La pura realidad
El Domingo de Ramos siempre me ha parecido una solemnidad muy curiosa. Casi parece que “no pega” con el resto de la Semana Santa. Llevamos cinco semanas de cuaresma, de penitencia, ayuno, oración, limosna, ausencia de aleluyas y glorias… y de pronto llega esta fiesta con una entrada triunfal en Jerusalén, con palmas y ramos de olivo, cantando hosannas y bendiciones al Hijo de David, es decir, al Rey y Mesías esperado.
Y, sin embargo, estamos en tiempo de Pasión, esperando el día de la muerte del Señor. De hecho, en la liturgia del Domingo de Ramos se leen dos evangelios que relatan dos hechos muy distintos. Primero, antes de la procesión con las palmas, el pasaje precioso y triunfante de la entrada en Jerusalén. Después, como evangelio de la Misa, la pasión según uno de los evangelistas sinópticos, con el prendimiento, el juicio y la crucifixión de Cristo. El color litúrgico de hoy es el rojo, pero mañana se vuelve de nuevo al morado cuaresmal y penitencial.

Conozco a un sacerdote que, siempre que escribe una carta o un simple correo electrónico, termina enviándote su bendición. Me parece una costumbre estupenda. Las bendiciones son algo precioso y, además, gratis, así que creo que sería bueno que los sacerdotes las dieran más a menudo. Lo que recibisteis gratis, dadlo gratis. La última vez que hice el Camino de Santiago, con un par de primos míos, cada vez que veíamos a un sacerdote, nos poníamos de rodillas y le pedíamos su bendición. Ponían cara de sorpresa, pero nos bendecían.
En el último viaje que hice a Munich, hace un par de semanas, estuve leyendo una serie de lápidas muy antiguas colocadas en la fachada de la catedral. Los alemanes suelen ser muy cuidadosos con las cosas del pasado y generalmente se preocupan por mantener y restaurar las que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. Como es lógico, las inscripciones estaban en latín, así que ya imaginarán que no había grandes colas para leerlas y pude hacerlo con tranquilidad.
Aunque en los países hispánicos el proceso pueda pasar desapercibido, en el Reino Unido, Australia, Estados Unidos y otros países angloparlantes se están dando ya los primeros pasos hacia la creación de los Ordinariatos previstos por la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus, aprobada recientemente por Benedicto XVI. Estos Ordinariatos, parecidos a diócesis personales al estilo de los Ordinariatos Castrenses o de las eparquías orientales, permitirán que los anglicanos que vuelvan a la Iglesia Católica conserven sus tradiciones propias y una buena parte de sus usos litúrgicos.



