Sentarse en el vacío
Hace un par de semanas, viajé, por trabajo, a Alemania. Pasé un par de días en Munich y, entre interpretación e interpretación, pude dar una vuelta por la preciosa ciudad bávara. Creo que es muy sano, de vez en cuando, disfrutar tranquilamente de la belleza que mueve el corazón a bendecir a Dios.
Baviera es una zona católica de Alemania y su catolicismo está presente en todas partes: Iglesias, cruces, estatuas, preciosas imágenes policromadas de la Virgen en las fachadas… hasta me atrevería a decir que la fe católica está presente en la luz más brillante que en otras ciudades de Alemania, en su cielo más azul y en su aire mediterráneo a cientos de kilómetros de este mar.
Una cosa que me llamó la atención mientras paseaba fue uno de esos signos del cristianismo presente en un edificio público, en el Palacio de Justicia, una construcción neobarroca de finales del S. XIX. En la fachada principal, a bastante altura sobre la puerta de entrada, entre alegorías, balanzas, dioses griegos y justicias personificadas, hay un relieve que representa las Tablas de la Ley. Es decir, los diez mandamientos.

Hace unos días, se aprobó definitivamente en el Senado la nueva ley del aborto, que no hace sino empeorar aún más, si cabe, la repugnante ley anterior sobre esa misma materia. Después de haber hablado tanto contra la barbarie del aborto, casi no me quedan ya indignación ni epítetos para calificar este despropósito. 
A riesgo de defraudar a algunos lectores, comenzaré diciendo que el texto que propongo hoy es escandaloso pero en el buen sentido. “Escándalo", etimológicamente, significa algo que hace tropezar. Y, como es lógico, tropezar es malo si vamos por buen camino, pero cuando vamos por la senda equivocada un tropiezo nos puede ayudar a ver que hay que cambiar de dirección. El mismo Cristo fue “piedra de escándalo” para los hombres de su tiempo.
Los cristianos sabemos que Cristo nos ha liberado. Sin embargo, es una de esas cosas que, de tan sabidas, a veces se olvidan. Por eso es una alegría cuando ocurre algo que nos recuerda que, sin mérito alguno por nuestra parte, Cristo nos ha liberado de los ídolos, los pecados, los vicios, la desesperanza y la muerte.
Me ha llamado la atención leer, en distintos blogs de este mismo portal, cómo a veces se critica durísimamente al feminismo y otras se ensalza al mismo como un gran logro de nuestro tiempo. Es una contradicción curiosa y creo que conviene analizarla un poco.
    
            
            
            
            
            
            
            


