InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Signos de esperanza

25.02.12

Miércoles de ceniza: el desaparecido arte de morir

The-GuardianUn amable lector me ha avisado de un curioso artículo aparecido en el periódico británico The Guardian. Me ha parecido tan interesante que lo he traducido para el blog. Curiosamente, trata el mismo tema del que hablé hace tiempo en un post… y llega a unas conclusiones similares a las mías, pero desde un punto de vista secular: el valor de la visión cristiana de la muerte frente al escapismo de la cultura moderna.

Para entender bien el valor de estas reflexiones hay que saber que The Guardian es un periódico de izquierdas, generalmente muy crítico con el cristianismo en general y especialmente con la Iglesia Católica en particular. El hecho de que un periódico así publique un editorial como éste supone que hay cuestiones en las que va quedando claro, a pesar de las ideologías y del pensamiento débil de nuestra época, que el único camino moral y existencial viable a largo plazo es el que marca la Iglesia. Quizá estemos acercándonos ya a la sociedad post-postcristiana.

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11.02.12

Otra historia de Setteville

sacerdoteQuizá recuerden los lectores la entrañable historia de la parroquia de Setteville, en los suburbios de Roma, que contamos en este blog en el post Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Hoy, Óscar me envía otro relato de aquella pequeña parroquia, la historia de su suegro: hijo de familia humilde, reparador de antenas, doctor en Matemáticas, padre de familia, abuelo, viudo y, finalmente, sacerdote. También reaparece en la historia nuestro viejo conocido de Setteville: el sacerdote Don Gino.

Es fantástico pensar que cada pequeña parroquia, de las incontables que existen en la Iglesia Católica, tendrá sus historias como éstas, cuajadas de milagros y de la gracia de Dios. Qué grande es Dios y qué maravillosas son sus obras.

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29.10.11

Ante la muerte inminente

Coche saltandoEsta noche he tenido un sueño curioso. No recuerdo el principio, pero, en cierto momento, iba en coche por el carril derecho de una autopista de cuatro o cinco carriles, con tráfico abundante. No conducía yo, así que imagínense el susto cuando, repentinamente, el coche giró bruscamente a la izquierda para dirigirse al otro extremo, sin preocuparse por los demás vehículos. Quizá explique la maniobra el hecho de que no guiaba el coche un conductor, sino una conductora.

Sea como fuere, el problema no estaba simplemente en el peligro de chocar con otro coche, sino en que la conductora no se había dado cuenta de que, en ese punto de la autopista, comenzaba un túnel en los carriles centrales y estos se encontraban ya a un nivel muy inferior a los carriles laterales. Al girar bruscamente hacia la izquierda, saltamos por encima de la separación y el coche se precipitó al vacío y a una muerte segura… de no ser porque, un instante antes de estrellarnos, uno de mis hijos mojó su cama y me despertó con sus lloros. Benditos niños.

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2.07.11

La verdadera Cenicienta

Santa GermanaSomos una generación marcada por muchas cosas y no siempre para bien. Por ejemplo, en nuestra imaginación han quedado grabadas indeleblemente las películas clásicas de Disney, ya se trate de Bambi, Blancanieves o la Cenicienta. Es decir, una versión simpática pero tirando a edulcorada y tontorrona de los cuentos tradicionales (que eran bastante más recios; por ejemplo, el cuento de la Cenicienta, en el pueblo de mis abuelos, se llamaba tradicionalmente el Cuento de la Puerca Cenizosa).

Marcados por esos estereotipos tan blandengües, quizá podríamos pensar que la realidad, sin música de fondo, heroínas guapísimas ni zapatos de cristal, es mucho más sosa y aburrida, pero de hecho sucede lo contrario. La realidad, sin edulcoramientos pastelosos, a menudo es mucho más asombrosa y fascinante que las historias más sofisticadas de la factoría Disney. Para demostrarlo, les contaré hoy una historia real, la de la verdadera Cenicienta, que a mi juicio es mucho más interesante y romántica que el cuento.

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20.06.11

Oración del P. McNabb

Vincent McNabbEl P. Vincent McNabb (1868-1943) fue un personaje interesantísimo, un dominico irlandés dedicado por completo a la oración y a la predicación (incluso, durante una época, como predicador callejero en Speaker’s Corner). Influyó mucho en católicos y conversos tan conocidos como Chesterton, Knox, Belloc, Baring, etc. De él dijo Chesterton: “Nadie que haya conocido o visto al P. McNabb ha podido olvidarlo nunca". Y Knox contaba: “El Padre Vincent es la única persona que he conocido de la que he dicho más de una vez ‘Te da una idea de lo que debe ser un santo’. Había en él una especie de luz que no parecía ser totalmente de este mundo".

¿Por qué cuento esto? Porque he leído una oración compuesta por el P. McNabb que me ha conmovido, así que la he traducido para colgarla en el blog. Es muy sencilla, casi parece la oración de un niño. En cierto modo, es lógico, porque ¿no somos todos niños ante el Señor? Es la sencillez que tanto alabó el Señor y que es la única actitud posible en la oración cristiana. Muchas oraciones modernas la buscan artificialmente sin conseguirla, porque sus autores no saben que la auténtica sencillez viene de tener el corazón puesto únicamente en Dios.

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