Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia
Un lector del blog, Oscar, me envía este testimonio de un barrio de los suburbios de Roma, que me ha gustado mucho. Es un signo de que a Dios le basta con un par de peces y unos mendruguillos para alimentar a multitudes… o, como en este caso, con un sacerdote que se ponga en sus manos para transformar un barrio.
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En este mundo, en el que las únicas unidades de medida usadas como referencia son el euribor y la báscula, parece que miseria, enfermedad y muerte sólo pueden ser categorías económicas o de bienestar/salud. En realidad existen muchos casos de miseria, de enfermedad y de muerte que trascienden el plano económico de la existencia y se están instalando en el plano espiritual. Hablo de la miseria de Fe, de la enfermedad del alma, de la muerte en vida que supone el pecado… observando con los ojos de un cristiano, en una sociedad como la nuestra, los pobres, ciegos, sordos, mudos, tullidos, endemoniados se multiplican. A veces, engañados por el demonio de la desesperanza, nos parece que nadie pone remedio.
No es así.



Estoy harto de algunas críticas a las jornadas mundiales de la juventud (diría que estoy indignado, pero hoy en día el término tiene algunas connotaciones no del todo recomendables). Por usar las inmortales palabras del poeta: Estoy ahíto de tanto parchear y tanto pito.
Los seres humanos somos una obra maravillosa de Dios. Somos seres racionales, pero no nos quedamos en la mera razón, como si fuésemos un ordenador. Si a uno le preguntasen por qué quiere a su mujer, sin duda recordaría razones y momentos importantes: la entrega mutua, el haber permanecido juntos en momentos difíciles, la generosidad al dar la vida por los hijos… Pero, si uno es sincero, también hablaría de cosas pequeñas o incluso insignificantes que están unidas indisolublemente a ese amor por su mujer: el color de sus mejillas a la luz de la tarde, el vestido que llevaba en aquella ocasión, el placer de que ella tenga razón y uno esté equivocado, las pequeñas bromas compartidas…
Hoy, día de la Virgen del Carmen, traduzco para el blog un precioso poema de Newman, muy poco conocido. Está dedicado a la Virgen, expulsada por los reformadores ingleses de su reino (Inglaterra era conocida como la Dote de María) y que vaga desde entonces por los caminos de Inglaterra. El anglicanismo quiso un cristianismo sin la Virgen y ha terminado teniendo un cristianismo sin Cristo. Sin embargo, Newman predice que las cosas están cambiando, que se acerca el momento en que la Virgen reinará de nuevo en Inglaterra.



