15.09.08

Por las calles de Australia

Una chica de mi parroquia, Lucía, me ha enviado estas líneas sobre su experiencia en la Jornada Mundial de la Juventud en Sydney.

Me gustaría señalar lo bien que ha hecho Lucía al enmarcar su experiencia del Encuentro en Australia con su situación anterior aquí en Madrid. Las peregrinaciones y los encuentros son momentos de una gracia especial de Dios, pero no están aislados, sino que forman parte de una larga y continua Historia de Salvación que Dios mantiene con cada uno y que dura desde que nacemos hasta que morimos.

También me ha llamado la atención la imagen de los cientos de miles de jóvenes que fueron a Sidney, anunciando el evangelio por las calles en pequeños grupos, por toda Australia. Sin duda, este verano habrá sido un tiempo especial de gracia y de ánimo para toda la Iglesia Australiana, como querían el Papa y el Cardenal Pell.

Los propios jóvenes que participaron en el Encuentro y en la evangelización de los días anteriores y posteriores pudieron experimentar el gozo que se siente al anunciar a Cristo. Lucía da una buena muestra de ello con este testimonio que no es más que otra forma de compartir su fe con el mundo entero.

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14.09.08

Es mentira, no está vacía

Hoy no voy a hablar de mentiras de políticos o periodistas poco escrupulosos, sino de algo mucho más antiguo y, paradójicamente, aún más actual. Se trata de una mentira con mucha solera, que lleva engañando a los hombres desde que el mundo es mundo.

Es una mentira muy sencilla, pero terriblemente dañina. El demonio es el Príncipe de la Mentira y sabe perfectamente dónde está tu punto débil. Se limita a sugerir, cuando estás sufriendo, que la cruz está vacía. Es decir, que estás solo con tu dolor, que tu sufrimiento no le importa a nadie, que no tiene ningún sentido. Tu matrimonio se rompe y a nadie le importa. Tienes una enfermedad grave y, a pesar de las condolencias de tus amigos, el que sufre eres tú y sólo tú. Tus defectos, tus complejos y tus fracasos, que tanto te hacen sufrir, te separan de los demás y por eso los ocultas, los escondes, te avergüenzas de ellos y los tienes que soportar en solitario. Pierdes tu trabajo, suspendes tus exámenes después de haber estudiado, fracasas en tus metas y todo eso, ¿para qué? No tiene sentido. Te mueres solo, angustiosamente solo…

Es fácil sacar la conclusión lógica de esta falsa premisa. Si no hay nada peor que el sufrimiento, para evitar el sufrimiento habrá que hacer lo que sea necesario: mentir, engañar, pisotear al prójimo, adulterar, robar, explotar a otros, fornicar, derrochar, drogarse, suicidarse… cualquier cosa, sea lo que sea, con tal de no sufrir. Así vive el mundo entero y así viven los cristianos que se han dejado engañar.

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4.09.08

Audacia, milagros y unos ojos grandes

Un par de días después, siendo domingo, fuimos a Misa por la mañana a la Catedral de Lugo, dedicada a Nuestra Señora.

Muchas cosas me gustaron de esta Catedral que es ahora la sede de Monseñor Carrasco Rouco, quien hace tiempo fue profesor mío y del cual guardo un grato recuerdo. Algunos pequeños detalles me parecieron muy oportunos, como las pequeñas octavillas colocadas en lugares estratégicos y que ayudaban a rezar o enseñaban qué hacer para confesarse bien. También me agradó ver que los letreros, avisos e inscripciones en castellano, gallego, latín o inglés, según los casos. Un entrañable revoltijo de lenguas, sin orden ni concierto, propio de quienes quieren, ante todo, comunicar un mensaje importante por todos los medios posibles, sin preocuparse de ideologías políticas.

Tanto mi mujer como yo pudimos confesarnos con un cura simpatiquísimo, que, además de darme buenos consejos, me contó entre risas que había dejado de fumar un día que pasaba por mi barrio de Madrid y que estuvo a punto de chocarse con el coche por ir pendiente de encontrar un estanco. Me encanta ir, siempre que puedo, a confesarme con mi mujer, porque pienso que es una buena forma de reforzar nuestra alianza matrimonial, que se fundamenta en la gracia de Dios (además de que, probablemente, mi mujer le cuente detalladamente mis pecados al cura, con lo que no hay problema si me olvido de algo).

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2.09.08

Extraños fenómenos físicos en Lugo

El pasado 25 de julio, solemnidad de Santiago Apóstol, estaba en Lugo, pasando unos días de descanso con mi familia. Desde allí fuimos a Mondoñedo y a Betanzos, pero también aprovechamos para recorrer la propia ciudad de Lugo.

El recinto rodeado por las murallas romanas es muy bonito y especialmente apropiado para dar un buen paseo en las horas de menos calor. Sin embargo, resultaba desagradable y agobiante, la verdad, leer las pintadas llenas de odio, en algunos muros de la ciudad, contra España, los españoles o la lengua castellana. Qué pobre idea de su región deben de tener esos absurdos nacionalismos, si necesitan denigrar otras regiones, lenguas, naciones o razas para exaltar las propias.

En ese contexto, fue un descanso entrar en una pequeña iglesia, la Parroquia de San Froilán, para la celebración de la Eucaristía de la Solemnidad del Apóstol Santiago. Es una bonita parroquia, muy cerca de las murallas, pero lo verdaderamente interesante de ella es que, desafiando todas las leyes de la física, el interior es mucho mayor que el exterior.

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20.08.08

Cristo me esperaba en la soledad

Como anunció hace unos días, Oscar, un lector del blog, me ha enviado el relato de su conversión, para que lo publique.

Una cosa que me ha gustado en particular es que es una historia muy simple, sin grandes cosas, pero que manifiesta igual que las “grandes conversiones” que Dios es fiel y que hace milagros en la vida de los que se ponen en sus manos. Como dice el propio Óscar, el Señor le buscó en cada acontecimiento de su vida.

También quiero subrayar la importancia de la fe que transmiten los padres. Es posible que un joven que ha recibido la fe de su familia se aleje de la Iglesia, pero siempre sabrá que puede volver y que Dios le está esperando.

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Desde que tengo recuerdo, mi familia ha estado siempre vinculada a la Iglesia. Ya cuando era muy pequeño, mis padres acudían a misa regularmente los domingos y nosotros, mi hermano mayor y yo, les acompañábamos. En la época en la que mi hermano mayor debía hacer la primera comunión, mis padres atravesaban por una época de enfriamiento progresivo de su Fe. Un día, mi hermano, a la vista de los preparativos del ya próximo sacramento, preguntó a mis padres algo tan sencillo como “¿por qué venimos a la Iglesia?”. Esto les hizo reaccionar y, al no hallar respuesta, se pusieron en manos del párroco, que les invitó a realizar las catequesis de inicio del Camino Neocatecumenal.

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