Dos cartas corteses al Hermano Cortés
Dios es capaz de hacer milagros y por eso, para nuestra sorpresa, puede sacar algo bueno incluso de nuestros pecados. Los cristianos llevamos en nosotros al Espíritu Santo, que es capaz de hacer este milagro que supera nuestra imaginación. No es extraño que San Pablo nos mande imitar la forma de actuar de Dios, con la ayuda de su gracia: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal a fuerza de bien“.
Como ayer hablábamos de la carta del Hermano Cortés al Papa, desgraciadamente tan llena de rencor y de ideologías políticas como desprovista de fe católica, hoy quiero mostrar otros dos testimonios que ha ocasionado esa carta. Son dos “cartas", una de un sacerdote y otra de un pre-seminarista, que muestran su amor por el ministerio sacerdotal, por el celibato y por la fe de la Iglesia. Y lo hacen con alegría y sin rencor. No se las pierdan. Garantizo que les van a encantar.
La primera es un comentario en el propio artículo de Religión Digital, firmado por “Sergio, sacerdote célibe (con la ayuda de Dios)“:

Dando una vuelta por el blog
Los lectores hispanoamericanos quizá no sepan quién fue Agustina de Aragón, subteniente de Artillería. Allá por el siglo XIX, en uno de los asedios de Zaragoza por las tropas de Napoleón en la guerra de la independencia española, las cosas se pusieron muy feas. Habían caído muertos o heridos todos los defensores de una de las puertas de la ciudad, la del Portillo. Ya estaban las tropas francesas entrando por ella para conquistar la ciudad cuando Agustina, que cuidaba a los heridos junto con otras mujeres, se lanzó a la defensa y consiguió disparar un cañón, prácticamente a bocajarro, sobre los franceses, que se batieron en retirada. Así dio tiempo a que llegaran nuevos defensores y se salvó la ciudad. El General Palafox, admirado, la nombró artillero y, a lo largo de la guerra, ascendió a sargento y a subteniente.
Hace tiempo, hablábamos en este blog del
Siento no haber escrito nada en el blog en los últimos días. La causa: mucho trabajo con plazos inhumanos, niños enfermos, falta de sueño y ausencia total de tiempo libre. Es decir, lo normal, pero quizás algo más acentuado de lo normal. La falta de tiempo es una de las plagas de nuestro tiempo.



