InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

12.08.22

El último sínodo

Como parte de la serie que tenemos en curso sobre el Sínodo de la sinodalidad, me ha parecido oportuno traer al blog este artículo de un buen sacerdote amigo mío sobre “El último sínodo”.

El artículo se escribió el pasado Adviento, pero no ha perdido nada de su actualidad e importancia. De hecho, tiendo a pensar que, si hoy en la Iglesia tuviéramos siempre en mente el último sínodo, como hacían los primeros cristianos, nos preocuparíamos mucho menos de la sinodalidad y otras modas del momento y mucho más de las cosas verdaderamente importantes. Marana tha!

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21.07.22

¿Corrección a los obispos alemanes? Parece que no

Al enterarme de que la Santa Sede ha publicado una declaración para regañar a los obispos alemanes por su “camino sinodal”, he estado a punto de pedir al párroco que eche al vuelo las campanas de mi pueblo. A fin de cuentas, el comportamiento de los obispos alemanes, junto con muchos fieles “importantes”, lleva años siendo un gran escándalo para toda la Iglesia.

Estupefactos, hemos podido contemplar cómo sucesores de los Apóstoles han defendido en público y repetidas veces abandonar la enseñanza moral irreformable de la Iglesia en cuestiones como los anticonceptivos o las parejas del mismo sexo, además de poner en duda la fe católica sobre el sacerdocio el matrimonio y otros temas. Todo ello sin que la autoridad de la Iglesia los corrigiera.

Por fin parece que ha llegado el tiempo de la corrección. ¿Habrá que echar las campanas al vuelo? Me temo que no.

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26.05.22

¿Dónde va el Sínodo sobre la sinodalidad? (1)

Antes de hablar de un sínodo de la Iglesia, conviene reconocer que, sin duda alguna, la inmensa mayoría de las personas que participen en él lo harán con la mejor e incluso la más santa de las intenciones. Igualmente, siempre habrá quien se beneficie de lo que oyó en una sesión sinodal o de un acto litúrgico que se celebró, gracias a Dios. Por otro lado, también hay que reconocer que, como dice el refrán, las buenas intenciones no siempre llevan al cielo o a lo mejor para la Iglesia. En ese sentido, aparte de reconocer las buenas intenciones de los participantes y las experiencias pesonales positivas que haya, puede ser buena idea analizar también objetivamente a dónde lleva este Sínodo sobre la sinodalidad.

Para ello, a mi entender, lo primero que hay que hacer es no dejarse llevar por la propaganda (incluso aunque se trate de propaganda bienintencionada). Como fundamento y objetivo principal de este sínodo se señala que “sínodo” significa “caminar juntos” y se hacen multitud de consideraciones piadosas sobre ese tema. Estupendo. Es cierto que, etimológicamente, las raíces griegas del término significan más o menos eso. Sin embargo, no es menos cierto que, desde hace al menos dos milenios y especialmente en el ámbito eclesiástico, la palabra sínodo significa algo mucho más prosaico y cercano a la realidad: simplemente, una reunión.

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14.02.22

Culpa, responsabilidad y autoridad en la Iglesia

En los comentarios del último artículo, me reprochaba un lector que culpara “a la jerarquía, al Papa y a los obispos” de la situación actual de la Iglesia. Nunca se me habría ocurrido hacer algo así, pero, en efecto, si lo hubiera hecho, el artículo sería injusto.

A fin de cuentas, la culpa es algo intrínsecamente personal, interior y misterioso. Eso significa que no podemos juzgar esa culpa adecuadamente en los demás. Por ello en el acto penitencial de la Misa decimos “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” y no “por nuestra culpa” o “por la culpa de Juanito, que vaya un envidioso que está hecho”. Lo cierto es que, incluso en el caso de que las acciones de Juanito o de Monseñor Nomeacuerdo sean objetivamente malas, no conocemos sus circunstancias interiores, que pueden ser atenuantes (o agravantes, claro) de las mismas. Es decir, la cuestión de la culpa en principio se la dejamos a Dios: no juzguéis y no seréis juzgados.

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7.02.22

Viernes veganos

El alcalde de Nueva York, caput mundi para los amigos, ha decidido que, en los colegios públicos de la ciudad, los viernes solo se ofrecerá un menú vegano. Nótese que no es vegetariano (una opción que permitiría que los colegios salieran del paso ofreciendo pizza o macarrones con queso, que son probablemente las comidas más frecuentes de los niños norteamericanos), sino vegano, lo que excluye cualquier comida de origen animal, como el queso. Dudo que la medida tenga efectos beneficiosos para la salud de los niños, aunque supongo que al menos servirá para dejar claro quién manda.

En fin, la noticia me ha avergonzado y entristecido bastante, pero confieso que no es tanto por que los pobres niños tengan que soportar el tofu, los sándwiches de mantequilla de cacahuete y alguna otra especialidad similar igualmente desagradable. A fin de cuentas, la comida de los colegios de todo el mundo parece estar destinada a hacer comprender lo antes posible a los tiernos infantes que la vida es un valle de lágrimas, así que no notarán mucho la diferencia. No, mi vergüenza tiene otro motivo: el contraste.

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