pensar que, si hoy en la Iglesia tuviéramos siempre en mente el último sínodo, como hacían los primeros cristianos, nos preocuparíamos mucho menos de la sinodalidad y otras modas del momento y mucho más de las cosas verdaderamente importantes. Marana tha!

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21.07.22

¿Corrección a los obispos alemanes? Parece que no

Al enterarme de que la Santa Sede ha publicado una declaración para regañar a los obispos alemanes por su “camino sinodal”, he estado a punto de pedir al párroco que eche al vuelo las campanas de mi pueblo. A fin de cuentas, el comportamiento de los obispos alemanes, junto con muchos fieles “importantes”, lleva años siendo un gran escándalo para toda la Iglesia.

Estupefactos, hemos podido contemplar cómo sucesores de los Apóstoles han defendido en público y repetidas veces abandonar la enseñanza moral irreformable de la Iglesia en cuestiones como los anticonceptivos o las parejas del mismo sexo, además de poner en duda la fe católica sobre el sacerdocio el matrimonio y otros temas. Todo ello sin que la autoridad de la Iglesia los corrigiera.

Por fin parece que ha llegado el tiempo de la corrección. ¿Habrá que echar las campanas al vuelo? Me temo que no.

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26.05.22

¿Dónde va el Sínodo sobre la sinodalidad? (1)

Antes de hablar de un sínodo de la Iglesia, conviene reconocer que, sin duda alguna, la inmensa mayoría de las personas que participen en él lo harán con la mejor e incluso la más santa de las intenciones. Igualmente, siempre habrá quien se beneficie de lo que oyó en una sesión sinodal o de un acto litúrgico que se celebró, gracias a Dios. Por otro lado, también hay que reconocer que, como dice el refrán, las buenas intenciones no siempre llevan al cielo o a lo mejor para la Iglesia. En ese sentido, aparte de reconocer las buenas intenciones de los participantes y las experiencias pesonales positivas que haya, puede ser buena idea analizar también objetivamente a dónde lleva este Sínodo sobre la sinodalidad.

Para ello, a mi entender, lo primero que hay que hacer es no dejarse llevar por la propaganda (incluso aunque se trate de propaganda bienintencionada). Como fundamento y objetivo principal de este sínodo se señala que “sínodo” significa “caminar juntos” y se hacen multitud de consideraciones piadosas sobre ese tema. Estupendo. Es cierto que, etimológicamente, las raíces griegas del término significan más o menos eso. Sin embargo, no es menos cierto que, desde hace al menos dos milenios y especialmente en el ámbito eclesiástico, la palabra sínodo significa algo mucho más prosaico y cercano a la realidad: simplemente, una reunión.

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