InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

28.08.09

El año más importante de la Historia

La revista The Economist está haciendo una encuesta entre sus lectores, cuyos resultados hasta la fecha me han resultado muy interesantes. En la encuesta, se plantea a los lectores una pregunta bastante ambiciosa: cuál creen que ha sido el año más importante de la Historia.

Es cierto que la pregunta es tan imprecisa que, en realidad, tiene muy poco sentido. Sin embargo, creo que las respuestas más populares de los lectores son muy significativas, porque constituyen un indicio de las cosas a las que los lectores de la revista, que son muchísimos, dan importancia. Se nos abre una ventana, ciertamente borrosa y no muy amplia, para escudriñar las jerarquías de valores que tiene la gente. Según los acontecimientos históricos que consideran más importantes, podemos deducir los valores y ámbitos que consideran más significativos y valiosos para la vida humana, al menos en teoría.

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27.08.09

Liturgia de gente bien educada

Curiosamente, la frase de Benedicto XVI que me pareció más importante del famoso Motu Proprio Summorum Pontificum no formaba parte del mismo. Estaba incluida en la Carta que el Papa dirigió a los obispos como acompañamiento del Motu Proprio: “las dos formas del uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente“.

Pocas palabras, pero importantísimas. Así es como ha funcionado siempre la liturgia en la Iglesia, con un desarrollo homogéneo mediante un enriquecimiento progresivo. Los defensores de la forma extraordinaria del rito romano señalan, con toda la razón del mundo, que algo tan importante como una reforma litúrgica no puede ser obra de una comisión. Es necesario que la forma ordinaria del rito se enriquezca en contacto con la Tradición viva de la Iglesia. Así pasará de ser el resultado de los esfuerzos de una comisión a constituir una expresión de la fe y la oración de la Iglesia. No olvidemos que, para la forma que tiene la Iglesia de medir el tiempo, el novus ordo está aún en pañales, en tiempo de rodaje. Y también la forma extraordinaria podrá enriquecerse, que no hay nada perfecto en este mundo.

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24.08.09

Otra de arena francesa

Como el otro día hablé, con tristeza, de la descristianización de Francia, hoy me alegro de poder decir algo bueno de nuestros vecinos del norte. Y, además, también con respecto a la evangelización, aunque sólo sea un pequeño detalle. Una de cal y otra de arena no es una máxima evangélica, pero servirá, en este caso, para no dejar un regusto amargo al tema de Francia.

Esta semana, pude visitar la magnífica catedral de Metz. No voy a cansar a los lectores ensalzándola, por falta de tiempo y porque, además, como buena catedral, toda la gloria se la remitiría a Dios. Pero sí voy a contar una buena idea de sus responsables. Con ocasión del año de San Pablo, que terminó hace poco, han aprovechado algunos de los mejores tesoros que tiene la catedral. Me refiero a sus maravillosas vidrieras, que, al tratarse de una gigantesca catedral gótica, deben de medirse por kilómetros cuadrados.

El obispo, algún canónigo o quienquiera que fuera tuvo la buena idea de ir recogiendo las veinte o treinta veces que aparecían en las vidrieras escenas de la vida de San Pablo. Cogió estas fotos, las amplió a tamaño natural y, poniendo debajo de cada imagen una frase de las cartas de San Pablo, las fue colocando por las paredes de parte trasera del templo. Así, todo el que pasaba podía ir recorriendo la vida de San Pablo, desde su participación en la lapidación de San Esteban hasta su decapitación en Roma, con estupendas imágenes que quedarían grabadas en su retina para siempre. Es decir, se usaban las vidrieras para evangelizar a los turistas no cristianos y catequizar a los que ya lo fueran.

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19.08.09

Despierta, Francia

Estos días estoy de viaje por Francia, visitando a mi hermano. Es un país precioso. Para alguien acostumbrado al espartano paisaje castellano, resulta especialmente agradable contemplar su tierra fértil y sus bosques espesos y frondosos. A mi juicio, sin embargo, lo más interesante de Francia es su Historia, plasmada en la piedra de catedrales, castillos e iglesias o en las modestas casas de sus paysans. La herencia católica de la “hija primogénita de la Iglesia” llena el país y habría que ser ciego para no toparse con ella.

Al pensar en esa herencia católica o al recordar la muchedumbre de santos franceses de otras épocas, resulta aún más triste notar lo descristianizada que está Francia. Y eso que lo que estoy visitando es la Lorena y sus alrededores, que deben de ser algunas de las zonas más religiosas del país. Es verdaderamente desolador visitar magníficas catedrales que apenas tienen vida, contemplar cómo surgen mezquitas como setas y se cierran las iglesias. Se le cae a uno el alma a los pies. Y aún resulta más desolador ver que, en muchos casos, el clero pierde el tiempo en modas, tonterías y luchas internas, en defender cansinamente un evangelio reducido a lo social o meramente cultural o incluso en un diálogo interreligioso entre dialogantes que ya no consiguen atraer a nadie. Y lo más increíble es que muchos de esos sacerdotes o incluso obispos siguen pensando que todo va bien, que hay que seguir por el mismo camino.

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10.08.09

Revolución en la cafetería

Quaestio quodlibetalis XX. El otro día, un lector se proclamaba orgullosamente “católico de cafetería”. Con ello quería decir, aparentemente, que hay diversas cosas de las que enseña la Iglesia que no acepta, pero, aún así, se sigue considerando católico. Lo cierto es que este tipo de postura me llama mucho la atención, así que propongo un experimento interesante: aplicar la lógica a esta postura. Advierto que es un experimento peligroso, porque muchas cosas pueden salir volando por los aires, como siempre que se utiliza la capacidad de razonar que Dios nos ha dado.

Como decíamos, el católico de cafetería es aquel que elige lo que quiere dentro de la Iglesia, considerada como un menú de ideas, creencias y principios morales: me parece bien que Cristo sea Dios o que robar sea malo y acepto estas doctrinas, no me gusta el matrimonio indisoluble o la virginidad de la Madre de Cristo y los rechazo. A primera vista, esto es bastante lógico. Es lo que hacemos con todo en la vida, con las opiniones del vecino, lo que viene en el periódico o lo que oímos por la radio: nos quedamos con lo que nos parece correcto y rechazamos lo demás.

Hay, sin embargo, una conclusión lógica inevitable de esta actitud. Si yo puedo escoger unas cosas y rechazar otras de las que enseña la Iglesia, es falso que la Iglesia pueda enseñar de forma infalible la verdad de Dios. No cabe duda, en ese caso, de que la pretensión de enseñar en nombre de Dios que se arroga la Iglesia es una equivocación o, peor, una mentira maliciosa. Porque, si la Iglesia tuviese autoridad para enseñar en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, sus enseñanzas serían verdaderas y lo lógico sería aceptarlas en bloque.

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