Bendición del belén navideño en familia
La colocación del nacimiento en los hogares es una de esas preciosas tradiciones de las que podemos disfrutar gracias a haber nacido en un país cristiano. Con los belenes navideños, los niños pueden familiarizarse con la historia de la infancia de Jesús, contemplándola y fijándola en sus mentes para toda la vida (además de divertirse mucho colocando las figuras, que también es algo bueno). En mi opinión, la costumbre de colocar nacimientos en las casas es, dentro de su sencillez, una de las cosas que han impedido hasta ahora que la Navidad se convierta en algo únicamente comercial o en unas simples “fiestas de invierno”.

Mi mujer y yo tenemos, desde hace años, la costumbre de componer villancicos que luego cantamos en Navidad. Nos ha llevado a ello la insatisfacción con tantos villancicos que se escuchan en la televisión y por las calles y que no tienen el más mínimo contenido cristiano.
Por alguna razón que no acabo de entender, uno de los lectores incluía el Testamento de la Reina Isabel la Católica en su comentario como un ejemplo de fundamentalismo religioso. He decidido incluir en este artículo los párrafos de dicho testamento que versan sobre los nuevos territorios americanos, para que los lectores puedan juzgar por sí mismos (y, de paso, disfruten del hermoso lenguaje castellano de principios del siglo XVI).
El otro día, una amable lectora me entregó un panfleto lefebvriano que le habían dado por la calle. En él se detallaba una serie interminable de quejas contra los cinco últimos papas por supuestas desviaciones de la fe católica.
Por desgracia, es una costumbre habitual entre buena parte de los católicos no pensar en lo que se está diciendo en las oraciones de la misa. ¡Qué desperdicio! Especialmente ahora en Adviento.









