InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Signos de fe

14.10.25

No hacer mudanza, sino mesanza

Es de sobra conocida la regla atribuida al santo soldado vasco que aconseja “en tiempos de turbación, no hacer mudanza”. En efecto, cuando la mente está agobiada o incluso oscurecida por sufrimientos y angustias, no es tiempo de abandonar las buenas convicciones, sino de mantenerse firme en la verdad, aunque esa verdad se haya nublado y no percibamos su esplendor como antaño.

Se trata de un sabio consejo no solo en momentos personales de angustia, sino también, muy especialmente, en tiempos de crisis y postración de la Iglesia (y de la civilización antiguamente cristiana), como los nuestros. Son tiempos en los que toca ser fieles contra viento y marea a Cristo, a su esposa la Iglesia y a la fe.

Pensar en estas cosas me ha hecho recordar unos versos de Julio Martínez Mesanza, un estupendo poeta madrileño de estilo muy particular e inimitable. De hecho, significativamente, sus poemas tienen métrica, pero no rima, quizá para que ni siquiera los versos parezcan imitarse unos a otros. En cualquier caso, hable de lo que hable, de los tártaros, de los antiguos griegos o de lo que sea, Mesanza tiene una capacidad especial de evocar sensaciones, de modo que uno puede decir: justo eso; justo eso es lo que yo sentía.

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18.11.24

Todo está donde debe estar

Hace un par de semanas, hice con mi familia un viajecito de tres días por la provincia de Guadalajara. Quizá por estar a la sombra de Madrid, Guadalajara no tiene la fama que de sobra merecen sus agrestes paisajes, sus valles escondidos y sus maravillosos pueblos medievales.

Uno de los lugares que más nos gustó fue Pastrana, por su encanto antiguo tan bien preservado y sus resonancias de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. También admiramos el antiguo convento cisterciense de Monsalud (de tiempos de la reconquista, pero destruido por la desamortización, como tantos otros) y multitud de pueblos preciosos como Sacedón, Albalate, Almonacid o Zorita de los Canes. Un viaje muy bonito, que terminó el domingo con una visita a Sigüenza.

Por supuesto, como se trata de España, una parte fundamental del turismo consiste siempre en visitar las magníficas iglesias que sembró la fe de nuestros antepasados por todo el territorio nacional (y buena parte del resto del mundo). Cualquier cristiano que no quiera ser un desagradecido debería rezar por aquellos que erigieron la iglesia en la que reza o por tantos otros que durante siglos mantuvieron la fe contra viento y marea en su país. Verdaderamente, Cristo podría decirnos: os he enviado a segar donde no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga.

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27.09.24

Te probaré mi fe

Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero, dice el salmista, porque la Palabra de Dios es luz que ilumina todo lo demás. En ella resuenan siempre aquellas primeras palabras del Creador: que se haga la luz. Por eso, si no dejamos que la Escritura nos ilumine a nosotros e ilumine lo que hay a nuestro alrededor, nuestra vida y el mundo serán para nosotros un caos informe y no entenderemos nada de nada. Con esa luz, en cambio, se nos revela la inmensa riqueza de la realidad natural y sobrenatural.

Pongamos un ejemplo. Hace un par de semanas, fui a Misa con mi familia a una iglesia a la que asisten bastantes fieles. Llegamos casi tarde, como nos pasa a todos los que tenemos esposa e hijas, así que nos resignamos a sentarnos en un lateral, detrás de una columna. Ni siquiera veíamos el altar, pero al menos podíamos escuchar y la segunda lectura fue una luz que iluminó lo poco que podíamos ver.

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5.01.08

18.12.07

Signos de la Fe (X): ¿se pueden creer hoy los dogmas?

En los últimos días, hemos discutido bastante en este blog sobre algunos dogmas en particular y sobre la existencia de dogmas en general. En un momento dado de estas discusiones, una comentarista hizo la pregunta clave: ¿qué valor tiene la confesión de un dogma acríticamente aceptado?

Como diría Santo Tomás, parece que un dogma acríticamente aceptado no puede tener ningún valor. Si los dogmas son algo que se cree porque sí, porque hay que creérselos, ¿qué valor pueden tener? Más aún, ¿no serán algo radicalmente contrario al instinto de buscar la verdad que tiene el ser humano?

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