Están por todas partes
El otro día tuve que ir a la oficina de Correos del centro de Alcobendas a enviar una traducción jurada. Como es mi costumbre, en lugar de ir y volver por el mismo camino, a la vuelta me perdí un poco por calles secundarias. Cuando tengo tiempo, varío así de ruta porque siempre se ven cosas interesantes. Esta vez, encontré un precioso escudo en una casa antigua, con el apellido Corte Gómez, que debió de pertenecer a una familia de hidalgos.
Mucho más interesante me pareció, sin embargo, lo que vi en otra casa. Más que casa, era una casita de sólo dos pisos, pequeña y anodina, en la que no habría reparado de no ser por una plaquita que tenía en la pared. Me acerqué a leer la placa desde el otro lado de la calle y, enseguida, se despertó mi interés. La placa decía:

Varios lectores me han pedido, de nuevo, que comente la última
Muy poco a poco, las cosas van cambiando en las relaciones entre católicos y ortodoxos. Por supuesto, siempre hemos tenido una esperanza teologal de que Dios podía hacer milagros y conseguir la reconciliación de la Ortodoxia con la Iglesia Católica. En las últimas décadas, sin embargo, los avances en este campo han hecho que, además de la esencial esperanza teologal, empiece a apuntar también una cierta esperanza humana de que la unidad con los ortodoxos esté más cerca.









