InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Signos de esperanza

21.11.18

Peripecias, gracias y cruces de las pequeñas fundaciones nacientes


Hoy entrevistamos a la Madre Benedicta de María Herrera, Superiora de la comunidad de monjas contemplativas de Schola Veritatis. Quizá los lectores recuerden la entrevista que ya hicimos a estos monjes y monjas que marcharon a lo más remoto de América, en la Patagonia chilena, para dedicarse a alabar a Dios y a interceder por todos.

Hace algo más de un año, les forzaron a abandonar su pequeño monasterio (donde yo tuve la gracia de visitarlos) y tuvieron que fundar uno nuevo en un lugar aún más apartado, en las montañas. Sus peripecias para convertir un lugar salvaje en una casa de oración donde Dios sea lo único importante recuerdan poderosamente a las historias de los primeros cartujos, benedictinos y cistercienses. Quizá en estos monasterios, como decíamos el otro día, esté la clave de la reconstrucción de la civilización cristiana. Dios mueva nuestros corazones para ayudarlos en lo posible.

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13.11.18

Lo más importante

Mi hijo menor, el cuatroañero, sabe apreciar el silencio, una habilidad que bastantes nonagenarios se mueren sin haber conseguido aprender. Cuando vamos en coche, a menudo está callado durante mucho tiempo, pensando en sus cosas, hasta que, repentinamente, dice algo que permite vislumbrar sus elucubraciones.

El otro día, yendo por la mañana hacia el colegio, preguntó, sin ningún tipo de introducción: “Mamá, ¿a que ir al colegio no es lo más importante?”.

A pesar de lo temprano de la hora, mi esposa ni siquiera pestañeó. El pequeñajo ya nos tiene acostumbrados a las preguntas más curiosas, desde las relativas al concepto de infinito (que a él le fascinan y que mi mujer directamente suele responder con “eso se lo preguntas a tu padre”) hasta temas bastante más complejos (el otro día preguntó con total seriedad: “Mamá, ¿por qué papá se casó contigo?”, quizá intuyendo que la pregunta complementaria, sobre por qué ella se casó conmigo, superaba la limitada capacidad de la razón humana).

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25.09.18

3.09.18

Santa nostalgia desde la Argentina

Cuando, hace años, publiqué un librito de poesía, escribí en el prólogo que ojalá todos los cristianos escribieran versos. No era una simple frase: estoy firmemente convencido de que uno de los grandes problemas de nuestro mundo y de nuestra Iglesia es el olvido de la belleza, sustituida por lo útil, lo moderno y, en ocasiones, lo intencionadamente feo y desagradable. Por eso me produjo una gran alegría que José Alberto Ferrari, un poeta argentino, tuviera la gentileza de enviarme su libro “Santa nostalgia”, publicado en la editorial Vórtice de Buenos Aires. Es un verdadero placer contar algo de él en el blog.

La poesía es insustituible para “avivar el fuego” de la vida, redescubriendo las maravillas que Dios ha hecho y sigue haciendo a nuestro alrededor. Si es buena poesía, al leerla o releerla siempre encontramos algún verso que rompe el sarcófago asfixiante de la rutina que nos entierra. Esa pequeña línea de un poema basta para que entre en nuestra prisión el aire puro que necesitamos para despertar del letargo.

A menudo me encuentro recordando una y otra vez un verso que me ha hablado de esta forma y que no puedo olvidar. Lo mastico, lo saboreo, lo digo y lo repito lentamente, dejando que cale hondo en mí. Poco más puedo hacer en esta breve reseña que abrir boca recordando algunos de esos versos impagables que he encontrado en el libro de José Alberto y que, quizá, resuenen también en los lectores como lo han hecho en mí.

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14.06.18

¿Cómo será el Anticristo?

«Al principio [el Anticristo] no odiaba a Jesús. Reconocía el mesianismo y la dignidad de Cristo, pero creía sinceramente que no era más que su gran predecesor. La acción moral de Cristo y su absoluta originalidad se escapaban a su inteligencia, oscurecida por el amor propio. “Cristo”, pensaba, “vino antes que yo. Yo vengo después, pero lo que sigue en el tiempo es anterior en el plano del ser. Yo soy el último, al final de la historia, precisamente porque soy el salvador definitivo y perfecto. Cristo fue mi heraldo. Su misión fue preparar mi aparición”.

[…] También justificaba de otra forma el hecho de anteponerse a Cristo: “Cristo”, se decía, “al enseñar y cumplir en su vida el bien moral, fue el redentor de la humanidad, pero yo debo ser el bienhechor de esa humanidad, en parte redimida y en parte no redimida. Yo daré a los hombres todo aquello que necesitan. Como moralista, Cristo dividió a los hombres mediante los conceptos del bien y del mal, pero yo los uniré por medio de beneficios tan necesarios para los buenos como para los malos. Seré el verdadero representante de Dios, que hace brillar el sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos. Cristo trajo una espada, yo traeré la paz. El amenazó a la tierra con el juicio final, pero yo seré el juez y mi juicio no será el juicio de la justicia, sino el de la misericordia”».

Vladimir Soloviev, Relato sobre el Anticristo, 1900

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