InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Nueva Evangelización

26.11.16

La triste situación de la Iglesia en el Norte de África

Un lector que ha pasado algunos años en Marruecos me ha enviado un correo sobre su experiencia allí, con relato de un ¿pequeño? milagro incluido. Me ha parecido tan interesante, que lo he convertido en un artículo independiente.

Por desgracia, lo que dice concuerda con lo que me han contado otros y con mi propia experiencia. La Iglesia, que siempre ha hecho una magnífica labor en tierras norteafricanas, poco a poco se fue limitando a actividades caritativas y asistenciales y a la atención espiritual de los católicos extranjeros, abandonando la evangelización. No es algo muy edificante, pero sería comprensible, porque la persecución es algo muy duro y no tiene sentido criticar desde un lugar seguro al que la sufre. Sin embargo, lo más triste es que, en las últimas décadas, los eclesiásticos norteafricanos han justificado su propia forma de actuar llegando a la conclusión de que no hay que evangelizar expresamente a los musulmanes y echando pestes de los protestantes que sí lo hacen, enfrentándose a la cárcel o algo peor. Eso es algo completamente distinto de la mera debilidad humana que todos compartimos.

¿Qué pensarían de esto los mártires franciscanos del norte de África de los que hablábamos el otro día? ¿Qué pensaría San Pablo, que algo de persecuciones sabía y, aun así, predicaba a tiempo y a destiempo y se hacía todo a todos para ganar, fuera como fuese, a algunos?  ¿Es verdaderamente Iglesia una Iglesia que, por sistema, decide no evangelizar? Si los musulmanes no se convierten, ¿no será porque no se les evangeliza? ¿Cómo creerán, si no se les predica?

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3.10.16

Un fruto del año de la misericordia

El año jubilar de la misericordia proclamado por el Papa Francisco está cerca ya de terminar. Antes de que llegue a su fin, me gustaría señalar un fruto del mismo que me ha alegrado en especial. Supongo que habrá dado otros frutos y espero que aún dé muchos más, pero creo que este bastaría para que el año jubilar haya resultado más que provechoso.

Se trata de algo muy sencillo, pero precisamente por eso más concreto, abarcable y evidente que otros frutos quizá más importantes pero también más difíciles de determinar. Me refiero a un hecho inaudito desde hace al menos medio siglo: gracias al año jubilar, la mayoría de los católicos han oído hablar de las obras de misericordia y muchos se las saben de memoria.

Puede parecer una minucia y es cierto que yo tiendo a alegrarme especialmente de las pequeñas cosas, pero creo que como mínimo constituye un signo muy esperanzador.

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7.09.16

Los refugiados y la misericordia en Europa

Durante los últimos meses, los medios de comunicación no han dejado de hablar de la llamada “crisis de los refugiados” en Europa, desencadenada por el enorme número de refugiados de Oriente Medio y otros lugares que se han dirigido a los diversos países europeos, tratando de huir de las guerras en sus países de origen o intentando conseguir un futuro económicamente mejor. Como Europa tiene la normativa sobre refugiados más generosa del mundo, la entrada masiva de refugiados ha despertado la desconfianza de muchos ciudadanos de a pie, que temen que el resultado sea la desaparición o desnaturalización de las culturas europeas. De hecho, los partidos que defienden la limitación drástica de la inmigración han logrado éxitos electorales sin precedentes en varios países.

Intentar analizar este fenómeno con un enfoque político se saldría del tema de este blog, pero creo que sería interesante abordar brevemente la cuestión desde el punto de vista del catolicismo. De hecho, del mismo modo que ha habido reacciones políticas muy variadas, las reacciones dentro de la Iglesia han sido sorprendentemente dispares.

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1.08.16

Vivir en los límites de la ley

Cuando a alguien le ponen una multa por exceso de velocidad, la excusa que suele dar es que no se fijó en que había superado el límite. Pretendía ir al máximo de velocidad permitido, noventa o ciento veinte y, sin darse cuenta, aceleró a noventa y cinco o a ciento veintiséis kilómetros por hora. Justo en ese momento, por casualidad (¡ley de Murphy!), se cruzó un policía y ¡zas!, multa al canto. Es algo que, probablemente, nos ha sucedido a todos los conductores en alguna ocasión y que, por lo tanto, nos resulta muy comprensible. A fin de cuentas, sería imposible y también peligroso conducir constantemente mirando el velocímetro del coche.

Por otro lado, al dar esa excusa no estamos teniendo en cuenta una solución muy sencilla: si el límite está en ciento veinte kilómetros por hora, para no pasarnos de ese límite por un descuido basta conducir a ciento diez. De esa forma, cuando apretamos un poco más el acelerador inconscientemente o vamos cuesta abajo o hay que acelerar un poco para adelantar a alguien, nuestro coche avanzará a ciento doce o a ciento quince o a ciento dieciocho, pero será mucho más difícil que nos pongan una multa por exceso de velocidad.

Cuando uno intenta mantenerse justo en el límite, resulta muy fácil traspasarlo casi sin darse cuenta, al menos en algunas ocasiones. Todos lo sabemos, pero el problema está en que, en realidad, nos gustaría ir más rápido. Querríamos ir a ciento treinta o ciento cuarenta y, si no lo hacemos, es porque no nos atrevemos por si la ley nos penaliza. Por eso nos quedamos en el máximo posible que nos permite evitar la multa. Es exactamente lo mismo que nos pasa a los cristianos.

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29.06.16

Una asignatura pendiente

En relación con el post de hace un par de semanas sobre la (falta de) formación de los católicos, un amable lector me ha enviado un escrito que presentó sobre ese tema al sínodo que celebrado en la archidiócesis de Oviedo hace unos años. Según me dice, ni siquiera le dieron un acuse de recibo, quizá por un descuido, pero en cualquier caso a mí me ha parecido muy interesante, por las cuestiones que  plantea, algunas de las cuales ya se mencionaron aquí.

Como el asunto despertó bastante interés entre los lectores y todo lo que se hable sobre él será poco, me ha parecido útil publicar en el blog dos o tres fragmentos del escrito, para su discusión. Ofrece argumentos y hechos muy sencillos y, a mi entender, en eso reside precisamente su fuerza. La situación eclesial actual clama al cielo y no hace falta ser un  gran teólogo para darse cuenta de ello. En realidad, lo que hace falta es estar ciego para no darse cuenta de ello. El fragmento de hoy se titula, muy significativamente, Una asignatura pendiente.

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