En el comunicado de prensa que han publicado los jesuitas españoles por el fallecimiento del antiguo General de la Orden, el P. Adolfo Nicolás, tras unas palabras amables de su sucesor el P. Sosa, se describe su generalato de esta forma:
“A su generalato aportó su conocimiento y sensibilidad de las culturas orientales, la espiritualidad en diálogo con otras religiones y reafirmó el compromiso prioritario por la promoción de la justicia y la reconciliación.
A lo largo de estos años lideró un trabajo de intensa reestructuración de la provincias jesuíticas europeas y americanas y, sobretodo (sic), insistió repetidamente en la necesidad de combatir la superficialidad, trabajando desde la profundidad y la creatividad. A lo largo de su gobierno animó a los jesuitas a redescubrir la dimensión universal de la Compañía de Jesús y a impulsar la colaboración con otros, creyentes o no. Algunos de los acentos de su generalato fueron el trabajo en favor de los más desfavorecidos, la ecología, la reconciliación y el trabajo por la paz como principio irrenunciable; o la educación de los jóvenes”.
Creo que estos párrafos de resumen de su período en el cargo solo pueden resumirse a su vez así: un tremendo fracaso. Por supuesto, quienes los escribieron pensaron que estaban relatando grandes logros, pero ese autoengaño es una muestra más del monumental fracaso al que se estaban refiriendo. No debemos juzgar al P. Nicolás como persona, porque se encuentra ya ante un Juez inmensamente más justo y misericordioso que nosotros, pero se puede y se debe decir que, como general de los jesuitas, su labor fue un completo desastre y estos dos parrafitos lo atestiguan.
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