Un sobresaliente para la catedral de D. Guillermo
Hace unos días, visité la catedral de Tuy, dedicada a Nuestra Señora y de la que es canónigo penitenciario D. Guillermo Juan Morado, ilustre bloguero de InfoCatólica. Por desgracia, como la visita fue imprevista, no pude ponerme en contacto con él. Sin embargo, visité la iglesia, que no conocía, y me alegré mucho de ello. No sólo me gustó la catedral, sino que también me impresionó muy agradablemente la organización de la misma y he pensado que convenía contarlo aquí, por si alguien puede sacar de esto una buena idea para otras catedrales e iglesias.
En primer lugar, hay que resaltar algo que debería ser normal pero que, en otros lugares, ha dejado de serlo: los fieles pueden pasar libremente a rezar a la catedral. No se les cobra por ello. En la capilla del Santísimo había, además, pequeños folletos para ayudar a hacer oración. Es decir, se recuerda que la catedral es, ante todo, un templo y no un museo.

Quaestio Quodlibetalis XXV.D. José Fernando Rey Ballesteros escribió ayer un artículo muy interesante sobre los Pastores y los fieles, titulado
Cuando Moneo diseñó la Catedral de la diócesis de Los Ángeles, por no echarme a llorar, intenté ver el lado bueno del asunto. Pensé: “Al menos, tras ver este engendro, ya nadie más le encargará iglesias a este arquitecto. Cara nos ha salido la vacuna, a doscientos millones de dólares, pero sin duda es eficaz, porque después esta monstruosidad el nombre de Moneo irá a formar parte de la lista negra de arquitectos que incluye al diseñador de los cimientos de la Torre de Pisa, al arquitecto de Chernobyl y al que le prometió al faraón Keops que en un par de meses estaba terminada la pirámide”.
Un sacerdote norteamericano llamado Andrew Greeley ha tenido una
Temporibus illis, hace muchos años, tuve un profesor de Filosofía que me dio un consejo que todavía recuerdo. Sugirió que fuésemos un día al cine y nos sentáramos en la primera fila. Después, en cuanto empezara la película, en lugar de verla, lo que teníamos que hacer era darnos la vuelta y mirar a la gente que había ido al cine. Decía que la gente, sus actitudes, sus caras y sus reacciones ante lo que estaban viendo eran muchísimo más interesantes que la propia película.









