Desayuno con diamantes
Normalmente, al levantarme, después de rezar, suelo encender el ordenador y echar un vistazo mientras desayuno a los mensajes recibidos durante la noche. Algunos días, pocos, recibo insultos o descalificaciones con motivo de algún artículo que no haya sido buen recibido, otros correos me resultan interesantes, porque son el comienzo de una discusión, mientras que, finalmente, los hay también que contribuyen a alegrarme el día.
Esta mañana me ha alegrado recibir un comentario de un artículo escrito hace meses. El artículo en cuestión, , versaba sobre la importancia de que las iglesias estén abiertas el mayor tiempo posible, como signo de la acogida de la Iglesia a todos los hombres y en todo momento, a tiempo y a destiempo, y para facilitar la oración de quien desee pasar un rato a solas con el Señor.

Hace unos días, en los comentarios de este blog se hablaba de la importancia de que los sacerdotes sean buenos predicadores y yo puse como ejemplo de buen predicador actual al P. Raniero Cantalamessa.
No, no es una adivinanza ni vale responder que los dos empiezan por A.
Ahora que ha pasado un cierto tiempo desde la notificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe a Jon Sobrino y la cuestión y los ánimos se han enfriado un poco, me voy a permitir darle un consejo de amigo.



