Otra de arena francesa
Como el otro día hablé, con tristeza, de la descristianización de Francia, hoy me alegro de poder decir algo bueno de nuestros vecinos del norte. Y, además, también con respecto a la evangelización, aunque sólo sea un pequeño detalle. Una de cal y otra de arena no es una máxima evangélica, pero servirá, en este caso, para no dejar un regusto amargo al tema de Francia.
Esta semana, pude visitar la magnífica catedral de Metz. No voy a cansar a los lectores ensalzándola, por falta de tiempo y porque, además, como buena catedral, toda la gloria se la remitiría a Dios. Pero sí voy a contar una buena idea de sus responsables. Con ocasión del año de San Pablo, que terminó hace poco, han aprovechado algunos de los mejores tesoros que tiene la catedral. Me refiero a sus maravillosas vidrieras, que, al tratarse de una gigantesca catedral gótica, deben de medirse por kilómetros cuadrados.
El obispo, algún canónigo o quienquiera que fuera tuvo la buena idea de ir recogiendo las veinte o treinta veces que aparecían en las vidrieras escenas de la vida de San Pablo. Cogió estas fotos, las amplió a tamaño natural y, poniendo debajo de cada imagen una frase de las cartas de San Pablo, las fue colocando por las paredes de parte trasera del templo. Así, todo el que pasaba podía ir recorriendo la vida de San Pablo, desde su participación en la lapidación de San Esteban hasta su decapitación en Roma, con estupendas imágenes que quedarían grabadas en su retina para siempre. Es decir, se usaban las vidrieras para evangelizar a los turistas no cristianos y catequizar a los que ya lo fueran.

Estos días estoy de viaje por Francia, visitando a mi hermano. Es un país precioso. Para alguien acostumbrado al espartano paisaje castellano, resulta especialmente agradable contemplar su tierra fértil y sus bosques espesos y frondosos. A mi juicio, sin embargo, lo más interesante de Francia es su Historia, plasmada en la piedra de catedrales, castillos e iglesias o en las modestas casas de sus paysans. La herencia católica de la “hija primogénita de la Iglesia” llena el país y habría que ser ciego para no toparse con ella.
Al ser traductor, tengo que ir frecuentemente a la oficina de correos de mi barrio, para enviar traducciones juradas a mis clientes. No hace mucho, fui a enviar una de estas traducciones y, como suele suceder, la oficina estaba abarrotada. Hacía calor y, como había pocos funcionarios y no se daban mucha prisa, los ánimos se habían caldeado bastante.
A poco que uno preste atención, Dios siempre se sirve de algo para llevarte hacia él. Te manda ángeles, para que se cumpla su promesa del libro del Exodo: mi ángel marchará delante de ti. “Ángel” es, etimológicamente, una palabra griega, ἄγγελος (pronunciado anguelós), que significa simplemente “mensajero”, es un mensajero de Dios. El mismo sentido tiene el término hebreo del que es traducción la palabra ángel: מלאך (malaj).








