InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

27.04.25

Cristo en las empresas

Todos somos hijos de nuestro tiempo, al menos en cierta medida. Es inevitable. Como los peces no notan el agua, nosotros apenas notamos la omnipresente ideología de nuestra época, que nos empuja por todos lados, desde que nacemos, en cada momento de nuestras vidas y sin descanso para que actuemos “como todo el mundo”, para que no nos salgamos de lo admisible, de lo políticamente correcto.

Uno de los grandes dogmas de esa ideología es la privatización de la fe: la fe católica resulta admisible para nuestra época siempre que permanezca en el ámbito de lo privado y no se manifieste públicamente ni afecte en nada a la vida social económica o política. Es decir, el ideal es una fe vergonzante, guardada como un secreto culpable o un polvoriento y arcaico traje regional en el armario, que no moleste ni pretenda ser relevante para nadie más que para el propio interesado e incluso para él solo sentimentalmente.

En ese contexto, me alegró conocer no hace mucho a un argentino, Gabriel Manrique, que estaba de viaje por España con su familia. No solo me alegró por la agradabilísima conversación que mantuvimos, sino en particular porque me contó algo políticamente incorrecto, pero muy esperanzador.

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24.04.25

Con estos bueyes

Con estos bueyes hay que arar” es un antiguo refrán castellano que indica la necesidad de aceptar la realidad por desagradable que sea: estos son los bueyes que tienes y deberás arar el campo con ellos o dejarlo sin arar.

En ese espíritu de aceptar la realidad, creo que conviene reconocer que una buena parte de los cardenales que están participando en el cónclave son heterodoxos, es decir, no creen en la doctrina o la moral de la Iglesia. No es algo que diga yo. No hace falta, porque son abiertamente heterodoxos. Solo hay que revisar un poco las hemerotecas para descubrir cardenales favorables al divorcio, los anticonceptivos, la inseminación artificial, la ordenación de mujeres, la fornicación, la disolución del orden sacerdotal en el sacerdocio común de los fieles, la inexistencia de actos intrínsecamente malos, la idea blasfema de que Dios a veces quiere que pequemos o no nos da siempre la gracia necesaria para no pecar, la reducción de los milagros de Cristo a mera psicología, las relaciones del mismo sexo (una heterodoxia extrañamente frecuente), etcétera. O, dicho de otra manera y para resumirlo en una sola heterodoxia paradigmática, en lo que creen es en la revisibilidad perpetua de la doctrina católica para adecuarla a la mentalidad mundana de cada época.

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23.04.25

Me importan un bledo los valores cristianos y el humanismo cristiano

El mes pasado, leí unas declaraciones de Giorgia Meloni, Presidente del Gobierno italiano, que tuvieron mucho eco en los medios. Me propuse escribir sobre ellas, pero hasta ahora los afanes normales de la vida y los más espirituales de la Semana Santa me lo han impedido. No quiero dejarlas pasar, sin embargo, porque creo que apuntan a una cuestión fundamental:

“Sigo creyendo en Occidente. No como lugar físico, sino como civilización. Una civilización nacida del encuentro entre la filosofía griega, el derecho romano y los valores cristianos”.

Muchos católicos se alegraron cuando se publicaron estas palabras, porque no es frecuente que los políticos mencionen el cristianismo de forma positiva, ni siquiera de refilón. Por eso enseguida difundieron las declaraciones por todas partes, como un ejemplo de lo que debe ser un buen político. Yo también me alegré al leer lo que había dicho Meloni, pero después sentí una gran tristeza.

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21.04.25

Morir en lunes de pascua

El lunes de Pascua es un día bonito para morir. Sin hacerle sombra al Maestro, pero con la esperanza de resucitar corporalmente como Él para la vida eterna. Toda la octava de Pascua, además, es como un solo gran día de celebración, porque la Iglesia sabiamente reconoce que algunas celebraciones son tan importantes que se necesitan más de veinticuatro horas para ellas.

Grande es la alegría de esta fiesta porque sabemos que, aunque seguimos muriendo, la muerte ya no tiene el poder de matar para siempre. La última palabra la tiene la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Desde aquella primera Pascua de Resurrección, los cristianos, como Santa Maravillas, sabemos que “morir ya no es morir, morir se acaba”. Por eso el Apocalipsis puede proclamar: dichosos los que mueren en el Señor.

No obstante, la mayoría de nosotros, incluidos los papas, moriremos con bastantes cosas que purificar en nuestras almas. Eso es lo que significa la palabra purgatorio: purificatorio o limpieza. Lo indicado, pues, es rezar por los que mueren, para que Dios vaya quemando en ellos, con el fuego de su misericordia, todo lo que les impide entrar en el cielo. Recuerdo a un simpático norteamericano que decía: “si a alguien, en mi funeral, se le ocurre decir que ya estoy en el cielo o algo similar, os ruego que le agarréis firmemente de los brazos y le echéis sin contemplaciones a la calle; voy a necesitar muchas oraciones cuando muera”.

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31.03.25

Prohibido prohibir en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe

En un artículo publicado hace dos días, Alejandro Bermúdez afirmaba que “el Vaticano abre las puertas al cambio de sexo”. Con ello se refería a que el cardenal Víctor Manuel Fernández intentó recientemente convertir en “doctrina” una “controvertida conferencia que dio en Alemania sobre cambio de sexo”.

Desgraciadamente, el artículo describía lo que en efecto ha sucedido. El cardenal Fernández ha publicado como documento oficial del Dicasterio para la Doctrina de la Fe una conferencia que pronunció en el país germánico, en la que repetía la doctrina de la Iglesia de que las operaciones del llamado “cambio de sexo” no están permitidas moralmente, pero, como novedad, introducía una excepción: el caso de “fuertes disforias que pueden llevar a una existencia insoportable o incluso al suicidio”. Es decir, cambiarse de sexo es inmoral a no ser que lo desees mucho, mucho, mucho de verdad. Puro sentimentalismo. Como si el hecho de que uno desee mucho pecar hiciera que el pecado fuese menos malo o incluso bueno.

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