InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Signos de la fe

19.06.17

Creo por las bicicletas

Como bien sabe todo epicúreo que se precie, hacer eses montando en bicicleta es uno de los grandes placeres de la vida. Algunos desdichados solo lo experimentan en la niñez y más tarde lo olvidan, bajo la presión de otros placeres más sofisticados y mucho menos placenteros. Lo cierto, sin embargo, es que puede disfrutarse a cualquier edad si uno conserva la capacidad de admiración común a niños, poetas, filósofos y santos.

En un terreno plano o ligeramente cuesta abajo, la sensación es fantástica. Parece que la bicicleta se moviese sola, deslizándose velozmente al girar, impulsada por el viento o por algún espíritu juguetón que habita en bicicletas, patines y triciclos. Mejor aún, se diría que la bicicleta se hace una sola cosa con su dueño, formando una especie de criatura mitológica, un centauro hombre-máquina, con ruedas en lugar de patas.

Uno podría estar horas disfrutando de la sensación de libertad que ofrece un mundo sin rozamiento, en el que puede moverse a su antojo de un lado a otro y cambiar de dirección sin esfuerzo ni perder velocidad. El cansancio, la inexorable gravedad y los problemas de los simples peatones quedan atrás, olvidados e insignificantes, y el conductor de la bicicleta recorre, triunfante y sin prisas, un reino perfectamente dispuesto para su goce y disfrute.

Como todos los grandes placeres de la vida, es humilde, fugaz y, a los ojos del mundo, intrascendente e infantil. Como todos los verdaderos placeres de la vida, no es casual ni arbitrario, sino que encierra un secreto, un gran Misterio oculto para los que tienen ojos pero no ven y tienen oídos pero no escuchan. Nos habla del cielo.

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25.05.17

La abuela de Santa Maravillas

Santa Maravillas de jovenReleyendo la más que recomendable vida de Santa Maravillas de Jesús escrita por el P. Iraburu y publicada por la Editorial Gratis Date, me he fijado en una frase que, en anteriores lecturas, no había llamado mi atención:

Doña Patricia Muñoz, viuda, vive con ellos, ha hecho voto de pobreza, e influye mucho en la formación espiritual de su nieta Maravillas, le lee vidas de santos, le enseña a orar y a amar la pobreza y a los pobres”.

Supongo que es comprensible que no me fijara en estas líneas, porque la abuela no es uno de los “protagonistas” del libro y, si no recuerdo mal, no vuelve a mencionarse más en él después de esta breve aparición.

Creo que la referencia a la abuela de la santa, sin embargo, es más importante de lo que parece. Seguro que muchos pensarían que estaba loca. ¿Qué sentido tenía que una anciana viuda hiciera voto de pobreza y se consagrara a Dios? Además, ni siquiera había ganado la compañía y el apoyo de otras religiosas en un convento, sino que era un voto privado. ¿A quién beneficiaba eso? ¿Para qué podía servir? ¿No había hecho ya suficiente? ¿No era mejor que se dedicara a otras cosas, en lugar de tanto rezar, y que viviera lo más a gusto posible los pocos años que le quedaban de vida?

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24.04.17

Budismo y cristianismo, como la noche y el día

Actualmente está muy de moda afirmar que todas las religiones son lo mismo, que da igual ser budista que cristiano, porque sólo son formas distintas de vivir la espiritualidad y, en el fondo, complementarias. Por desgracia, no faltan incluso sacerdotes y religiosos católicos que lo digan. En mi opinión, esta idea tan extendida de que todas las religiones son iguales, junto con la presencia en nuestra sociedad de diversas religiones orientales y, especialmente, el budismo, nos obligan a plantearnos en serio porqué somos cristianos y no budistas. ¿O es que da igual ser una cosa que otra?

¿Por dónde empezar? Claramente no por los pequeños detalles. Las religiones son realidades humanas amplísimas, que afectan al pensamiento, la moral, la organización social, la vida familiar y a miles de otros aspectos de la vida humana. Esta amplitud nos desborda y resultaría ridículo, por ejemplo, comparar el color naranja de las túnicas de los monjes budistas y el color negro, gris o blanco que visten los sacerdotes católicos, para sacar de ahí algún tipo de conclusiones. Lo que sí se puede hacer es buscar el núcleo de una religión, para conocer bien su esencia, cuál el mensaje fundamental que la caracteriza y que permite entender, en un contexto adecuado, todas sus características secundarias.

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17.12.16

El cilicio de Tomás Moro

Los partidarios de Trump pueden enorgullecerse, con cierta razón, de que su candidato haya ganado las elecciones ante una fortísima oposición y haciendo gala de su postura transgresora contra el establishment y lo políticamente correcto. No conviene olvidar, sin embargo, que se trata de una “revolución” dentro de unos mismos presupuestos suicidas. Como mucho, un retraso en el camino hacia el abismo.

Si alguien quiere saber cómo es de verdad un político políticamente incorrecto, que no mire a Trump. Vaya, en su lugar, a la abadía de Buckfast, en el suroeste de Inglaterra. Este precioso monasterio benedictino fue reconstruido a finales del siglo XIX por un grupo de monjes franceses, después de haber sido destruido en el XVI por la reforma protestante.

Allí podrá contemplar el lector algo estupendo. En un altar de la abadía, desde el pasado mes de octubre se muestra a la veneración de los fieles el cilicio de Sir Tomás Moro, canciller de Inglaterra, mártir y santo. Eso sí que es algo verdaderamente diferente, a lo que no estamos acostumbrados.

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4.10.16

"Los inmisericordes son los que nos reían las gracias para hacerse los buenos"

El otro día, un lector con el botánico nombre de Roblete dejó en el blog un comentario que me pareció clarividente y a la vez intrigante: “Quienes hemos estado apartados de la doctrina de la Iglesia y por gracia de Dios la hemos descubierto, sabemos por experiencia propia que los inmisericordes no son los que no nos daban la razón cuando estábamos errados sino los que nos reían las gracias para hacerse los buenos y comprensivos".

Me pareció un tema muy interesante, porque, desgraciadamente, es muy frecuente identificar la misericordia con decir a cada uno lo que quiere oír. Como además Roblete hablaba desde su experiencia personal, lo invité a escribir unos párrafos sobre el tema para publicarlos en el blog. Y aquí están.

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