Descrucificar es desresucitar
He leído que, en la Congregación General de los jesuitas que se está celebrando estos días se leyó un texto del P. Ellacuría, que incluía las siguientes frases: “Y ante este pueblo crucificado, preguntarse: ¿qué he hecho yo para crucificarlo?, ¿qué hago para que lo descrucifiquen?, ¿qué debo hacer para que este pueblo resucite?”. Estas frases me han sugerido algunas reflexiones, a vuelapluma y sin ningún orden sistemático, que quizá puedan tener algún interés.

Ayer por la mañana, este blog superó la cifra de cien mil visitas, acumuladas a lo largo de sus ocho meses y medio de vida. En ese tiempo ha recibido, además, unos 2.500 comentarios de los lectores, más otros tantos que suponen mis respuestas a los mismos.
Hace poco escribí un artículo, “", en el que criticaba, con afecto, una opinión de Juan Carlos Rodríguez, misionero español en Uganda. Este misionero comboniano afirmaba que, teniendo en cuenta la situación particular de África, había que permitir comulgar en la Eucaristía a las parejas que conviven sin casarse o a divorciados vueltos a casar por lo civil. Como ya dije, en mi opinión, eso equivaldría a considerar equivocadamente a los africanos “cristianos de segunda”, incapaces de vivir la moral evangélica.
Una lectora me envía esta carta del hermano de su marido, un misionero español que es actualmente obispo de Gokwe, en Zimbawe. Monseñor Ángel Floro lleva 42 años trabajando por los demás en Zimbawe. Fue enviado por el Instituto Español de Misiones Extranjeras, que agrupa a sacerdotes diocesanos españoles que sienten la llamada a dejarlo todo y marchar a la misión, como “heraldos del Evangelio”.
Cuando, el pasado 7 de junio, Benedicto XVI permitió de forma general para toda la Iglesia la celebración con el rito extraordinario de la liturgia romana, es decir, con la liturgia anterior al Vaticano II, inmediatamente se dispararon las predicciones, algunas marcadamente tremendistas y agoreras. En muchos casos, se advirtió del comienzo del derribo del Concilio Vaticano II y de una era oscurantista, en otros se afirmaba que no serviría de nada o que no tendría resultados apreciables.









