Para un Público poco exigente
Siempre es algo bueno, creo yo, que surja un nuevo periódico: ideas diferentes, nuevos articulistas y un punto de vista especial para analizar los asuntos. Debo confesar, sin embargo, que “Público”, que acaba de aparecer, me ha caído gordo desde el principio.
Parece evidente que este nuevo periódico va a ser un abanderado de la libertad… siempre que a nadie se le ocurra ser verdaderamente libre frente a lo políticamente correcto. ¡Hasta ahí podríamos llegar!

Normalmente, al levantarme, después de rezar, suelo encender el ordenador y echar un vistazo mientras desayuno a los mensajes recibidos durante la noche. Algunos días, pocos, recibo insultos o descalificaciones con motivo de algún artículo que no haya sido buen recibido, otros correos me resultan interesantes, porque son el comienzo de una discusión, mientras que, finalmente, los hay también que contribuyen a alegrarme el día.
Quizá recuerden los lectores que, hace unos días, publiqué dos artículos en este blog titulados Si quieren enfadarse (I) y (II). El primero de ellos trataba sobre la madrileña exposición Dios(es): modo de empleo y sobre la ideología anticristiana que claramente anima la misma. Con la excusa de tratar a todas las religiones por igual, se aprovecha en esta exposición para ridiculizar, malinterpretar y denigrar a la Iglesia.
Ayer, consultando la página web de una diócesis, me resultó interesante ver el escudo episcopal de su obispo. Si curiosean un poco por las páginas de las diócesis españolas, verán que es habitual en ellas mostrar el escudo elegido por sus obispos y explicar el simbolismo que encierran.
Leyendo el título y si les digo que este artículo trata sobre los profesores de religión (o, al menos, sobre algunos de ellos), supongo que sacarán una conclusión bastante precisa de lo que pienso sobre el tema. Para explicar mis razones, les contaré una experiencia cercana a mí, que pienso que es muy significativa.









