Hemos salvado la Navidad
Mi padre, que es ingeniero industrial, nos ha contado varias veces lo difíciles que eran algunos de los exámenes de su carrera. Quizá los problemas más complicados eran los llamados “problemas de idea feliz”. Eran problemas que no se podían resolver con los métodos habituales, sino que había que inventarse un método sobre la marcha. Por lo tanto, era necesario tener una “idea feliz” en el examen, que permitiera resolver el problema.
Algo parecido sucede también con muchas cuestiones de pensamiento o de teología. Una idea feliz puede clarificar problemas que se han estudiado durante mucho tiempo sin conseguir frutos, porque no se había enfocado bien la cuestión. Hay muchos ejemplos de grandes problemas que se han solucionado así en la Historia de la Teología y quizá podamos tratar alguno en otra ocasión.
Hoy, sin embargo, por ser el último día del tiempo de Navidad de este año, voy a hablarles, a un nivel más modesto, de una “idea feliz” sobre la Navidad que me ha ayudado mucho a meditar y a vivir este tiempo navideño. Para desgracia de mi soberbia, la idea feliz no la tuve yo, sino mi mujer. Les cuento. Mis hijos, si por ellos fuera, se pasarían el día viendo dibujos animados, así que tenemos que limitar el tiempo que pasan ante el televisor. Cuando podemos, nos gusta sentarnos con ellos mientras lo hacen, así que tenemos la oportunidad de ver una buena ración de dibujos infantiles.