4.08.07

Mezclemos

Hace años, cuando era catequista en la parroquia de un pequeño pueblo cercano a Madrid, el párroco decidió invitar a todos los catequistas a pasar el día en Guadalupe, como celebración del final de la catequesis de ese curso.

Quienes conozcan Guadalupe podrán imaginar que fue un día bonito, de convivencia, visita del monasterio, paseos, etc. Me llamó la atención, sin embargo, que en toda la programación del día no se había previsto un tiempo para que pudiéramos celebrar la Eucaristía juntos, a pesar de que íbamos con el párroco. Le pregunté al párroco y se me quedó muy grabada su respuesta: “Ahora estamos de vacaciones. No hay que mezclar las cosas”.

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3.08.07

2.08.07

Signos de la fe (VI): creo porque he estado en Barbastro

Hace dos veranos, volviendo de los Pirineos, pasé con el coche por Barbastro. Si algún lector tiene la ocasión, aconsejo a todos que vayan allí y no se pierdan algo excepcional y que puedo asegurarles que nunca olvidarán: el museo claretiano de los mártires de Barbastro.

En 1936, se encontraba en Barbastro un seminario de misioneros claretianos, formado por 59 sacerdotes, formadores y jóvenes seminaristas. El día 20 de julio, un grupo de milicianos llegó al seminario para hacer un registro. Aunque, como es lógico, no encontraron nada en el registro, decidieron llevarse prisioneros a todos los religiosos y seminaristas. Lo sucedido desde ese momento, parece sacado de las actas de los mártires romanos de los primeros siglos.

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1.08.07

30.07.07

Signos de la fe (V): el asombro ante un regalo

Una vía fundamental que puede llevarnos a encontrar a Dios y que, de hecho, ha llevado a encontrar a Dios a filósofos, pensadores y todo tipo de personas en todas las épocas, es, a mi juicio, la vía del asombro ante la riqueza desbordante y sorprendente de lo real.

Este asombro, que constituye una experiencia común a todos los hombres en su primera niñez, es a menudo perdido por los adultos por la demoledora acción de la rutina. Decía Chesterton (cito de memoria), que un chico de diez años se asombrará si le dices que se abrió una puerta y salió por ella un dragón. Sin embargo, un niño de dos años se asombrará sólo con que le digas que se abrió una puerta, porque aún no ha perdido la capacidad de maravillarse ante las cosas habituales. Sin duda, en este caso, la actitud más profundamente humana es la del niño, que se maravilla ante todos y cada uno de los seres que forman parte de la realidad. El asombro es asimismo, como decía Aristóteles, el comienzo de la filosofía y, creo yo, también es el de la poesía.

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