Un vaso de agua o un sombrero
Algunos tienen la idea de que, en Inglaterra, cuando Enrique VIII rompió con la Iglesia Católica para crear el Anglicanismo (y poder casarse con su amante), la gran mayoría de la gente, clérigos y seglares, se hicieron inmediatamente protestantes sin ningún problema. Nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que se produjeron levantamientos armados de ingleses que querían ser fieles a la Iglesia, como la Peregrinación de Gracia y la rebelión de Bigod en tiempos de Enrique VIII y el Levantamiento del Norte durante el reinado de Isabel I. Multitud de mártires dieron su vida por Cristo y, durante siglos, las leyes persiguieron y destruyeron física o económicamente a los que seguían siendo católicos ocultamente, para conseguir extirpar el catolicismo en Inglaterra.
Alguna vez he pensado escribir un libro sobre las gloriosas páginas de martirio y fidelidad de los católicos ingleses. Si tuviera que elegir solo una de esas páginas, me resultaría difícil, pero, ya que estamos en julio, voy a relatar una muy sencilla que me encanta y que siempre me recuerda a aquella frase tan tierna de Cristo: os aseguro que todo aquel que dé de beber un solo vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa. Es una historia que, en mi mente, he bautizado como la historia del mártir cortés.
La zona más occidental de Inglaterra, llamada Cornualles, fue uno de los focos del catolicismo oculto que resistió heroicamente a la anglicanización forzosa. De allí era Juan Cornelio (John Cornelius) un joven estudiante de Oxford que, disgustado por el protestantismo que se enseñaba en la universidad, marchó a estudiar al continente, en Reims y en Roma, donde se ordenó sacerdote. Volvió a Inglaterra en secreto, porque ser ordenado sacerdote católico estaba penado con la muerte. Al cabo de diez años de misión entre sus compatriotas, fue denunciado por un tal William Holmes, lleno de rencor porque el sacerdote había corregido sus vicios.
El sheriff de Dorsetshire acudió a arrestar a Cornelio con sus guardias. Le sacaron de la casa a empellones, sin darle siquiera tiempo a ponerse un sombrero. Hay que entender que, en aquella época y durante siglos después, salir sin sombrero era una gran humillación, parecida a la que hoy sentiríamos si nos encontráramos en la calle sin pantalones.
Al verlo, Tomás Bosgrave, un caballero de Cornualles que también era católico oculto, se acercó y, poniendo su propio sombrero sobre la cabeza del sacerdote, le dijo: “el honor que debo a vuestro ministerio no me permite sufrir que vayáis con la cabeza descubierta”. ¡Qué palabras tan apropiadas para un caballero católico! Claramente no debía haber ningún español entre los presentes, porque, de otro modo, se habría oído en ese momento un gran “¡Olé!”.
De inmediato, solo por aquel valiente gesto de cortesía para con un sacerdote de Jesucristo, Bosgrave fue arrestado junto con el propio Cornelio y dos sirvientes irlandeses católicos de la misma casa, Juan Carey y Patricio Salmon. Los cuatro fueron enviados a Dorchester para ser juzgados. Ninguno de ellos quiso traicionar ni a otros católicos ni renunciar a su fe, así que todos fueron condenados a muerte, el sacerdote por alta traición y los demás por haberle prestado asistencia.
El 4 de julio de 1594, estando ya en el cadalso, uno de los irlandeses besó la cuerda con la que le iban a ahorcar, llamándola “precioso collar”, y el otro exhortó a los presentes a volver a la Iglesia Católica. Cornelio besó también el patíbulo de su martirio e intentó hablar a los espectadores, pero, por tratarse de un sacerdote, se lo impidieron. Por su parte, Tomás Bosgrave, el cornuallés de la cortesía, que era un hombre culto, pronunció con sus últimas palabras un discurso sobre la verdad de la fe católica que dejó callados a todos los presentes.
Los cuatro hombres, más otros tres que murieron en fechas distintas, son conocidos como los mártires de Chideock, que era el nombre de la mansión donde vivían, perteneciente a la católica Lady Arundell, tía de Bosgrave. Fueron beatificados como mártires en 1929 por Pío XI.
El mismo Señor que prometió que el que diera un solo vaso de agua a sus discípulos no quería sin recompensa también dijo: lo que hicisteis a uno de estos, mis pequeños hermanos, a mí me lo hicisteis. En vez de un vaso de agua, nuestro mártir entregó su sombrero, movido por la fe, por la caridad y también por la cortesía propia de un católico. Al ceder su sombrero a un sacerdote apresado, Tomás Bosgrave en realidad se lo estaba cediendo al mismo Cristo. Su gesto de cortesía no quedó sin recompensa y mereció recibir en el cielo la palma del martirio. Que el mártir de Chideock interceda por nosotros, para que siempre seamos, como él, corteses con Cristo en la persona de sus sacerdotes.
26 comentarios
"La historia de los católicos ingleses es tan apasionante como poco conocida"
Sí, me apena un poco y por eso he pensado más de una vez en escribir un libro sobre ella, pero tengo tantos proyectos y tan poco tiempo...
"Me permito recomendar la hermosa novela de Benson editada por "Arcaduz" que se llama "A la horca""
Sí, es estupenda: Come rack! Come rope!
Solamente todas las Actas contra católicos desde la de Supremacía de Enrique VIII hasta la que se traduce extrañamente como "Alivio Católico" de 1829, o de "Ayuda Católica" si se quiere, que fue la última, hay muchísimas leyes del Parlamento Británico que me cansé de traducir. Estas actas, que van de mayor a menor vilipendio, dan mucho que pensar.
Contra los católicos se hacían progromos, aunque nunca se le llamaron así, porque el católico en Inglaterra era el traidor oculto y jugaba el mismo papel que los judíos en otros países. Charles Dickens tiene una novela "Barnaby Rudge" en la que se puede ver uno de estos progromos: los Gordon Riots de 1780.
Con bastante objetividad, aunque a la manera de Dickens, pinta a aquella gente como malhechores.
Decir que los católicos eran herejes carecía de sentido, pero, al negarse a jurar el Acta de Supremacía la acusación de traidor vendido a otros países era más tragable y se echaba a las masas contra ellos.
Los reyes ingleses lo hicieron muy bien porque consiguieron que los anglicanos odiaran a los católicos, pero como todos los anglicanos habían sido católicos, eso les producía confusión y en esos casos se incrementa la persecución para acallar la conciencia y si esa persecución produce pingües beneficios mejor. Hermanos delataron a hermanos, hijos a padres, maridos a sus esposas y esposas a sus maridos, naturalmente el denunciante se quedaba con los bienes del denunciado por lo que la codicia tuvo que ver. Si tú sabes que has denunciado a tu hermano para quedarte con toda la herencia tienes que encontrar un motivo que disculpe el proceder, de manera que el malvado era el despojado de sus bienes y colgado en Tyburn y el bueno el anglicano fervoroso que duplicaba su hacienda por una buena acción
En realidad la ley no estaba hecha para beneficiar a los católicos sino para permitir que, como tenían un buen cacao en América con los insurrectos americanos y necesitaban más soldados, los católicos pudieran entrar en el ejército porque lo tenían prohibido.
La traición pesó sobre los católicos de tal forma que hubo periódicos que, durante la IGM, dudaron de que los militares católicos defendieran Gran Bretaña y lo publicaron. Que se lo digan al poeta Siegfried Sassoon o al mismo J.R.R. Tolkien, que también luchó.
No me extraña que la "pérfida Albion" los oculte. Los ingleses son especialistas en este tipo de acciones. Cómo también lo fueron en propagar la llamada Leyenda Negra.
Mientras aireaban la Inquisición Richard Topcliffe sigue estando bajo la moqueta, porque a los ingleses les encanta las moquetas si no tienen alfombras, las dos sirven para que no se vea la porquería. Ni caso a la Wikipedia que dice que Topcliffe, el libidinoso, se empobreció por su servicios a la corona. Solo algunos historiadores, que son blogueros, tocan al personaje y le llaman de todo. Puedes mirar aquí: https://mathewlyons.co.uk/2012/06/25/richard-topcliffe-the-queens-torturer/
Que bueno eres ... te felicito... gracias por esta historia admirable!!! Bendiciones!
"Y se perdieron 4 vidas por algo tan estúpido como una controversia religiosa"
Si hay alguna controversia por la que merece la pena morir, es una controversia religiosa, que son las únicas verdaderamente importantes. Pero claro, para eso hay que creerse de verdad lo que uno dice.
Por otro lado, las 4 vidas de las que habla no se perdieron, sino que se ganaron para la vida eterna. Así lo dijo nuestro Señor: quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.
Bueno, ya sabemos que, según el dogma fundamental del hugonismo, Jesucristo se equivocaba a menudo (básicamente cada vez que no estaba de acuerdo con usted), pero perdonará que los cristianos no lo veamos así.
Y se perdieron 4 vidas por algo tan estúpido como una controversia religiosa
08/07/25 8:35 AM
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No se perdieron, ¡¡se ganaron!!
Bruno, adelante con el proyecto de escribir sobre la persecución de la Iglesia en Inglaterra.
Saludos.
Lo que está en cuestión no es que sus padres fueran católicos, que lo eran, sino si él mismo fue un criptocatólico, entendiendo por tal el que iba a los oficios anglicanos con el Libro Oficial de Oración y, por lo tanto había jurado el Acta de Supremacia, pero seguía siendo católico por formación. Si hubiera sido recusante jamás habría podido estrenar ni una sola obra de teatro.
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