InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

27.09.11

Hay que tener mucha fe

Panes y pecesHace algún tiempo, pasé por Manresa y fui a Misa al santuario que allí tienen los jesuitas, junto a la famosa cueva en la que San Ignacio vivió un tiempo como ermitaño después de su conversión. Me encanta ir a rezar en lugares en los que ha habido personas que han amado a Dios sin reservarse nada. En la iglesia grande, me resultó curioso el detalle de que los responsables habían arrancado los reclinatorios de los bancos, sin razón aparente más que impedir arrodillarse a los fieles. También me sorprendió que, en lugar de textos de San Ignacio o de otros santos jesuitas, el material gratuito que se ofrecía para la oración eran folletos repletos de diatribas contra las malvadas empresas farmacéuticas y otros cocos de la sociedad moderna.

Hubo algo, sin embargo, que me llamó mucho más la atención: la homilía pronunciada en la Misa. Se trataba del Evangelio que relata una de las multiplicaciones de los panes y los peces y el sacerdote dedicó su homilía a explicarlo. Este sacerdote debía de ser un hombre con una enorme fe, a juzgar por lo que dijo en su homilía.

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5.09.11

El Ángel de los Encuentros Dichosos

San RafaelEstoy leyendo estos días un libro sobre Flannery O’Connor, una escritora muy famosa en los Estados Unidos pero menos conocida en España, que murió en los años sesenta. Sus novelas son muy curiosas, porque ella misma era un caso curioso: una católica que vivía en el sur profundo de los Estados Unidos, donde ser católico era casi tan malo como ser negro (y, a veces, peor). Quizá otro día cuente alguna cosa más de la novelista, pero hoy he preferido traducir una oración en el blog. Es una oración al arcángel San Rafael que Flannery O’Connor rezaba todos los días.

San Rafael, como dice la oración, es el ángel de los encuentros dichosos, porque fue él quien guió a Tobías para desposarse con Sara y, después, para curar la ceguera de su padre, Tobit. Todo eso se cuenta en el Libro de Tobías, que es muy cortito y entretenido y cuya lectura aprovecho para recomendar a los lectores, sobre todo a los casados y a los novios.

El lenguaje de la oración, como sucede con todas las del siglo XIX y comienzos del XX, es recargado, pero tiene un par de cosas que me han resultado preciosas. En primer lugar, la idea de los encuentros dichosos, que también podríamos llamar encuentros providenciales o, simplemente, gracias de Dios. Estoy convencido de que, un día, Dios nos explicará cómo fue poniendo en nuestras vidas a las personas que tenemos a nuestro alrededor, con un propósito concreto y para nuestra salvación, tejiendo una especie de tapiz maravilloso de encuentros providenciales. La oración pide al Arcángel que nos guíe hacia esos encuentros.

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27.08.11

Llorar nuestros pecados

La liturgia de la Iglesia guarda tesoros extraordinarios, de una belleza y una profundidad asombrosas. Es algo que ya sabemos pero, al menos a mí, no deja de sorprenderme cuando me encuentro con uno de esos tesoros que me había pasado desapercibido. Algo así me ha pasado hoy al rezar hoy el Oficio de Lecturas. Me he quedado boquiabierto al leer la oración de la memoria de Santa Mónica:

“Oh Dios, consuelo de los que lloran, que acogiste piadosamente las lágrimas de santa Mónica impetrando la conversión de su hijo Agustín, concédenos, por intercesión de madre e hijo, la gracia de llorar nuestros pecados y alcanzar tu misericordia y tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén".

Cuántas veces habré leído esta oración sin fijarme en lo que hoy me ha sorprendido: “la gracia de llorar nuestros pecados”. ¡Llorar nuestros pecados! No habla de pensar que nos hemos equivocado algunas veces, reconocer que “no somos perfectos”, aceptar que no todo lo hacemos bien y demás zarandajas pelagianas y políticamente correctas. ¡Llorar nuestros pecados!

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16.07.11

La Reina Peregrina de Newman

Hoy, día de la Virgen del Carmen, traduzco para el blog un precioso poema de Newman, muy poco conocido. Está dedicado a la Virgen, expulsada por los reformadores ingleses de su reino (Inglaterra era conocida como la Dote de María) y que vaga desde entonces por los caminos de Inglaterra. El anglicanismo quiso un cristianismo sin la Virgen y ha terminado teniendo un cristianismo sin Cristo. Sin embargo, Newman predice que las cosas están cambiando, que se acerca el momento en que la Virgen reinará de nuevo en Inglaterra.

De hecho, el movimiento de Oxford liderado por Newman introdujo de nuevo la devoción a Nuestra Señora en el anglicanismo y hoy es normal ver imágenes de la Virgen en iglesias anglicanas (algo impensable hace doscientos años), generalmente con personas rezando ante ellas. Los anglocatólicos tienen un gran amor a la Virgen y la patrona del nuevo ordinariato católico inglés es Nuestra Señora de Walsingham (ver foto), la más importante advocación de Inglaterra.

“Pedro y Felipe”, mencionados en el poema, son San Pedro, como símbolo del papado y de la Iglesia Católica, y San Felipe Neri, fundador del Oratorio, del cual era miembro Newman. Lo he traducido sin rima, por carecer de tiempo para más, y tomándome alguna libertad, pero creo que bastará para captar la belleza melancólica y a la vez esperanzada del original. Que lo disfruten.

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5.07.11

Jesús, en todos los libros de la Escritura

PantócratorTraduzco otra oración o letanía que me ha gustado mucho. Va recordando a Cristo, presente en todos los libros de la Escritura, uno por uno. Reconocer la presencia de Cristo en todo el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento es algo que siempre ha hecho la Iglesia, desde la época de los Padres. Por desgracia, ahora está poco de moda, por la manía de usar la crítica histórica como máximo criterio de interpretación, en lugar de la Tradición de la Iglesia.

Hay varias versiones en inglés (algunas protestantes, ojo). He traducido la que más me gustó, preparada para una liturgia de adoración a Cristo Eucaristía. Por eso, cada cuatro o cinco libros, se hace la misma llamada: Venid y arrodillaos ante él. Jesucristo está en la Sagrada Escritura y en la Eucaristía de formas distintas, pero es siempre el mismo Cristo.

Si Dios nos lo concede, encontraremos a Jesucristo anunciado en todo lo que dice el Antiguo Testamento y proclamado en todo lo que dice el Nuevo. El propio Cristo resucitado lo explicó: “Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito sobre mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras” Lc 24,44-45. Pidamos a Dios con estas letanías que nos abra la inteligencia, para que encontremos a su Hijo en cada línea de la Escritura.

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