InfoCatólica / Espada de doble filo / Archivos para: 2018

9.05.18

Cuando tenía jardín escribía poesía…

Una lectora bien conocida por sus interesantes comentarios, Palas Atenea, ha tenido la gentileza de enviarme dos de sus poesías para publicarlas en el blog. Hace dos o tres artículos, Palas despertó nuestra curiosidad con estas líneas tan evocadoras:

“Yo tuve un jardín escondido en mi vieja casa (ahora tengo una nueva pero sin jardín y nadie entiende mi nostalgia porque la casa es mucho mejor). Cuando tenía jardín escribía poesía…”

Entiendo a la perfección lo que dice Palas, porque yo también tengo un jardín, que es una gran fuente de pequeños momentos de felicidad. Confieso que me hace ilusión que mis lectores lean y, sobre todo, escriban poesía. Estoy firmemente convencido de que la poesía es una de las cosas que más acercan a Dios, tanto natural como sobrenaturalmente. Como dijo Aristóteles, el principio de la filosofía es la admiración. Y, sin que haya ninguna casualidad en ello, la admiración también es esencial para la poesía y para la fe. Para comprender el Ser, cantar la Belleza o adorar a Dios, valga la redundancia, primero hay que admirarse ante su misma existencia, que se recibe como un don inmerecido.

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7.05.18

Gracias a Dios por el cardenal Eijk

Hoy tengo envidia, sana envidia, de los fieles de Utrech. Qué alegría leer a un cardenal que no tiene miedo de cumplir con su misión. Qué maravilla ver que hay pastores que no abandonan a sus ovejas ante los lobos, que saben denunciar las falsas doctrinas que se están introduciendo en la Iglesia.

Con claridad y sencillez, ha señalado que la propuesta de la mayoría de los obispos alemanes de permitir la intercomunión con los luteranos es una barbaridad contraria al Derecho Canónico y a la fe de la Iglesia. Además, ha recordado que no son las mayorías, aunque sean de obispos, las que determinan la fe de la Iglesia. También ha afirmado que lo mismo podría decirse de las otras “iniciativas”, como la de bendecir a las parejas del mismo sexo. Y no contento con eso, para poner la guinda del pastel, ha indicado respetuosamente que eso es lo que el Papa, como Sucesor de Pedro, debería haberles dicho a los obispos alemanes, en lugar de limitarse a pedirles unanimidad, porque la unanimidad en el error no es una virtud. Y por si fuera poco, ha recordado que la apostasía de la verdad en la Iglesia es un signo apocalíptico del misterio de la iniquidad. ¿Qué puedo decir ante esto? ¡Olé, olé y olé!

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3.05.18

El buenismo pacifista no es cristiano

Pocas cosas hay más tristes que vivir dominado por los dictados de la moda, pero una de ellas es vivir dominado por los dictados de una moda de hace cincuenta años. El daño que hace basar la propia conducta en un error grave es evidente, pero más evidente aún es el perjuicio de construir el propio pensamiento sobre un error que ya demostró sus gravísimas carencias hace medio siglo. Es difícil pensar en algo que muestre una mayor inmadurez que seguir lo que hace todo el mundo como borregos, salvo quizás seguir como borregos lo que hacía todo el mundo el siglo pasado.

Últimamente ha resurgido en la Iglesia, como una mala hierba, el pacifismo buenista y militante de los sesenta. Por alguna extraña razón, un gran número de eclesiásticos han decidido unánimemente que esa ideología casposa y disparatada es la postura moral de la Iglesia, sin importar que la Tradición, la doctrina y el sentido común más básico digan lo contrario.

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20.04.18

Colegios en la arena

Hace años, mi esposa y yo tuvimos que ir a hablar a los alumnos de un colegio religioso, como parte de una iniciativa diocesana. Pasamos por varias clases, contando nuestra experiencia como familia cristiana. En general, partíamos de nuestra propia historia para hablar de la importancia de la fe para la vida familiar, la vocación a la santidad, el matrimonio cristiano o el noviazgo, entre otras muchas cosas. Una de esas otras muchas cosas era la apertura a la vida según la moral de la Iglesia. En general, los estudiantes, de edad adolescente, escuchaban con bastante atención y hacían preguntas que mostraban su interés y, en ocasiones, su sorpresa ante algo que les resultaba completamente nuevo. Solo hubo una excepción y no se trató de un alumno, sino de un profesor, que, al oír hablar de apertura a la vida, empezó a resoplar, a poner mala cara y a mascullar, por lo bajo pero asegurándose de que todos lo oyeran. El profesor en cuestión era uno de los religiosos del colegio.

No estoy diciendo que hubiera relación, pero curiosamente, a las pocas semanas, el colegio se hundió. Literalmente. El edificio se derrumbó, gracias a Dios sin víctimas, por un defecto de construcción. Siempre me ha parecido un signo perfecto de lo que es un colegio “católico” que no está basado sobre la roca firme de la fe de la Iglesia: será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.

Como contraste, quiero mencionar otro colegio que he visitado, este en Estados Unidos, cuyos cimientos están a la vista de todos, en la misma entrada del colegio, donde hay un cartel (ver foto más arriba) que dice:

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8.04.18

La Cenicienta en tierras de Virginia

Hace poco estuve viajando por el estado norteamericano de Virginia. Es una zona muy bonita del país y en ella abundan los lugares históricos y campos de batalla, pero lo que más llamó mi atención fue una de las cosas más pequeñas que vi durante mi estancia: una Lamium amplexicaule.

El nombre científico suena a serpiente pitón o a algún bicho igualmente feroz, pero en realidad se trata de una inofensiva plantita que recuerdo con cariño de los paseos de mi niñez, en los campos de la sierra toledana. Aunque sus flores son muy bellas y de una gran delicadeza, suelen pasar inadvertidas, porque también son minúsculas, de poco más de un centímetro. En consonancia con su belleza y su pequeñez, en español la planta recibe un nombre a la vez humilde y nobilissimus: zapatitos de la Virgen. Las flores tienen cierta semejanza con unos zapatos de fiesta femeninos, así que la piedad popular, a menudo más sabia que los teólogos, se los atribuyó a Nuestra Señora.

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