Cardenal Cañizares: ¿al César lo que es de Dios?
Hace un par de días, asistimos a una nueva edición de los grotescos episodios políticos de opereta que periódicamente se repiten en España. Mostrando una completa falta del sentido del ridículo, el Partido Socialista reclamó que se cancelara una Misa que se iba a celebrar en la catedral de Valencia, por la peregrina razón de que iba a ser ofrecida por el eterno descanso de Francisco Franco.
Un servidor, que disfruta siendo políticamente incorrecto, habría respondido a esa petición con una escueta nota en la que se recordara que el Partido Socialista fue el instigador y ejecutor, entre otros, de la última persecución sangrienta que se ha producido contra el catolicismo en España, con un saldo de más de seis mil obispos, sacerdotes y religiosos martirizados y un número indeterminado de seglares muertos por la fe. Si me sintiera particularmente cruel, habría añadido que precisamente la catedral de Valencia fue quemada en 1936 y que más de 200 obras de arte de la misma están en paradero desconocido desde entonces, y aprovecharía para preguntar por cualquier noticia que pudieran tener de ellas los autores de la petición.
El Arzobispado de Valencia, con más tacto y diplomacia, publicó un comunicado en el que indicaba que los fieles ofrecen Misas en sufragio por los difuntos que quieren, que la diócesis no podía rechazar esos sufragios y que la parroquia catedral era autónoma en esos temas. Junto con esas aclaraciones, muy pertinentes y a las que no tengo nada que objetar, el Arzobispado ofreció otras consideraciones bastante más cuestionables, que, a mi entender, convendría haberse ahorrado.

Una de las cosas más desagradables de los (malos) políticos es su tendencia a utilizar un doble lenguaje: decir una cosa cuando en realidad quieren decir la contraria, elogiar en apariencia a quien hacen todo lo posible por destruir, prometer lo que no tienen ninguna intención de cumplir y usar palabras bonitas para enmascarar los desastres que muchas veces ellos mismos han contribuido a producir. No es extraño que la opinión de los españoles (y, en general, de todo el mundo) sobre los políticos sea pésima.
En relación con el post de hace un par de semanas sobre la (falta de) formación de los católicos, un amable lector me ha enviado un escrito que presentó sobre ese tema al sínodo que celebrado en la archidiócesis de Oviedo hace unos años. Según me dice, ni siquiera le dieron un acuse de recibo, quizá por un descuido, pero en cualquier caso a mí me ha parecido muy interesante, por las cuestiones que plantea, algunas de las cuales ya se mencionaron aquí.
Cuando leemos los Evangelios, a menudo experimentamos una tendencia casi irrefrenable a emparejar a cada uno de los personajes evangélicos con personas o grupos de personas de nuestro entorno… y también a menudo lo hacemos fatal, proyectando nuestras neuras y rencores en el Evangelio, en lugar de dejar que el Evangelio sane esos rencores y esas neuras.



