¡Abajo los ingenieros!
Hablábamos ayer de la ingeniería social que sufre nuestro país y, en general, otros muchos países: ideología de género, “progenitor 1 y 2″, des-educación sexual, divorcio express, eliminación del Libro de Familia, religión relegada al ámbito privado, “matrimonio” homosexual con adopción incorporada, cierre de las agencias católicas de adopción, aceptación legal o tolerancia de la eutanasia, relativismo moral, etc.
Cuando uno habla de esas cosas, lo habitual es que la conversación se dirija hacia los “ingenieros” sociales que impulsan esos procesos, ya sean políticos, gobernantes, organismos internacionales o quien sea. Sin embargo, un lector hizo un comentario que creo que conviene pensar un poco:
“Interesante diagnóstico, Bruno y creo que muchos estamos de acuerdo contigo. Me animo a preguntarte: ¿Qué podemos hacer para corregir esto? Pues estaremos también de acuerdo en que la sóla denuncia aparece insuficiente para acabar con esta ingeniería social de medio pelo.”

Ayer, para mi sorpresa, un comentarista dijo que las antiguas costumbres católicas como la de escribir 20+C+M+B+10 en las puertas el día de la Epifanía habían sido prohibidas por el Concilio Vaticano II, por no ser suficientemente “humanizadas”, “comunitarias” y “sociales”. No sé muy bien qué concilio será ése, porque no tiene nada que ver con el real. Siempre me ha llamado mucho la atención que los que piden que se “democratice” la Iglesia tienden a ser los mismos que desprecian la piedad popular, pero ya sabemos que la lógica no es una de las características propias de nuestro tiempo.
Ayer, en la homilía de la fiesta de la Sagrada Familia, el abad del Valle de los Caídos habló de que Europa está encaminada a un “suicidio moral”. Trazó una línea desde la aparición del matrimonio civil y el divorcio, con la Revolución Francesa, pasando por el crecimiento de la mentalidad divorcista, las parejas de hecho, el aborto y el matrimonio gay hasta la actualidad.



