Una historia de amistad y santidad
Abusando una vez más de la paciencia de los sufridos lectores de este blog, me permito hablarles del último libro que he escrito y que se acaba de publicar: Los ruiseñores cantan al ponerse el sol.
Se trata de una obra de teatro, basada en la vida de Santa Alicia de Schaerbeek, también conocida como Santa Alicia la Leprosa. Es una santa prácticamente desconocida en España y el mundo de lengua española, pero cuya historia resulta fascinante, apasionante, impresionante, sobreabundante y todas esas cosas buenas que terminan en “ante”, excepto quizá “elefante”.
La acción de la obra transcurre en el siglo XIII, en un convento de monjas cistercienses de Brabante, en lo que actualmente es Bélgica. Incluso entre los católicos, hay quienes piensan que, cuando una mujer o un hombre entran en un convento de clausura, su historia se acaba, como si desde entonces toda su vida fuera a ser rutinaria y anodina. Nada más lejos de la realidad. Toda vida cristiana es un combate y, en la vocación contemplativa, ese combate es aún más intenso, porque el alma se va despojando de las numerosas capas que la envuelven y separan de la realidad.