InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Viajes

5.05.09

El misterio del pueblo sonriente

Hace muchos años, cuando yo era un chaval, temporibus illis, los veranos eran siempre un tiempo de aventuras. Mis padres tenían la costumbre de viajar por Europa los veranos en la furgoneta que teníamos. Viajábamos económicamente, de camping en camping y llevando la comida y casi todo lo que necesitábamos desde España, para poder alargar nuestra ruta todo lo posible.

Así conocimos multitud de países y lugares que fascinaban a un niño como yo: las casi verticales viñas del Rin entre castillo y castillo; las inundaciones de Venecia y sus autobuses flotantes; el más suntuoso palacio de los papas en Francia; la torre inclinada de Pisa que, al menos en esa época, no tenía barandillas; las cataratas del Rin en Suiza, donde el piloto del barco turístico conseguía arrancar un grito a los visitantes acercándose hasta el mismo borde de las rugientes masas de agua; la no-tan-oscura Selva Negra y los castillos del Rey Loco; las catacumbas romanas con ecos de mártires en sus pasadizos… Decenas de lugares sorprendentes y con nombres exóticos y misteriosos. Sin embargo, entre todas las cosas sorprendentes que vi, se ha grabado especialmente en mi memoria el misterio del pueblo sonriente.

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7.11.08

Dichosos los turreros

En otro artículo de hace unos días, hablé de algo que me había llamado la atención este verano en el pequeño pueblo de Turre y prometí contar otras cosas que también me habían gustado de este pueblo almeriense. Por razones que no vienen al caso, no pudimos ir a Misa en otro pueblo en el que nos alojábamos, así que decidimos tomar una carretera al azar e intentar ir a Misa en el primer pueblo que encontrásemos. Es algo que hacemos bastante a menudo, pues nos gustan esas pequeñas aventuras y es la única forma de ver sitios a los que uno nunca iría de otro modo.

Así llegamos a Turre, preguntamos cuándo era la Misa y nos dirigimos a la iglesia, que, como debe ser, está en el centro del pueblo y puede verse desde cualquier lugar del mismo. Es una bonita iglesia de estilo andaluz, con el interior pintado con colores vivos y esos arabescos de pintura azul que son tan comunes por aquella zona y causan una impresión más alegre que nuestras sobrias iglesias castellanas.

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2.11.08

Qué diferencia

La celebración de hoy, día de Todos los Difuntos, me ha traído a la memoria el pequeño pueblo de Turre, en la provincia de Almería, por el que pasé este verano con mi familia. Otro día contaré algunas otras cosas que me gustaron de este pueblo, pero hoy me voy a limitar a un pequeño detalle.

Mientras mi mujer y mi hijo dormían la siesta, mi hija Cecilia y yo dimos una vuelta y entramos en el cementerio del pueblo. Allí, después de refrescarnos con el agua de una fuente, nos llamó la atención una sencilla placa, junto a una de las tumbas. Se trataba de un panteón pequeño, familiar, y quienquiera que lo construyera había escrito en la puerta: “Dichosos los que oran por los difuntos, tienen el oficio de los ángeles del cielo”. Me gustó mucho la frase. Especialmente por su contraste con la mayoría de las tumbas, que se limitaban a proclamar al mundo: “Propiedad de X.”.

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12.10.08

Astorga, con la puerta en las narices

Este verano, volviendo de Galicia hacia Madrid, eché un vistazo al mapa del itinerario para buscar un sitio interesante donde mi familia y yo pudiésemos parar para comer. Decidimos visitar Astorga, sede episcopal, y así rezar un rato en la Catedral. No sabíamos el nombre del obispo de Astorga, pero eso era lo de menos. Queríamos rezar en la sede de un Sucesor de los Apóstoles, en el centro de la vida de la diócesis.

En efecto, después de comer unos bocadillos en un parque junto a las murallas, estuvimos disfrutando del exterior de la Catedral y sus preciosos relieves de escenas de la vida de Cristo. Cuando intentamos entrar en la Catedral, sin embargo, nos encontramos con la sorpresa de que no se nos permitía entrar en ella si no pagábamos la entrada. Se permitía la entrada libre durante un pequeño espacio de tiempo de dos horas por las mañanas para la Misa, pero durante las ocho horas restantes, quien quisiese entrar en la Catedral debía pagar por ello.

Me molestó muchísimo. Si, al entrar en la Catedral, yo hubiese encontrado un mensaje del obispo solicitando una colaboración económica, diciendo, con sinceridad y humildad, que no alcanzaban los ingresos diocesanos para sufragar los gastos de la Catedral y que confiaba en la ayuda de los cristianos, que han aprendido a ser generosos de la misericordia gratuita de Dios, hubiera recibido mi aportación. ¿Cómo podría ser de otro modo cuando un Sucesor de los Apóstoles me pide ayuda?

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4.09.08

Audacia, milagros y unos ojos grandes

Un par de días después, siendo domingo, fuimos a Misa por la mañana a la Catedral de Lugo, dedicada a Nuestra Señora.

Muchas cosas me gustaron de esta Catedral que es ahora la sede de Monseñor Carrasco Rouco, quien hace tiempo fue profesor mío y del cual guardo un grato recuerdo. Algunos pequeños detalles me parecieron muy oportunos, como las pequeñas octavillas colocadas en lugares estratégicos y que ayudaban a rezar o enseñaban qué hacer para confesarse bien. También me agradó ver que los letreros, avisos e inscripciones en castellano, gallego, latín o inglés, según los casos. Un entrañable revoltijo de lenguas, sin orden ni concierto, propio de quienes quieren, ante todo, comunicar un mensaje importante por todos los medios posibles, sin preocuparse de ideologías políticas.

Tanto mi mujer como yo pudimos confesarnos con un cura simpatiquísimo, que, además de darme buenos consejos, me contó entre risas que había dejado de fumar un día que pasaba por mi barrio de Madrid y que estuvo a punto de chocarse con el coche por ir pendiente de encontrar un estanco. Me encanta ir, siempre que puedo, a confesarme con mi mujer, porque pienso que es una buena forma de reforzar nuestra alianza matrimonial, que se fundamenta en la gracia de Dios (además de que, probablemente, mi mujer le cuente detalladamente mis pecados al cura, con lo que no hay problema si me olvido de algo).

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