Unidades católicas
La celebración, temporibus illis, del I Concurso de Blogs Católicos EDF y conocer tantas bitácoras católicas de calidad en español fue, para mí, una verdadera cura de humildad. Vi que, al lado de esos blogs, Espada de Doble Filo no es más que el esfuerzo bienintencionado, pero más bien torpe, de un pobre aficionado.
Eso sí, además de un poco más de humildad (cosa que siempre se agradece), conseguí otra cosa del concurso: encontré un montón de fuentes de inspiración para cuando tengo que escribir algo. Basta pasar por esos blogs y siempre encuentro algún tema interesante.
Así me ha sucedido hoy. En el blog Embajador en el Infierno, he leído una anécdota tan estupenda que no puedo resistir la tentación de reproducirla aquí:

Hace unos días, se aprobó definitivamente en el Senado la nueva ley del aborto, que no hace sino empeorar aún más, si cabe, la repugnante ley anterior sobre esa misma materia. Después de haber hablado tanto contra la barbarie del aborto, casi no me quedan ya indignación ni epítetos para calificar este despropósito.
Desgraciadamente, la más evidente, extendida y persistente de las tradiciones protestantes es el anti-catolicismo. Como muestra, me ha parecido interesante traducir este artículo de la Repubblica, del 26 de febrero de 2010, firmado por Vera Schiavazzi y titulado “Los valdenses y la contrainformación”.
A riesgo de defraudar a algunos lectores, comenzaré diciendo que el texto que propongo hoy es escandaloso pero en el buen sentido. “Escándalo", etimológicamente, significa algo que hace tropezar. Y, como es lógico, tropezar es malo si vamos por buen camino, pero cuando vamos por la senda equivocada un tropiezo nos puede ayudar a ver que hay que cambiar de dirección. El mismo Cristo fue “piedra de escándalo” para los hombres de su tiempo.
Noto con curiosidad que algunos medios de comunicación califican a InfoCatólica y a los que aquí escribimos de “ultracatólicos” y “extremistas”. Por el contexto, está claro que quienes así se expresan lo hacen con una intención despectiva o, incluso, en ocasiones, como un pobre sustituto de verdaderos argumentos.



