Cristianos de ayer y de hoy (XII): Francisco Javier, aposto

En una de las iglesias católicas de Bangkok, a más de 10.000 kilómetros de España, me hizo ilusión ver varias imágenes de santos españoles. Una de ellas, colocada en un lugar especial dentro de la iglesia, era de San Francisco Javier, el gran apóstol de la evangelización de Asia.

Este navarro nació en el siglo XVI, de una familia noble algo venida a menos. Era muy inteligente y sus padres le enviaron a estudiar a la Universidad de París. Allí se dedicó a sus estudios y a pasárselo bien, pero se encontró con San Ignacio de Loyola, que no dejaba de insistirle, diciéndole: ¿De qué te sirve ganar el mundo entero, si pierdes tu alma?

Francisco Javier terminó por escuchar la llamada que Dios le hacía a través de San Ignacio y se convirtió en uno de los siete primeros jesuitas.

Se dedicó a enseñar y predicar en Roma hasta que el Papa pidió jesuitas que marcharan a la misión, a las lejanísimas tierras de la India. El viaje duró varios meses y Javier lo aprovechó para catequizar a los marineros y pasajeros y a los habitantes de Mozambique, donde hicieron una larga escala.

Al llegar a la India, se dedicó primero a los colonos portugueses, que con la distancia a su tierra habían perdido totalmente las costumbres cristianas y daban un pésimo ejemplo a los nativos. Después, en cada lugar, hacía grandes esfuerzos por aprender algo de la lengua nativa y así poder hablar a los habitantes, enseñarles oraciones y lo principal del cristianismo. Predicó incansablemente en Goa, Malaca, las islas Molucas, bautizando a decenas de miles de personas. Hablaba especialmente a los niños, que luego traían a sus padres y familiares a escucharle.

Tras conocer a un japonés, marchó a Japón y predicó allí el evangelio con grandes dificultades. Al principio, sin saber japonés, no hacía más que leer unas cuantas frases que había conseguido que le tradujesen: hay un solo Dios verdadero, creador de todo; Dios se hizo hombre y murió para salvarnos; tenemos una sola alma, y hay un cielo y un infierno… Debido a su mansedumbre, su pobreza, su amor a sus enemigos y su entusiasmo, consiguió fundar varias comunidades de cristianos japoneses que, a pesar de las persecuciones terribles y de quedar aislados del resto de la Iglesia durante tres siglos, sin sacerdotes ni misioneros, consiguieron mantener su fe.

Su gran ilusión era predicar el evangelio en China, donde estaba prohibida la entrada, bajo pena de muerte, a los extranjeros. Consiguió convencer a un capitán de barco para que le llevase allí en secreto, pero le dejaron abandonado en una isla deshabitada junto a la costa china y allí enfermó y murió, acompañado únicamente por un portugués y un catequista indio que viajaba con él. El Papa San Pío X le nombró patrono de las misiones.

Espero que los lectores disfruten con esta carta que San Francisco Javier envió a sus compañeros de Roma desde la misión entre los indios paravas y en la que cuenta las cosas tan sencillas que hacía para anunciar el Evangelio y la enorme necesidad de que los cristianos de Europa se dediquen a la evangelización. Aprovecho también para recomendar este libro, , una vida novelada de San Francisco Javier, muy entretenida y fácil de leer.

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Ha más de un año que estoy con estos cristianos, de los cuales os hago saber que son muchos y se hacen muchos cristianos cada día. Luego que llegué a esta costa, donde ellos están, procuré de saber de ellos el conocimiento que de Cristo nuestro Señor tenían; y demandándoles acerca de los artículos de la fe, lo que creían, o tenían más ahora que eran cristianos que cuando eran gentiles, no hallaba en ellos otra respuesta, sino que eran cristianos, y que por no entender ellos nuestra lengua, no sabían nuestra ley, ni lo que habían de creer.

Y como ellos no me entendiesen, ni yo a ellos, por ser su lengua natural malabar y la mía vizcaína, junté los que entre ellos eran más sabedores, y busqué personas que entendiesen nuestra lengua y suya de ellos. Y después de habernos juntado muchos días con gran trabajo, sacamos las oraciones, comenzando por el modo de santiguar, confesando las tres personas ser un solo Dios: después el Credo, mandamientos, Pater noster, Ave María, Salve Regina y la confesión general de latín en malabar.

Después de haber sacado en su lengua y saberlas de coro, iba por todo el lugar con una campana en la mano, juntando todos los muchachos y hombres que podía, y después de haberlos juntado, los enseñaba cada día dos veces; y en espacio de un mes enseñaba las oraciones, dando tal orden, que los muchachos a sus padres y madres, y a todos los de casa y vecinos, enseñasen lo que en la escuela aprendían.

[…]

Dejando en este lugar quien lleve lo comenzado adelante, voy visitando los otros lugares haciendo lo mismo; de manera que en estas partes nunca faltan pías y santas ocupaciones. El fruto que se hace en bautizar los niños que nacen, y en enseñar los que tienen edad para ello, nunca os lo podría acabar de escribir. Por los lugares donde voy, dejo las oraciones por escrito, y a los que saben escribir mando que las escriban y sepan de coro, y las digan cada día, dando orden cómo los domingos se junten todos a decirlas. Para esto dejo en los lugares quien tenga cargo de lo hacer.

Muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen. Muchas veces me mueve pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: ¡cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos!

Y así como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta que Dios nuestro Señor les demandará de ellas, y del talento que les tiene dado, muchos de ellos se moverían, tomando medios y ejercicios espirituales para conocer y sentir dentro en sus ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus propias afecciones, diciendo: “Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que yo haga? Envíame adonde quieras; y si conviene, aun a los indios”. ¡Cuánto más consolados vivirían, y con gran esperanza de la misericordia divina a la hora de la muerte, cuando entrarían en el particular juicio, del cual ninguno puede escapar, alegando por sí: “Señor, cinco talentos me entregaste, he aquí cinco más que he ganado con ellos"!

Témome que muchos de los que estudian en universidades, estudian más para con las letras alcanzar dignidades, beneficios, obispados, que con deseo de conformarse con la necesidad que las dignidades y estados eclesiásticos requieren. Está en costumbre decir los que estudian: deseo saber letras para alcanzar algún beneficio, o dignidad eclesiástica con ellas, y después con la tal dignidad servir a Dios. De manera que según sus desordenadas afecciones hacen sus elecciones, temiéndose que Dios no quiera lo que ellos quieren, no consintiendo las desordenadas afecciones dejar en la voluntad de Dios nuestro Señor esta elección.

Estuve casi movido de escribir a la universidad de París, a lo menos a nuestro Maestre de Cornibus y al doctor Picardo, cuántos mil millares de gentiles se harían cristianos, si hubiese operarios, para que fuesen solícitos de buscar y favorecer las personas que no buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo.

Es tanta la multitud de los que se convierten a la fe de Cristo en esta tierra donde ando, que muchas veces me acaece tener cansados los brazos de bautizar, y no poder hablar de tantas veces decir el Credo y mandamientos en su lengua de ellos y las otras oraciones, con una amonestación que sé en su lengua, en la cual les declaro qué quiere decir cristiano, y qué cosa es paraíso, y qué cosa infierno, diciéndoles cuáles son los que van a una parte y cuáles a otra. Sobre todas las oraciones les digo muchas veces el Credo y mandamientos; hay día que bautizo todo un lugar, y en esta Costa donde ando, hay 30 lugares de cristianos.

3 comentarios

  
Carmen Bellver
Leí en mi juventud la vida de este bravo navarro. Me impresionó su fortaleza interior. Este amante de las letras, puso su inteligencia al servicio del Reino. Y ahí ha quedado como ejemplo para muchos misioneros, que en la lejanía sufrirán la soledad y la separación de los suyos.
25/11/07 5:00 PM
  
ciudadano
Témome que muchos de los que estudian en universidades, estudian más para con las letras alcanzar dignidades, beneficios, obispados, que con deseo de conformarse con la necesidad que las dignidades y estados eclesiásticos requieren.

¿Qué dirían S.Francisco Javier, y tantos misioneros que sacrificaron su juventud, su vida, si viesen que España se ha convertido más bien en tierra de misiones que de misioneros?
26/11/07 1:25 PM
  
Bruno
Ciudadano:

Muy buena observación. Creo que, a la vez que lo sentiría muchísimo por España, San Francisco Javier se alegraría de que ver que el evangelio en la India ha dado tanto fruto.

Según parece, en la India florecen las vocaciones. Hoy hay monjas indias en multitud de conventos españoles y europeos y no sería extraño que pronto tuvieran que venir sacerdotes de la India para cubrir parroquias en varios países europeos.
26/11/07 4:04 PM

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