Te Deum Laudamus: Estatutos del Camino
Ahora que se ha confirmado oficialmente la noticia de la aprobación definitiva de los Estatutos del Camino Neocatecumenal, creo que ya es el momento de entonar un Te Deum.
Aunque ahora es menos habitual, antiguamente era frecuente celebrar las ocasiones de alegría y gozo, de tipo religioso, político o social, con el canto del Te Deum. Nada más llegar a América, por ejemplo, Colón y sus marinos rezaron el Te Deum en las playas del Nuevo Mundo, para agradecer a Dios haber llegado con bien hasta allí. Se trata de un himno antiquísimo, compuesto quizá por San Ambrosio, en el siglo IV. A lo largo de la Historia de la Iglesia, se le ha puesto música en multitud de ocasiones, dando lugar a algunas composiciones musicales maravillosas. Hoy en día sigue rezándose los domingos en la Liturgia de las Horas y en ocasiones especiales.
Me parece muy significativo que el principal himno de alegría y celebración de la Historia de la Iglesia comience con las palabras Te Deum Laudamus, “a ti Dios te alabamos”. Los cristianos sabemos que todas las alegrías nos las regala Dios, porque ¿qué tienes que no hayas recibido? Por eso, nuestras celebraciones son siempre acciones de gracias, que es lo que significa, en griego, Eucaristía.

Acabo de volver de un viaje por Dinamarca, antigua tierra de vikingos, de godos y de alanos, tierra de marinos, exploradores y conquistadores. Un país precioso para visitar.
Leo en las noticias de Religión en Libertad que, según parece, el Papa ha debido de firmar los Estatutos del Camino Neocatecumenal aunque aún no se haya hecho público, por las razones que sean.
He leído en Religión en Libertad unas declaraciones de Enrique de Castro, sacerdote de la antigua Parroquia de San Carlos Borromeo, actualmente centro pastoral. Si hay algo que me agrada de este sacerdote es que, a diferencia de otros, no busca el equívoco del que sugiere pero no llega a afirmar, sino que dice con claridad lo que piensa.
Una lectora me ha enviado su testimonio de familia en misión, en una zona muy pobre de Filipinas. Creo que les llamará la atención que, en este caso, no son los padres de la familia los que cuentan su experiencia, sino una de las hijas, Ana.



