Humildad, protagonismo y liturgia
Hace poco, con ocasión de la memoria litúrgica de una (¡espléndida!) santa carmelita, el sacerdote de la parroquia donde asistí a misa predicó sobre la humildad. Por sus palabras, deduje que básicamente estaba a favor de la misma. Haciendo gala de un sentido lógico admirable, también se mostró en contra de sus vicios opuestos, la soberbia y el orgullo, que calificó con gran acierto como “algunos de los pecados más horribles que existen".
Unos minutos después, sin embargo, el mismo sacerdote se inventó por completo la plegaria eucarística, con la excepción de la consagración y la doxología final. Sustituyó el texto del misal por una nueva tanda de reflexiones propias de tipo buenista-moralista, una especie de segunda homilía claramente dirigida a los fieles que estábamos allí, en lugar de a Dios.
Como sabrán los lectores, el autor de estas líneas no es precisamente un experto en humildad, pero aun así sentí que había algo que chirriaba en esa yuxtaposición. En efecto, aunque se haga con buena intención, difícilmente podría encontrarse una actitud menos humilde que la de sustituir la liturgia de la Iglesia por las propias elucubraciones. Por tres razones.

Durante el último año, en las conversaciones relativas al Sínodo sobre la familia, se han presentado diversas propuestas “pastorales” que afectan de lleno a la indisolubilidad del matrimonio. Así, hemos visto a algunos Padres sinodales y a otros obispos proponer
La Iglesia tiene como misión predicar la verdad: Id pues y enseñad a todas las gentes (cf. Mt 18,29). Si este encargo del mismo Cristo no se cumple, no sirve para nada el Sínodo, ni tiene sentido la Iglesia, ni merece la pena que yo escriba y los lectores lean este artículo. Proclamemos la verdad, enseñemos la verdad, disfrutemos de la verdad, no luchemos contra la verdad. El gran peligro del Sínodo es avergonzarse de la verdad, porque es el gran peligro de los católicos hoy. Nada hay peor que eso, puesto que avergonzarse de la verdad es lo mismo que avergonzarse de Cristo.
Hace unos días, el cardenal Kasper participó en una reunión del llamado “Cenáculo de los amigos del Papa Francisco” en el Centro Russia Ecumenica de Borgho Pio, en Roma. Se trata de un grupo que se reúne de vez en cuando para hablar de temas de actualidad y de doctrina católica y en el que, a pesar de su nombre, se mezclan afirmaciones ortodoxas con el rechazo de diversas enseñanzas de la Iglesia y del Papa sobre temas polémicos para el mundo de hoy.
Como no todo ha de ser criticar lo malo, traduzco hoy para el blog un texto excelente aparecido en









