El Sajón Testarudo
Leído en el blog De Lapsis: “Obispo anglicano deja mitra y báculo a los pies de Ntra. Sra antes de dar el paso a Roma. Parece de El Señor de los Anillos”
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Hoy canta mi pluma la gesta de Burnham el Anglocatólico, el Sajón Testarudo, que en la lejana Albión gastó sus fuerzas, en lucha infatigable contra el fiero dragón que a sus gentes tiene esclavizadas.
Luengo y tremendo sería el relato de sus hazañas y diez largos días con sus diez largas noches no bastasen si recordar quisiéramos cuanto ha hecho este hijo de Inglaterra. Vino de aquel refugio del saber antiguo, Oxford la bella, madre de Santos, y, como ellos, guerreó sin descanso, a tiempo y a destiempo, para recuperar la Dote de María, que tiempo ha que hombres impíos arrebataron con engaños y traiciones. Se enfrentó a la Bestia de mil nombres, que se llama No-hay-verdad y Haz-lo-que-quieras y que hace siglos aherrojó a los ingleses, fingiendo liberarlos con engaños, mentira y sinrazones. Mucho sufrió de amigos y enemigos, mas nadie consiguió que abandonara el buen combate de la fe, la gran carrera, que sólo con la muerte ha de acabarse.

Participante invitado: El P. Robert Longshanks es un antiguo anglo-católico que cruzó el Tíber hace cincuenta años. Conocido (a sus espaldas) por sus compañeros sacerdotes como Father “Battleaxe” Bob, se comenta que su propio obispo le tiene algo de miedo desde que le dijo que “el problema de Inglaterra ha sido siempre que sus obispos no están dispuestos a morir mártires”. Actualmente ejerce la cura de almas en una pequeña parroquia de Sussex.
Quaestio Quodlibetalis XXVI. Un comentarista procedente de Chile, Gonzalo, ha hecho una serie de comentarios muy curiosos, buscando defender la siguiente postura: se puede ser católico y no aceptar algunos dogmas de fe de la Iglesia. Dice Gonzalo: “Por si no lo sabes, este código permite estar en desacuerdo con dogmas de la Iglesia y seguir perteneciendo a ella”. Para justificarlo, presenta una larga exposición teológica y canónica, de la que extraeré algunos puntos.
Me encantan los comentarios de los lectores ateos o agnósticos. También me gustan, por supuesto, los de los lectores católicos, pero cuando el autor no cree en Dios, sus comentarios tienen generalmente un je-ne-sais-quoi de sugerente que siempre me resulta muy interesante. Cuando los leo, suelen proporcionarme materia para reflexionar y me gustaría aprovechar esta oportunidad para dar las gracias por ello.



