22.12.23

Venid todos, venid todos

El tiempo vuela y ya estamos a las puertas de una nueva Navidad. Como es tradicional, tengo el gusto de felicitar la Natividad del Señor a los fieles lectores del blog con un nuevo villancico compuesto y cantado en familia.

Los padres de familia caótica, digo numerosa, entenderán perfectamente que, aunque nos habría gustado prepararlo todo con tiempo, de manera que la iluminación fuera cálida, el acompañamiento armonioso y la entonación perfecta, lo cierto es que lo hemos grabado en el último momento, a la poco cálida luz del sótano y con los mínimos ensayos. Como la vida misma, pero también entre los pucheros está el Señor. A pesar de todo, nos hemos divertido haciéndolo y espero que a los lectores les entretenga también.

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18.12.23

Se burlan de nosotros

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe, dirigido por el Card. Victor Manuel Fernández, parece haber decidido llevar hasta el extremo el consejo del Papa Francisco de “hacer lío". Al menos, no se me ocurre otra forma de interpretar la decisión de abandonar su papel de enseñar la fe y dedicarse a la ficción literaria.

En efecto, el nuevo documento que ha aprobado hoy el Dicasterio es un ejercicio de pura ficción para permitir las bendiciones a las parejas que viven en adulterio o del mismo sexo. Se trata de una declaración, titulada Fiducia Supplicans, que consiste en esencia en fingir que no se está bendiciendo lo que sí se está bendiciendo, aunque todos sabemos que es eso lo que se está bendiciendo y todos sabemos que es eso lo que se quiere bendecir y todos sabemos que es completamente contrario a la moral católica bendecirlo.

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14.12.23

Oración para que Dios nos libre de los trolls (en latín)

Puesto que la Iglesia siempre ha pedido a Dios que la libre de las plagas y catástrofes, ¿por qué no pedir también que nos libre de algunas plagas modernas? Desgraciadamente, hay muchas entre las que elegir, pero no se me ocurre una más irritante que la de los infinitos trolls que infestan las redes para que los demás ejercitemos la paciencia en este valle de lágrimas.

Después de haber tenido que borrar literalmente miles de comentarios de trolls a lo largo de los años en el blog, he compuesto una oración para pedir a Dios que nos proteja de esta plaga virtual. Buscando que fuera más sucinta, tradicional y sonora (y porque me apetecía), la he compuesto en latín.

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11.12.23

El tiempo de los signos

Texto de D. Antonio Izquierdo Sebastianes, presbítero

La invitación a interpretar bien los “signos de los tiempos” se ha hecho constante en la Iglesia de las últimas décadas, desde que el propio Papa san Juan XXIII convocó el último concilio ecuménico, con la intención de aggiornare (poner al día, literalmente) la Iglesia, y el propio mensaje evangélico de siempre, de modo que pudieran entenderlo y recibirlo bien los hombres de hoy. Se habló entonces de abrir las ventanas de la Iglesia, para ver lo que pasaba al exterior, y para que el mundo pudiera ver también lo que pasa en el interior de la Iglesia. Tal vez no se calculó bien que, al abrir las ventanas, con tiempo externo tan revuelto, había que asegurar mucho más el interior, pues podría también entrar aire tan mundano que —como lamentaba después san Pablo VI—, el humo de Satanás llegara a colarse en la Casa de Dios.

En virtud de la tan apreciada y urgida interpretación de los signos de los tiempos, comenzó a considerarse que el pensamiento mundano (del que san Juan, en su primera carta, dice que yace en poder del Maligno [IJn 5, 19]) era prácticamente una fuente de inspiración divina. Durante años se escuchaba —y en algunos lugares, se sigue diciendo— que quien bien reza, ha de hacerlo con la Biblia en una mano y el periódico en la otra… Y así, nos encontramos, ya en nuestros días, sinodalmente discutiendo si no sobrará ya la Biblia, tan anticuada e incapaz de dar respuesta a los problemas modernos, pues requiere tanta interpretación para ser aceptada por el espíritu mundano, que casi no merece la pena ni el esfuerzo de hacer que diga lo que nosotros, por nuestra cuenta, ya hemos decidido entender.

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7.12.23

La espada rota

Pocos placeres hay comparables al de rebuscar entre muchos libros desconocidos y descubrir uno especialmente digno de ser leído, como el que halla a un nuevo amigo en medio de una multitud. Hace tiempo, en una librería, que, como tantas otras, estaba llena de libros prescindibles, encontré y compré uno de esos libros valiosos y dignos de ser leídos. El título es Japanese death poems.

Los japoneses tienen, desde hace siglos, la llamativa costumbre de escribir un breve poema cuando van a morir, con esa preciosa caligrafía que por sí sola ya constituye una obra de arte. La brevedad no resta profundidad a los poemas, sino que, al contrario, obliga a sus autores a concentrar la aventura inabarcable de la muerte en unos pocos versos, a veces solo tres o cuatro, como oro que se va refinando hasta que solo queda el regio metal más puro.

En el libro hay muchos versos interesantes por diversas razones, pero quizá el que más me gusta de todos sea este, del siglo XVI:

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