InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Biblia

2.06.20

La pelea por la herencia y los topos

En el último artículo del blog apareció un lector, Luis Z., que hizo una pregunta interesantísima y merecedora de una reflexión aparte.

“Sobre justicia en la Tierra. Aquel pasaje donde un hombre pide a Jesús que reprenda a su hermano por quedarse con la herencia y no repartirla, y Jesús le dice que no es juez para estar repartiendo herencias.

No sé si es lo que se esperaría de Jesús. Yo mismo hubiera acudido a Jesús para que, con su autoridad moral, imparta justicia en la repartición de la herencia. Ya sé que su reino no es de este mundo. Ese pasaje me produjo tristeza. ¿No debemos pedir a Jesús un poco de justicia aquí en la Tierra? Quizá es lo que esperaríamos de un caballero. Sé que la justicia vendrá después, y será muy dulce”.

En el pasaje al que se refiere Luis Z. es muy conocido: Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia». Jesús le respondió: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?». Es cierto que, al leer esto, podemos extrañarnos y nos surgen preguntas: ¿no está siendo Jesús muy brusco con ese joven? ¿Y si tenía razón en que su hermano le estaba estafando? ¡Pues claro que Jesús es juez y árbitro! ¿Por qué no le hace caso?

Es interesante reflexionar sobre esto, porque es algo que nos sucede con cierta frecuencia: leemos un pasaje de la vida de Cristo narrada por los Evangelios y pensamos que no termina de convencernos, que debería haber hecho otra cosa o que lo que hizo no parece muy propio del Hijo de Dios. Cuando nos pasa algo así, siempre, siempre, siempre se debe a que no hemos comprendido nada de nada. No es que hayamos errado un poco el camino; es que pensamos que estamos cerca de Sevilla cuando asoma en el horizonte Vladivostok. 

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23.03.20

Como si la muerte no existiera

Desde el deísmo de los viejos enciclopedistas de la Ilustración, se puso de moda vivir etsi Deus non daretur, como si Dios no existiera o no fuera evidente. Cualquier niño que hubiera estudiado el catecismo podría haber predicho que las consecuencias no serían buenas. Dejando a un lado guillotinas y revoluciones, uno de los efectos más curiosos fue que, una vez que la gente se acostumbró a vivir como si Dios no existiera, sin darse cuenta terminó viviendo también etsi mors non daretur, como si la muerte no existiera.

En las sociedades antiguas, la muerte siempre estaba presente. El arte, el pensamiento, la religión y la vida cotidiana ofrecían un constante memento mori, a veces sombrío, en ocasiones macabro y, en el mejor de los casos, esperanzado, pero siempre presente. Desde hace algo menos de un siglo, sin embargo, la muerte prácticamente ha desaparecido de la vida social y del pensamiento. Al desaparecer Dios de la escena, dejó de haber respuesta para el gran enigma de la muerte y no hay nada que resulte más incómodo y embarazoso que un enigma sin respuesta.

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11.09.19

¿Proselitismo sí o no?

Es difícil saber qué quiere decir el Papa cuando habla del proselitismo. Incluso uno puede sospechar que él mismo no lo tiene del todo claro. Sin embargo, cuando finalmente da algún detalle práctico de lo que entiende por esa nefasta práctica, hay algo que chirría.

Hace unos días, al volver de su viaje a África, el Papa hizo unas afirmaciones más que llamativas sobre el proselitismo, considerado como un comportamiento que debe evitarse a toda costa. En primer lugar, se congratuló por la fraternidad interreligiosa que encontró en Isla Mauricio:

“Me impresionó mucho la capacidad de su país para la unidad interreligiosa, el diálogo interreligioso. La diferencia entre las religiones no se borra, pero se subraya que todos somos hermanos, que todos tenemos que hablar. Esto es una señal de la madurez de su país. […] Ustedes son hermanos, la hermandad humana que está en la base y respeta todas las creencias. […] Aprovecho la oportunidad para subrayar esta experiencia interreligiosa suya que es tan hermosa. […] Es muy, muy importante. También en las reuniones no sólo había católicos, había cristianos de otras religiones, y había musulmanes, hindúes y todos eran hermanos”.

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8.05.19

Jesús no fue un hombre bueno

“¿Acaso leemos alguna vez que se encontrara con una viejecilla que subía una cuesta llevando una pesada carga y se ofreciera a llevársela? ¿Se tiró alguna vez al agua para salvar una vida? ¿Hemos oído decir, por lo menos, que repartiera dinero a los hambrientos? ¿Iba de un lado a otro consolando a los enfermos y animándolos? No, no hay ningún indicio de nada de eso. No se tiró al agua, caminó sobre el agua. Cuando la gente tenía hambre, no repartió dinero, repartió pan multiplicado misteriosamente. No consoló a los enfermos, los curó”.

Ronald Knox, El credo a cámara lenta

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Durante al menos un par de siglos fuera de la Iglesia y aún hoy “dentro” de ella entre los que han perdido la fe, ha estado de moda considerar a Jesús como un gran hombre, un hombre bueno, quizá un revolucionario al estilo del Che Guevara, un maestro moral como Confucio, o, para cubrir todas las posibilidades, un revolucionario moral. De forma más ramplona, a veces se le considera un filántropo o, simplemente, un progre avant la lettre. Si algo tienen en común estas ideas es su carácter completamente inverosímil. Hace falta mucha más fe para creer en ellas que para creer en la divinidad de Cristo.

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21.03.19

El consuelo de las riquezas

¿Las riquezas consuelan? Por supuesto que sí. De ahí su atractivo y su peligro, porque podemos terminar prefiriendo ese consuelo, real pero efímero y superficial, al único que realmente puede consolar nuestro corazón, que es Jesucristo.

¿Qué podemos hacer para evitar ese peligro? De eso nos habla José Alberto Ferrari en esta segunda parte de su artículo “Desventura del hombre de negocios —entre el consuelo y la dispersión—”. Si el otro día hablábamos del riesgo de ser como Judas en la administración del dinero, hoy consideramos una de sus dos causas: el consuelo de las riquezas.

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