Monseñor Agrelo y la transustanciación

Confieso que Mons. Santiago Agrelo, franciscano y arzobispo de Tánger, me cae simpático. A fin de cuentas, es un obispo de tierra de infieles, en pleno norte de África musulmán, y, como tal, heredero de los protomártires franciscanos que predicaron en la Sevilla islámica y fueron martirizados en Marruecos en 1220, de San Daniel y compañeros mártires, que murieron en Ceuta en 1227, de San Juan de Perusa y San Pedro de Saxoferrato, martirizados en Valencia, de los mártires franciscanos de Túnez, Granada, Damasco, Etiopía, Turquía y tantos otros. Esa imagen de un pobre franciscano enviado por la Iglesia a predicar a Cristo ante los musulmanes, como el propio San Francisco, despierta inevitablemente mi simpatía.
Además de eso, estoy convencido de que Mons. Agrelo hace personalmente todo lo posible por cuidar de los pobres que llegan al norte de África con la esperanza de encontrar un futuro mejor en Europa. Dios se lo pagará, sin duda. Es cierto que a menudo exagera en lo que dice sobre esos temas de forma un tanto demagógica y que sería mejor que no fuera así, pero puestos a equivocarnos, siempre será mejor hacerlo del lado de los pobres y abandonados por todos.
A pesar de esa simpatía general, no suelo leer lo que escribe D. Santiago, porque por experiencia sé que tiende a apartarse de la fe de la Iglesia y, como católico, eso me resulta profundamente desagradable. Hace un par de días, sin embargo, me enviaron esta curiosa conversación que Mons. Agrelo tuvo en Facebook y me pidieron que la comentara en el blog:

En el último artículo, un lector, Feri del Carpio, escribió un comentario que me resultó muy interesante y que me gustaría analizar hoy:
Hoy se celebra la festividad de San Simón y San Judas, apóstoles. Se les conmemora el mismo día porque murieron juntos como mártires, en la lejana Persia. Las tradiciones cuentan que, cuando iban a ser ejecutados, Judas dijo a Simón que estaba viendo al Señor que los llamaba para que fueran al cielo. A San Simón se lo suele representar con una sierra, porque lo cortaron en dos, mientras que a San Judas Tadeo le cortaron la cabeza o lo mataron a golpes, según las tradiciones, de modo que se le representa con un hacha o con un garrote, además del libro o rollo referente a la carta de San Judas de la Biblia. Sus reliquias se encuentran actualmente en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano.
La verdad es que, si no fuera por la gravedad del cisma, la herejía y todo eso, daría gracias a Dios todas las semanas por el anglicanismo. Yo diría que, entre los innumerables grupos engendrados por las obsesiones de Lutero, es la confesión más curiosa y que mayor entretenimiento me ha proporcionado durante años.



